11 de septiembre de 1973: “pinochetazo” en el Chile de Allende

11 de septiembre de 1973: “pinochetazo” en el Chile de Allende

Por Daniel Alberto Chiarenza*

El golpe de Estado en Chile en 1973 marcó el fin del gobierno democrático de Salvador Allende y el comienzo de una dictadura militar liderada por Augusto Pinochet. Este suceso, respaldado por fuerzas internas y de EE.UU, se convirtió en un episodio de brutal represión y violaciones a los derechos humanos.

Golpe de estado contra el gobierno democrático de la revolución socialista en Chile. Compañero presidente: ¡sabremos cumplir!!!

Las elecciones presidenciales de 1970 en Chile las ganó la “Unidad Popular”. La personalidad carismática era la del médico socialista Salvador Allende. Integraban la coalición de Izquierda: el partido socialista, el partido comunista, los radicales, el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria de la Izquierda Cristiana) y la API (Acción Popular Independiente).

La Unidad Popular se presenta como la “vía chilena al socialismo”. Nacionalizó la explotación del cobre (reclamo centenario del pueblo chileno) y unas 200 compañías más. Estatizó la banca privada y el comercio exterior. Impulsó la reforma agraria, incentivando formas colectivizadas de producción. Siempre condicionado su accionar por los controles rígidos de una constitución liberal-burguesa que atrasaba y no se ajustaba a la nueva realidad chilena en la inmediatez que requerían las realizaciones de medidas de contenido social más avanzadas.


Las élites, desplazadas temporariamente –luego se sabría que muy temporariamente, ya que el verdadero poder continuaba en los mismos monopolios, en la misma oligarquía y en una cultura que no supo ser consolidada en favor de los principios solidarios y equitativos del socialismo- de los centros gubernamentales (no de los efectivamente poderosos) de poder, pusieron en marcha un plan desestabilizador, contra la institucionalidad y deslegitimaron al gobierno popular. Este pacto mafioso contó con el respaldo incondicional del Pentágono, la CIA, los medios de comunicación y las transnacionales yanquis, en particular la ITT (International Telephone & Telegraph). Los “momios” (así se denominaba a los que se asimilaban a los “gorilas” argentinos, es decir la ultraderecha) hizo lo acostumbrado -desde la guerra civil española en adelante-: bancaron huelgas de camioneros que provocaron desabastecimiento en los núcleos urbanos, a pesar de las acciones de un voluntariado civil que trataba de ejecutar el esfuerzo de productividad que le había pedido el “Chicho” (sobrenombre cariñoso por el que era conocido Allende) al proletariado industrial y al campesinado. Mujeres de clase media y alta (residentes de lo que aquí en Argentina sería la Recoleta) empuñaron “cacerolas de teflón” para hacer sonoras demostraciones contra el “hambre”.

Presidente Allende en la Moneda durante el bombardeo.

Previsiblemente, el 11 de septiembre de 1973 se produjo el golpe de Estado dirigido por, su cara más visible, el general Augusto Pinochet. El presidente Allende se inmoló –término que aún hoy continúa siendo discutible, asegurando que fue un asesinato o una inducción a él) en el palacio de La Moneda. Se desató una cruenta represión y miles de personas fueron detenidas, torturadas y fusiladas. Por ejemplo, en el Estadio Nacional de Chile.

“Una gran nube negra se eleva desde el palacio en llamas. El presidente Allende muere en su sitio. Los militares matan de a miles por todo Chile. El Registro Civil no anota sus defunciones, porque no caben en los libros, pero el general Tomás Opazo Santander afirma que que las víctimas no suman más que el 0,01 por 100 de la población, lo que no es un alto costo social, y el director de la CIA, William Colby, explica en Washington que gracias fusilamientos Chile está evitando una guerra civil. La señora Pinochet declara que el llanto de las madres redimirá al país” […]. Eduardo Galeano: Memoria del fuego 3. El siglo del viento. CABA. Catálogos. 2001.

Pinochet y Kissinger

El sangriento y perverso cuartelazo de los milicos chilenos, muy brutales por cierto, se inscribe en la oleada de movimientos fascistas subvencionados desde el Departamento de Estado estadounidense o la CIA y que recorrió a todo el Cono Sur en la década del ´70, contó inicialmente con el apoyo de las oligarquías locales y de una clase media con temores exacerbados por un poderoso aparato comunicacional hostil a la experiencia de la “vía chilena al socialismo” y a una “exageración democratista, que de democrática no tenía nada”. Además, contó con el apoyo irrestricto de empresas y de la banca transnacional, a las cuales les fueron devueltas las compañías que habían escapado a su control.
Los siguientes fragmentos han sido extraídos del libro “Chile, primavera negra. Cara y cruz del golpe militar”. Buenos Aires, Rodolfo Alonso Editor, diciembre de 1973.

Mientras el genocida Pinochet -presidente de la Junta Militar- aseguraba que se respetarían los derechos humanos y que “en la patria liberada [¿de qué o de quiénes?] no había vencedores ni vencidos” –nada original por cierto, lema antojadizo y mentiroso que fue característico de la Revolución Fusiladora en la Argentina en 1955- esto sucedía:

“El 14 de septiembre, personal de investigaciones detiene a un ciudadano extranjero. Conducido al cuartel general de investigaciones, es torturado con picana eléctrica. Se le aplica en sienes, manos y genitales procurando obligarlo a firmar una declaración (¿?). La aplicación de electricidad quebranta su salud y recién tres días más tarde puede ser trasladado al Estadio Nacional de Santiago. Este prisionero -según comentario de sus captores- fue denunciado por la dueña del departamento que alquilaba, bajo la acusación de ser extranjero”.

Sindicalista Daniel Céspedes en el Estadio Nacional. Foto:David Burnett

“El día 12, a las 14 horas. Salvaje allanamiento, es detenido el ciudadano X con otras cuatro personas. Trasladados a golpes y culatazos al segundo subterráneo del ministerio de Defensa, son ferozmente golpeados y amenazados con fusilamiento si no declaran haber visto disparar a X. Los cuatro acompañantes de éste son aislados y posteriormente se le comunica a X que han declaro haberlo visto hacer fuego. Lo desnudan y lo golpean hasta desmayarlo. Recuperado el conocimiento, vuelven a golpearlo intentando obligarlo a firmar una declaración de autoincriminación. Lo golpean permanentemente por cuatro horas. Le comunican que será fusilado. Le quitan el reloj, todo su dinero y efectos personales mientras se le dice, cínicamente, que ya no le harán falta. Es encapuchado y trasladado al último piso del ministerio. Allí le descubren el rostro con el objeto de que vea los cadáveres de prisioneros fusilados. Posteriormente, lo hacen asistir a la ejecución de un oficial antigolpista de la Fuerza Aérea. Lo colocan luego contra la pared, le vendan los ojos y ejecutan el macabro ritual de simulacro de fusilamiento. El jefe del pelotón manifiesta la intención de seguir torturándolo hasta que acceda a firmar una declaración autoincriminándose. Es nuevamente conducido a los subterráneos donde se lo golpea hasta perder toda noción de tiempo. Más tarde es trasladado al Regimiento Tacna”.
“Los detenidos en Tacna permanecen desnudos en las caballerizas y son testigos de fusilamientos masivos. Se los golpea en forma constante. Los prisioneros dejan constancia de haber visto con vida, entre los reclusos, al Dr. Eduardo Paredes (exdirector de investigaciones y presidente de Chile Films en el gobierno de Allende), quien, la prensa chilena dirá que apareció muerto en un enfrentamiento armado con Carabineros (informe de la Junta Militar)”.

Prisioneros en el estadio

“Estadio Chile (primer campo de concentración habilitado). De los establecimientos de detención éste ha sido el más tenebroso campo de concentración y exterminio que hemos pisado.

– Hay cerca de 7 mil personas recluidas, un niño de 14 años fue ultimado en momentos en que sufría un ataque de nervios.
– Una Sra. embarazada de ocho meses, es golpeada en el vientre con un fusil. A consecuencia de esto, aborta ante nuestros ojos y se le observan, además, heridas sangrantes en sus pechos.
– Un chileno, de quien ignoramos su identidad, a consecuencia de lo allí sufrido intenta suicidarse arrojándose de la galería alta. Malherido, antes de ser aniquilado, grita: “¡Tiren, huevones, que Chile igual va a ser socialista!”.
– Los extranjeros estaban agrupados en “la cloaca sudamericana”. Unas diez veces por día se conducía a los extranjeros a sesiones de tortura, en los subterráneos del estadio. Este individuo gozaba demencialmente durante las sesiones de tortura; llegando al extremo de patear a un detenido hasta dejarlo agonizante. Enseguida pedía un fusil a un soldado y golpeaba a su víctima en la cabeza hasta romper la culata del arma y acabar con la vida del prisionero. Los extranjeros tenían siempre, sobre su cara, reflectores que los encandilaban. Apagaban las luces y comenzaban a disparar sus ametralladoras hacia el techo produciendo el terror imaginable. Vimos sacar de los subterráneos del Estadio, decenas de cadáveres”.

“El Estadio Nacional fue el último y más grande campo de concentración. El total de detenidos ascendía a 25 mil personas. Las condiciones de vida eran pésimas. Allí pudimos ver como se torturaba a un sordomudo porque no contestaba sus preguntas. Supimos cómo masacraron a cerca de 100 habitantes de la población La medida por resistencia a la acción golpista. Vimos a soldados cargar camiones frigoríficos con cadáveres. Vivimos entre apagones, disparos, gritos, lamentos de torturados. Vimos a encapuchados que señalaban prisioneros a quienes se retiraba y luego torturaba. Sufrimos aplicaciones de picana eléctrica en diversas partes del cuerpo”.

“No mencionamos otros lugares de reclusión (islas Quiriquina, Dawson, Juan Fernández, buques Lebu y Maipo, Feria Internacional) por no tener referencias, pero suponemos que las condiciones de los allí recluidos deben ser aún peor que las nuestras, dada la notoriedad de los detenidos en tales lugares”.
(De testimonios recogidos en el Comité de Solidaridad con la Lucha de los Pueblos Latinoamericanos).

“El poeta Pablo Neruda, moribundo, pide noticias del terror. De a ratos consigue dormir y dormido delira. La vigilia y el sueño son una única pesadilla. Desde que escuchó por radio las palabras de Salvador Allende, su digno adiós, ha entrado en agonía”. Galeano, E.: Op. Cit.

* Desde Burzaco (Buenos Aires). Redactó unos 200 fascículos dirigidos por Don Pepe Rosa. Colaboró, desde la apertura democrática en 1983, con publicaciones como NotiLomas, Buenos Aires/17 y Volver a las fuentes. Comunicador de temas históricos en radios locales: FM Ciudades, FMB, AM 1580, FM Sueños. Relator de las Comisiones de Identidad Bonaerense, y otras en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Redactor en los periódicos InfoRegión y La Unión. Docente jubilado, regente y director del Instituto Lomas y profesor de Adultos. Es autor de los libros Historia general de la provincia de Buenos Aires (1998); El olvidado de Belém: vida y obra de Ramón Carrillo (2005); Ramón Carrillo: vida y obra del ilustre santiagueño; Historia Popular de Burzaco T. 1 (2009); Santiago del Estero-Belém do Pará. Una vida, un destino: Ramón Carrillo (2010); El Jazz Nacional y Popular (2017).

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