7 de marzo de 1906, nacimiento del médico del pueblo: Dr. Ramón Carrillo
Por Daniel Alberto Chiarenza*
La presente nota está textualmente extraída del libro de mi autoría: RAMÓN CARRILLO. Precursor del sanitarismo en América Latina. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Fundación CICCUS, 2021.
(La obra, con un sentido literario, está escrita en primera persona, como si el mismo Ramón la contara)
Doctor Ramón Carrillo, el constructor de la salud pública en la Argentina y sus consecuencias planetarias
A decir verdad, mucho no ha cambiado, pero ¿cómo sería Santiago en los días de mi nacimiento? Recuerdo una descripción que escuché de los labios del tata, que siempre parecía un poeta cuando hablaba: “Es una pequeña ciudad de viejos edificios, rodeada por quintas de verduras, plantaciones de sandías y melones, membrillares, cítricos, altos algarrobos, mistoles y abrazada por un largo río sediento, el Dulce…”.
Había alfareras que hacían vasijas de barro, fuentes, vasos, etcétera, pero el producto en dinero era muy escaso, extraño, porque hay que preguntarse ¿en qué casas del país profundo no había tinajas para aliviar la sed con su contenido de agua fresca en el verano? Con el tiempo se fue destruyendo la industriosa actividad de la alfarería, no sólo por la competencia comercial sino por las diferencias en las técnicas de producción. Además, aquellas mujeres, verdaderas artistas en sus labores cotidianas, fueron desapareciendo y se llevaron a la tumba sus mágicas técnicas de fabricación.
Las amas de casa de entonces en el Interior, y aun estando embarazadas, no se quejaban por sus tareas pesadas, que tomaban por naturales, puesto que los hombres generalmente estaban ausentes porque trabajaban en obrajes, o en zonas mineras, hachaban leña, cavaban la tierra, despostaban animales, eran panaderos profesionales, domaban un caballo, y otras tareas, que demuestran que ambos, hombres y mujeres trabajadores del campo, son los que hacen a la grandeza da la Nación.
Gobernaba mi provincia en aquel momento –digo, en el de mi nacimiento- el doctor José Domingo Santillán. En 1908, cuando estaba cumpliendo mis dos añitos, soportó un movimiento revolucionario que fue sofocado por el jefe del regimiento 19 de infantería, que era el comandante Federico Mauriño.
Mi casa tenía el aspecto de aquellas que antaño habían marcado los esplendorosos tiempos del patriciado provincial español en épocas coloniales. Tenía anchas paredes de adobe, dos patios y estaba ubicada en el centro de la ciudad. Nunca olvidaré la dirección: Córdoba 49, justito a dos cuadras de la Plaza Libertad. El frente de la casa tenía por demás un estilo sobrio, las habitaciones tenían puertas que daban hacia los patios, y en el centro de éstos, el brocal de un aljibe rodeado de macetas.
Cuando llegaban las compañías teatrales, o de ópera, era todo un acontecimiento. Lamentablemente no pude asistir a las funciones del teatro Cervantes, que justo el año de mi nacimiento había cambiado de nombre –adoptando el del Manco de Lepanto– pues antes se llamaba Ollantay (1). Y aún antes, el teatro, se había llamado Zanetti, apellido del tano industrioso que lo había construido. Al Cervantes lo demolieron poco antes de 1910, cuando este “negrito” cumplía sus cuatro años. Estaba ubicado frente a la plaza Libertad, sobre el costado sur de la Catedral. Mi vaga memoria infantil llega a cuando levantaron, en el lugar que había ocupado el teatro, al bazar Ollantay, respetando vaya a saber que misteriosa nomenclatura (ya develada).
Después me acuerdo también, más o menos por la época en que mamá me llevaba de la mano a la escuela primaria, en la plaza Libertad se inauguró la estatua del general San Martín; y, al año siguiente, la del general Belgrano, en el lugar que los mayores nos decían que había estado la Pirámide.
La escuela primaria la hice en la Escuela Normal Manuel Belgrano, que paradójicamente llevaba el nombre del “culpable” que mi bisabuelo se hubiera aquerenciado en Santiago y se hubiera acollarado con la bisabuela.
Cuando estaba por cumplir once años, siendo gobernador el doctor Antenor Álvarez, se inauguró la biblioteca pública 9 de Julio. Esto fue una especie de bendición para mí. ¡Cómo me gustaban los libros! Me apasionaba recorrer el mundo de lo desconocido y hacerlo conocido. Esto me alentó para rendir, como alumno libre, 5º y 6º grado, cuando sexto grado era el último de la primaria. Muchos decían que mi condición de changuito no se correspondía con lo que pasaba por mi cabeza. No era del todo cierto: ¡si a mí me gustaba jugar igual o más que a los otros changos de mi edad!. Pero la gente siempre tiene que ir recreando mitos para poder vivir.
Con el tiempo, ganado por mi “audacia”, cuando cumplí doce años entraba al colegio secundario.
1.- Ollantay es el nombre del más valeroso y leal guerrero del Inca Pachacútec. Ollantay se enamoró, guardándolo en secreto, de la hija de Pachacútec, Cousi Coylleur, que significa Estrella.
*.- Desde Burzaco (Buenos Aires). Daniel Alberto Chiarenza redactó unos 200 fascículos dirigidos por Don Pepe Rosa. Colaboró, desde la apertura democrática en 1983, con publicaciones como NotiLomas, Buenos Aires/17 y Volver a las fuentes. Comunicador de temas históricos en radios locales: FM Ciudades, FMB, AM 1580, FM Sueños. Relator de las Comisiones de Identidad Bonaerense, y otras en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Redactor en los periódicos InfoRegión y La Unión. Docente jubilado, regente y director del Instituto Lomas y profesor de Adultos. Es autor de los libros Historia general de la provincia de Buenos Aires (1998); El olvidado de Belém: vida y obra de Ramón Carrillo (2005); Ramón Carrillo: vida y obra del ilustre santiagueño; Historia Popular de Burzaco T. 1 (2009); Santiago del Estero-Belém do Pará. Una vida, un destino: Ramón Carrillo (2010); El Jazz Nacional y Popular (2017).
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