8 de marzo: Género y números rojos
Lilith Rojo. LQSomos. Marzo 2015
Ahora que los hombres lloran, nosotras no podemos llorar, ahora que ellos pueden ser metrosexuales, nosotras no podemos ir sin depilar, ahora que ellos no tienen que avergonzarse como género de sus fracasos, la mujer tiene que ser una heroína que de la talla en todos los ámbitos de su vida. Pero para ello generalmente no entra en la mayoría de los casos en competencia con el hombre sino con sus compañeras, como le ha enseñado el sistema capitalista, divide y vencerás. Y mientras tanto nos dejan exhibir un feminismo de salón y exposición, de tetas al aire con mensajes escritos. Es difícil enseñar el propio cerebro sin exponerte a la muerte. Y de las aptitudes no hablemos, pues por desgracia son invisibles a los ojos de los despiadados que mueven el mundo, a no ser que éstas consistan en revolcarse en el lodo de las máximas neoliberales. ¿Pero entonces seríamos mujeres o seríamos una nueva especia hecha a imagen y semejanza del prototipo de macho líder de la manada pero con útero?
Ayer escuché una entrevista a Sissi Vovou fundadora de Syriza y dijo algunas verdades de libro. Cuando le preguntaron sobre el porqué de la ausencia de mujeres en el gobierno Tsipras, ella contestó en líneas generales que era el patriarcado basado en el poder de la Iglesia, en su caso la ortodoxa. Y esta idea quedó ligada en la siguiente pregunta sobre que opinaba de Tsipras, a lo que contestó que era un estupendo líder y bella persona, pero que esa no era la cuestión, sino el hecho de que todavía, como en el culto secular a la deidad, necesitamos de esa figura que nos dirija y que hasta que no superemos ese concepto no estaremos en uso de la verdadera democracia. La influencia de las grandes religiones monoteístas, de los dioses llegados o por llegar, ha sido una lacra para la mujer, esos dioses todo amor si sigues sus dictados, cuando tuvieron que escribir las normativas de su club no amaron igual a todas sus criaturas, se dedicaron a marcar a las mujeres y a parte de las normas generales les reservó unos capítulos para estigmatizarlas y catalogarlas como seres inferiores, dedicadas a la procreación y a culminar los deseos y apetitos de los hombres. Ellos unos machotes, ellas unas pecadoras.
En el mal llamado primer mundo las mujeres que han llegado a la cúspide y han tenido un papel hegemónico global, han tenido que jugar a ser dios como sus compañeros de poder. Pero para ello han tenido que reproducir el papel estereotipo del hombre fuerte, mientras ellas han tenido que ser serias, castas, rectas e inamovibles sus compañeros podían hacer fiestas con menores, tocar el culo a las señoras, ser unos inútiles integrales ….. El neoliberalismo ha querido crear una mujer que si quiere llegar a la cúspide tendrá que reproducir su esquema, un ser inflexible e implacable para someter a la crítica a puño de hierro y decir amén a su doctrina. Y las mujeres que tienen ambición han tenido que jugar a ser más papistas que el Papa.
Es evidente que a mismo puesto ocupado por dos incapaces, uno hombre y otra mujer, que las hay, la mujer será la diana de todos los comentarios insidiosos relacionándolos con su género. Unos dirán que por rara avis en el panorama político y empresarial, pero la realidad se llama machismo. Sabemos identificar las causas del problema porque está frente a nosotras ¿pero tenemos las soluciones a una cuestión que arrastramos por los siglos de los siglos y que si no hay un cataclismo seguiremos así por los siglos venideros?
No se trata del concepto igualdad, debatíamos ayer un grupo de mujeres tras ver el estupendo documental Digna Rabia, que os recomiendo desde aquí, se trata de ser mujer y tener los mismos derechos que un hombre. Véase igual salario, igual promoción a las mismas capacidades, igual reparto de las tareas domésticas y de las cargas familiares, pero no de la igualdad entre sexos pues somos diferentes. Muchas decían estar orgullosas de ser mujer: de ser fuerte, de ser capaz, de no hundirse ante la adversidad, de ser superviviente para luchar por los que quieren, de no sucumbir ante el estereotipo de la Barbie, de educar a seres humanos libres de prejuicios, de crear a través de la solidaridad y la red de apoyo colectiva. Y ese modelo que ha movido el mundo mientras los hombres se enzarzaban en conquistar, someter, matar, mandar y pavonearse con uniforme y con chaqueta y corbata, era el que debía cambiar este mundo infectado de injusticia social. Porque mientras unos destruían, otras creaban aun desde el sometimiento, como una especie superviviente.
Hablar de la mujer como grupo homogéneo es imposible pues hay una división primera en dos mundos, el de arriba y el de abajo, donde la mujer vive la injusticia a diferentes niveles, aunque hay cosas que pueden compartir como la esclavitud de la imagen como si fueras un producto de consumo, como el maltrato físico y psicológico del machismo que lo impregna todo y que no está ligado ni a conocimientos, ni a capacidades económicas sino a la educación, que sigue siendo el gran caballo de batalla para cambiar las cosas algún día. Pero mientras dios campe por el BOE esto será imposible.
A los que piensan que la lucha de las mujeres entra en colisión con la lucha global contra el neoliberalismo salvaje se equivoca, pues mientras la mujer cae en la trampa de la igualdad mal entendida, cargándose día a día con más ocupaciones y obligaciones y mirándose en el espejo del enemigo, la oportunidad de crear un mundo más justo se va por el desagüe. El machismo y el miedo a la mujer que aporta otra visión de los conceptos inamovibles, tanto en la izquierda como en la derecha, ha sido una tónica, y si no existiera el concepto cuota su invisibilidad sería aun mayor. La pena es que si no reaccionamos a tiempo lo mejor de ser mujer se perderá en un mundo de hombres, que nos ha vendido que ese también es nuestro mundo y esa será la perdición de las futuras hijas.
Estamos hartas de tener un día para que una minoría salga con las pancartas a corear consignas, algunas irreproducibles, en tono festivo y provocador para saber que existimos como colectivo. Y mientras esto ocurre este domingo, la mayoría de las mujeres estarán trabajando, limpiando, haciendo la comida, encargándose de los niños, algunas en misa adoctrinándose para crear pequeños monstruos y perpetuar el machismo, viendo en la tele programas que las encasillan, visitando enfermos o personas mayores, … y la mayoría sin cuestionarse tan siquiera que la desigualdad las marca más allá de una queja esporádica. Y a las mujeres que lean esto y digan que doy una visión sesgada y catastrofista, propia de la generación de nuestras madres, puede ser que no convivan con la realidad de los que tienen menos que nada o de las mujeres que acaban reproduciendo el rol “femenino” en la intimidad, aunque su imagen pública no corresponda con ese estereotipo, que las hay.
Dedicado a las mujeres de puño en alto, rojas, algunas sin saberlo, que dieron una oportunidad a sus hijas y nietas con su sacrificio y sus renuncias, no porque se lo dijera un cura, sino por el amor a los suyos y para verse reflejadas en futuros mejores. Con respeto y admiración, para que no tengamos que pagar el precio que ellas abonaron con su sudor y sus lágrimas.