Afganistán: El Gran Juego ha terminado
Javier Sáenz Munilla*. LQS. Abril 2021
A la fuerza ni el zapato entra.
(Refrán castellano)
Estados Unidos invadió Afganistán en 2001. Dijo que para acabar con los Talibán y sus protegidos de Al Qaeda, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York y el edificio del Pentágono en Washington. En 2003, invadió Irak con la mentira de que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva. Dijo también que para instaurar en ambos países verdaderas democracias. En Afganistán, además para que las mujeres dejaran de llevar el burka, que siguen llevando. Ahora Estados Unidos decide que se retira de Afganistán. Y sale con los Talibán amenazando volver a tomar el poder.
Afganistán está en el Asia Central. Incluso un recodo de su frontera noreste la comparte con China. Ojo al dato. Asia Central es, en términos geoestratégicos, el centro del mundo. Lo que sucede allí, repercute en todo el Planeta. Por eso es tan importante y sonada esta derrota sorda sufrida allí por los Estados Unidos y la OTAN. El Gran Juego, ha terminado. Una vez más. Ese término, El Gran Juego, fue acuñado ya, a finales del siglo XIX, cuando el Imperio Británico, que también invadió el país afgano, tuvo que salir de allí por piernas, dejando atrás millones de libras malgastadas y miles de muertos. Las tribus pastunes, la etnia mayoritaria de Afganistán, humillaron al Imperio y dejaron para la Historia su sello de pueblo invencible. Pero ya se sabe que los Estados Unidos no valoran las lecciones de la Historia.
Como no lo hizo tampoco la Unión Soviética, invasora también de Afganistán, según dijo, para defender al gobierno aliado, amenazado por las hordas de los fanáticos musulmanes de los Señores de la Guerra. Estados Unidos invirtió allí muchos dólares y mucho armamento para vencer al Ejército Rojo. De hecho armó a las partidas de los muyahidines y las dotó de los míticos misiles Stinger tierra-aire. Y los “luchadores por la libertad”, como los llamó el presidente norteamericano Ronald Reagan, lograron provocar la salida de los soviéticos en 1989. Entre los muyahidines que fueron armados por Washington, creció una organización fundada y comandada por el saudí Ben Laden: Al Qaeda. Ironías de la Historia, porque los multimillonarios Ben Laden, eran socios de familias petroleras tejanas, como los Bush y otros, quienes organizaron, años después desde la Presidencia de los Estados Unidos, la invasión que ahora termina. No sin que los petroleros, hayan sacado de ésta y de la de Irak, su tajada. A los países “aliados” como España, nos ha costado cientos de millones y, en nuestro caso, 100 militares y dos intérpretes muertos. Y de tajadas, nada. Bueno sí, un tal Aznar. Ese sí sacó y sigue sacando tajada.
Ahmed Rashid es un periodista y escritor paquistaní, especializado en Afganistán y de prestigio internacional. En febrero de 2001, es decir, meses antes de que se produjeran los atentados de Nueva York y Washington, publicó el libro “Los Talibán. El Islam, el petróleo y el nuevo ‘Gran Juego’ en Asia Central”. Ahí Rashid, nos cuenta con pelos y señales la historia de Unolocal, entonces la decimosegunda entre las grandes petroleras de los Estados Unidos. Uno de sus asesores, Henry Kissinger. Unolocal firmó en 1995 un acuerdo con la saudí Delta Oil, para construir un gasoducto a través de Afganistán, para el transporte de gas del Caspio. Unolocal firmó un segundo acuerdo, más ambicioso, para un oleoducto de 1.690 kilómetros para el transporte de petróleo de Turkmenistán a Karachi, en Pakistán. Siempre, atravesando Afganistán. La administración Clinton comenzó a interesarse ávidamente por estos países. También Bush padre y Carter lo habían hecho antes: ¡Petróleo!
Importantes compañías petroleras norteamericanas constituyeron un grupo privado, para sus negocios en el Caspio. Entre ellas, Unolocal. Entre los asesores de esas compañías, además de Kissinger, Zbignier Brzezinski, consejero de seguridad de Carter, el exsubsecretario de Defensa Richard Armitage, el jefe de gabinete de George Bush John Sununu y el exsecretario de Estado Lawrence Eagleburger.
En 1996, cuando los Talibán tomaron Kabul, la capital afgana, una ejecutiva de Unolocal, Chris Taggert, declaró que con los Talibán el proyecto del gasoducto iba a ser más fácil. Horas después, el Departamento de Estado anunció que establecería relaciones diplomáticas con ellos y envió un funcionario a Kabul. Ambos anuncios fueron desmentidos, horas después.
Las negociaciones para el gasoducto, entre una delegación de los Talibán y Unolocal, celebradas en Houston, se rompieron. Cuando los Talibán dieron el No definitivo, ya las protestas por el mal trato a las mujeres afganas de los movimientos feministas norteamericanos y las denuncias por los nexos de Ben Laden con los Talibán, cuando ya Al Qaeda había efectuado atentados contra intereses norteamericanos en África, hicieron prever lo imposibilidad del gasoducto afgano. La llegada de un gobierno más moderado a Irán hizo reverdecer el proyecto de modificar el trazado. Washington empezó a explorar la opción de sacar el gas y el petróleo de Turkmenistán por Turquía, vía Irán. Los atentados de Estados Unidos, que seguramente no se habrían producido con la construcción del gasoducto afgano, hicieron el resto.
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Periodista y analista internacional. Miembro del Colectivo LoQueSomos.
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