Amenazas
Juan Gabalaui*. LQSomos. Octubre 2016
La apuesta por la abstención no es solo un movimiento táctico sino, fundamentalmente, ideológico. Tiene que ver con una concepción muy específica del Estado y de la democracia representativa, que ha sustentado el sistema bipartidista durante décadas. Son las reglas de juego para aquellos que aluden pomposamente a la responsabilidad de Estado y de gobernar. Y las reglas de juego están para cumplirlas. Nos encontramos en el escenario natural entre dos grandes partidos, que se han turnado en el gobierno del Estado, junto con otro que ha encontrado su lugar y su razón de ser nacional siendo el sostén del sistema y dique frente a los que han etiquetado como populismo de izquierdas y los que quieren romper España. Lo singular hubiera sido un acuerdo entre el PSOE y Podemos. Un anatema. Para ello hubieran hecho falta personas valientes que no temieran hablar sobre la configuración del Estado y el derecho a decidir. El primitivismo ideológico de Ciudadanos y su veto al diálogo han sido suficientes garantías para que no se avanzara en esta cuestión tan fundamental. Para eso están.
A lo largo de estos meses se ha hablado de alternativas que eran difícilmente realizables. Un gobierno de izquierdas con el PSOE era una quimera y un tripartito entre el PSOE, Ciudadanos y Podemos aún más. Y aún así los medios y los dirigentes de los partidos han dado bola a esta fantasía. No es que no hubiera posibilidades de formar gobiernos alternativos sino que eran improbables. No se iban a permitir… como así ha sucedido. La maniobra contra el secretario general pesoísta ha sido el colofón de incesantes conspiraciones dirigidas a evitar cualquier desvío del camino que la élite política de este Estado consideraba que se debe seguir. Y en ese camino estamos. El gobierno del Partido Popular con el apoyo de Ciudadanos y la abstención del PSOE. Esta es la única opción realista que ha existido durante todo este tiempo y para que se llevara a cabo no ha importado seguir manchando la imagen del partido pesoísta. Ya habrá tiempo para crear narrativas que convenzan a sus votantes de que esto era lo más adecuado.
Una de las líneas argumentales que están utilizando los pesoístas es que la abstención no significa un apoyo. Seguramente se podrían utilizar otras palabras para denominar el hecho de facilitar el gobierno de la derecha española. Pero la cuestión no es que pueda gobernar un partido de la derecha sino que lo haga un partido corrupto. El Partido Popular ha sido votado por millones de personas a los que no les ha importado que la mayoría de sus dirigentes hayan estado implicados en casos de corrupción, mirado hacia otro lado o justificado y apoyado a flagrantes delincuentes. Si a ellos no les importa, a otros millones de personas sí y aunque solo sea como gesto moral y ético ningún partido debería apoyar a aquellos que han robado millones de euros de las arcas públicas y que han utilizado las instituciones del Estado para intereses personales. Ninguno. Cualquier apoyo es complicidad, no es tacticismo. Si tiene que gobernar el Partido Popular que lo haga con los votos de sus votantes. Solo con ellos. Pero el PSOE utilizará el voto de sus votantes para permitir que la corrupción tenga premio. Aunque tampoco nos debería extrañar de un partido que a su vez ha estado y está inmerso en casos de corrupción.
Las terceras elecciones no son una amenaza. Lo que es una amenaza para la democracia del Estado español es el gobierno de los delincuentes. No lo es el derecho a decidir ni la posibilidad de separación de Catalunya. Lo es que las arcas públicas las controlen dirigentes de un partido corrupto. La paupérrima democracia que padecemos es el resultado de estas concesiones. Concesiones que se han realizado durante décadas, considerando personalidades de Estado y referentes políticos a aquellos que fueron responsables de terrorismo de Estado, que engañaron al pueblo ante el mayor atentado terrorista sufrido en toda nuestra historia o que participaron en el terrorismo internacional dirigido contra países a los que hipócritamente tacharon de terroristas. La amenaza es el gobierno de los que crearon y gestionaron la crisis, la imposición de un modelo económico depredador y el continuo desprecio a las personas con políticas que favorecen los intereses de la banca y demás instituciones financieras. La amenaza no es un gobierno en funciones sino la cleptocracia a la que nos condenan.