Homoerotismo y poesía: FUSILADO DIOS

Homoerotismo y poesía: FUSILADO DIOS
Daniel Torres, autor de FUSILADO DIOS

Por Francisco Cabanillas*

Porque el místico es el amor de Dios en toda su ira carnal.

I
Ante al poemario FUSILADO DIOS (2022) de Daniel Torres, “a él le duele / que creamos,” la primera reacción es dual. Por un lado, desde la carátula, la ventana borrosa en forma de cruz chisporroteante evoca las cruces en la pintura de Arnaldo Roche-Rabell; por otro lado, desde la palabra, el título evoca al poeta-filósofo Yván Silén, ¿quien también pudo haber escrito el primer poema del poemario, “la nada”?

De repente, lo que parecía un poemario breve (y minimalista) de 73 páginas, dos prólogos, dos epígrafes, cinco blurbs y dos dibujos de guardas se hace más denso, ya que esta Edición Vigésimo Aniversario 2000-2022 contiene el devenir de un poemario varias veces editado, originalmente escrito en 1981.

En vez de empezar la lectura por el poema I —sí, esa numeración romana evoca la aritmética del Cristo peruano, César Vallejo, en Trilce (1922)—, empezamos por la última estrofa del último poema, cuya numeración no podría ser más dramática (XXII):

“sí desde entonces
el cansancio de las semanas
me hurga dentro
sin la necesidad cotidiana de ese dios
que se fabrica con los pedazos sueltos
de una soledad que se deshila”

Negación dialéctica, poético-mística —“a Dios, como sugiere el poemario, se le quiere hiriéndolo,” plantea Juan Pablo Rivera en su ensayo “Fusilado Dios [nuevamente] o esperando volverlo a matar” (2022)—; ahora que ha sido fusilado Dios, el vacío de dios, remendado, acompaña al solitario que deja de sentirse solo.

II
Cuenta regresiva; del último poema (XXII) al primero (I). Efecto cortazariano. Al llegar regresivamente al Índice, acontece la sorpresa de los títulos, precedidos de numeración romana; títulos que, en el cuerpo del poemario, desaparecen, dejando el poema a la merced sorda del número frío. Títulos que corresponden al primer verso de cada poema, el más literal de los cuales, “han mandado fusilar a dios,” termina en vórtice erótico-místico-transgénero:

“la descarga fue breve
despertando el fantasma
de su manto sagrado
hermoso era
avergonzó a todos
alguien vio un ángel luminoso
echarse a llorar sobre el polvo
del pubis de dios
era mujer
(asombro de voces)
pero hacía el amor como cualquier hombre”

Cuenta regresiva; del último poema al primero, siguiendo, en parte, la fórmula de la que se vale el poeta, según cuenta en la grabación —que tanto dice sobre la religiosidad— de El Post Antillano, “En casa del poeta (Daniel Torres)” (2022).

A partir del índice (al principio del poemario), los títulos de los siete primeros poemas se podrían transformar en poesía:

“la nada
a él le duele
basta
dios
nos acostamos
señor
no.”

III
Desde otro ángulo, la propuesta de FUSILADO DIOS choca de frente contra la sociología decolonial de Ramón Grosfoguel, en la cual, la idea explotada por la cristiandad de un Dios antropomórfico con barba, velándonos desde una nube, se separa de las visiones holísticas de otras civilizaciones, como la islámica, la africana, la prehispánica, en las cuales a la divinidad no se le da, como es el caso de la Pachamama, forma humana.

¿Será que ese “ímpetu por hacer que Dios descienda” del que habla Juan Pablo Rivera se cruza con el Dios personalizado de los protestantes?

El amor gay por el cuerpo de dios atraviesa, ¿perforándola?, “La oración del ateo” (1911) de Miguel de Unamuno:

“Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
existiría yo también de veras.”

Polvo enamorado, sí, el de FUSILADO DIOS quiere con la “ira carnal” expuesta en el epígrafe de este ensayo, equivalente a la “bronca” mexicana de la que habla el poeta en la grabación de El Post Antillano y en la presentación del poemario en Casa Norberto, equivalente al “encabronamiento” boricua:

“nos acostamos
sin el amén de rigor
de unas cuantas palabras
que acallen la conciencia

besé labios endurecidos
de sudorosos sentires
empañándose de pronto
cuando mi jadeante respiración
se pegó al cristal
de tu divinidad frustrada
poseyéndonos de hombre a hombre
como hijo al padre
incestándome
blasfemándote
manoseada verdad de mentira:
¿dios?”

De tú a tú…

IV
Regreso al título, FUSILADO DIOS, para traer a la superficie, de la mano de Juan Pablo Rivera, el hecho de que, solo en el título, el poemario de ostensible ortografía, escrito en minúsculas y con poquísimos signos ortográficos, solo en el título, Dios se escriba con mayúscula; a partir de esa observación, hay que volver a los dos prólogos de la edición celebratoria de 2022 para resaltar que ambos se refieren al poemario que prologan combinando mayúscula y minúscula: “FUSILADO dios.”

Concuerdo; entre el FUSILADO DIOS del poemario (no leído aún) y el FUSILADO dios de los prólogos (leído el poemario), acontece la escritura poético-mística de fusilar, erotizándolo, a DIOS —“la descarga fue breve”—, acostándose con él para quedarse con dios; una espiritualidad más afín —“estoy enseñando a dios a orar”— reconfigurada a la medida del amor homoerótico que busca una divinidad encarnada: “después de todo somos iguales.”

La poesía de FUSILADO dios mata la distancia de lo sacro —“aunque estás demasiado alto /para tomarte en cuenta […]; ante frialdad de D mayúscula”— a la vez que sacraliza la proximidad mística —“yo sé que estás ahí / al otro extremo / donde mi mano no te alcanza”— del cuerpo enardecido en su dialéctica místico-poética:

“porque no me haces falta
te necesito
siéntate a la mesa
y comamos
del sudado pan
por los bordes
de todos los penes crucificados”

V
Poético-místicos, “poemas en los que el lenguaje dirigido a Dios está cargado de una sensualidad que nunca es condescendiente,” plantea Raúl H. Lugo Rodríguez en el primero de los dos prólogos, titulado “Amante, Violador, Esposo…” Sensualidad debida al “papel primordial” del cuerpo como “el lugar de la epifanía de Dios,” ahora en el contexto de “una relación de amor-odio del poeta para con Dios.”

Afrenta escritural que reescribe místicamente, entre otros, el tropo gastrocristiano en el penúltimo poema, “XXI la cena.” En vez de presidir la última cena con los apóstoles, “los doce cerdos colgados / que giran lentamente / por sobre las sillas” aguardan en la oscuridad la llegada torpe del Mesías: “-un ruido debajo de la mesa-”

Como “un poemario de la valentía” lo describe Óscar Ortega Arango en su prólogo, titulado “El eterno cuerpo en su búsqueda,” cuya impronta implica “una soberbia, y múltiples veces inacabada tarea de demolición ante las trampas de los mensajes que, niegan, masifican y globalizan al hombre en su sexualidad.” Poemario valiente que, mediante “palabras humanas” — “Desnudo dios vestido de palabras”— va en busca del “eterno” y “divino” cuerpo desde “una nueva forma de deseo,” por lo cual “el poeta no desea la muerte de dios, sino su humanización.”

¿Del Dios católico al dios protestante?

VI
Antes del cuerpo y el deseo, el vacío originario del primer poema, “la nada,” ejerce su fuerza de gravedad en los tres (de diez) primeros y brevísimos versos. Versión minimalista de la creación. Condensación; intensidad seguida de una conjunción que, en el cuarto verso, vuelca el poema hacia el desvelamiento, el desacoplamiento y la evanescencia:

“la nada
se ha
cernido sobre todo
y en el fondo
lo que la verdad
creía postular
acaba en el centro
desconectado
de un mañana
que se pierde”

Desde ese logos agrietado y lelo, la lucha que tanto ama la negación afirmadora del poemario asesino, dador de piel y vida (saliva, sangre y semen), eflorece.

VII
Casa Norberto, 4 de agosto de 2022. En la presentación de FUSILADO DIOS, Benjamín Muñiz Velázquez no pierde tiempo. Dice que Dios le diría a Daniel que sus palabras le recuerdan las del Jacob bíblico; conexión que también traza Raúl H. Lugo Rodríguez en su prólogo, en el que, además, habla de la convergencia entre el poemario y “la experiencia que transmite el libro de Job” (experiencia que, a finales de 1980, Enrique García Gutiérrez resaltó en los autorretratos de Arnaldo Roche-Rabell).

Hablando otra vez desde la perspectiva divina, Muñiz Velázquez dice que Dios le diría al poeta (en reciprocidad místico-poética): “¡ven, Daniel, devórame otra vez!”

Cabe destacar las coordenadas que Muñiz Velázquez hace girar alrededor de FUSILADO DIOS: la poesía mística católica, el “Salmo 21” de Ernesto Cardenal y la mística musulmana de la mano de Luce López-Baralt.

La claridad y el tono lúdico de la presentación de Muñiz Velázquez contrastan con el relativo hermetismo de los poemas que leyó: “XIV rasgué tu manto” y “XVI te he dejado.”

VIII
En “rasgué tu manto,” la claridad de los dos primeros versos, “rasgué tu manto / nos acostamos,” se complica en lo que queda de la primera estrofa, evocando, al final, una ruptura-continuidad poético-mística: “y te dejé / como dicen por ahí / por el mentado mundo / para hacer algo / más allá del banco ocupado / unos himnos una oración en el desvelo / en amenes repetidos sin sentido.”

En la segunda y última estrofa, la intensidad místico-poética en gerundio —“amándote”— apunta hacia el estallido dialéctico de la disolución-unión de una presencia-ausencia de tú a tú acéfala:

“más allá de tenerle miedo a todo
amándote
con la realidad filosa
de mi boca y tu boca
atisbando la región
encarada de cristales
en ruptura de ayer
ya sin prioridad número uno.”

En “te he dejado,” la dialéctica aleja del dogma, “abandono de formas,” y acerca a la experiencia de la ausencia-presencia encarnada, “la impresión de la imagen / cuando […] se hayan marchado las oraciones,” abocada a la intensidad de la piel; es decir, “al sentido exacto de la vida.” Abandono, decepción, control, negación del goce, dan vida y voz desde la distancia-proximidad, vacío-plenitud místico-poéticos: “pretendieron que se callara / la necesaria tierra muerta / para crecer.”

IX
En la nota periodística “Re-escribir FUSILADO dios,” el poeta explica el tono del último poema, cuya tesis, “desde entonces no he vuelto a orar,” dramatiza de primera instancia la ruptura religiosa:

“No quise cerrar esta edición 20 aniversario con un poema conciliatorio. Me pareció acertado dejar la serie de poemas con el desencanto final del vacío de la fe porque todo creyente debe llegar a ese momento de la duda para que se afiance o pierda la fe, hasta que logre recobrarla, si es capaz de hacerlo” (2022).

Desde la dialéctica místico-poética, el “desencanto final del vacío de la fe” no es final ni está vacío. Esa ausencia-presencia evoca dialécticas que no cancelan, como el Piss Christ (1987) del fotógrafo Andrés Serrano, la poética de amor-odio. Más bien, la encarnan; en el caso de Serrano, desde su propia orina, la cual, ¡jamás una profanación!, embellece y sacraliza la imagen del Cristo crucificado (humanizado, más que humanizado).

Para terminar, cabe registrar, como ángulo para una eventual relectura, el cambio de portada entre la edición del año 2000, abocada milimétricamente al fusilamiento desde el círculo y la intersección al centro del mismo, y la más reciente del 2022 (ambas de Isla Negra), seducida por la crucifixión de la ventana en forma de cruz.

De aquella edición del 2000, vale rescatar la sinopsis en toda su extensión:

“Fusilado dios es un diario poético a caballo entre el acontecer de la muerte nietzschiana de Dios (dios con minúscula en el poemario) y la visión interior de los místicos ligada a una sexualidad transverberada, como pedía Bataille. Estos veintidós poemas recorren, en un lenguaje de antipoesía conversacional, tanto la oscuridad del alma de un San Juan de la Cruz como el abandono flechado de una Santa Teresa. Sin embargo, se regodean en la dicotomía sexo y religión propia de toda poesía mística. Se trata de la exploración de un hablante lírico decepcionado de las fórmulas religiosas heredadas (Católica y Adventista del Séptimo Día) para embarcarse en una experiencia espiritual mucho más concreta y liberadora. No hay soluciones sino más bien infinitas preguntas sin respuestas. El autor continúa con este poemario su elucidación de la erótica que ya nos había presentado en tres entregas anteriores: en su novella azul Morirás si da una primavera, su libro de cuentos Cabronerías: historias de tres cuerpos y sus plaquetas de poemas Los siete poemas de Cariño.”

* Francisco Cabanillas (1959, Puerto Rico) enseña lengua castellana, cultura y literatura hispanoamericana en Bowling Green State University, Ohio. Ha publicado cuatro libros de ensayo: Escrito sobre Severo (1995), Pedreira nunca hizo esto (2007), K-lores del trópico: ensayos transboricuas (2012) y Ensayos silenistas (2014). Miembro de LoQueSomos
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