Auto de terminación: sí se puede
Cuando más del ochenta por ciento del Congreso de los Diputados niega el derecho de autodeterminación a los ciudadanos de Catalunya en un referéndum testimonial mientras, en el mismo marco de la Unión Europea, el gobierno conservador británico da vía libre para realizar una consulta decisoria en Escocia sobre su independencia del Reino Unido, algo va mal en la Marca España.
Cuando en el plazo de unos meses el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condena al gobierno de Madrid por vulneración de derechos (en el caso de la aplicación de la doctrina Parot y la negativa a investigar las torturas policiales denunciadas por Martxelo Otamendi), algo no tiene arreglo en la Marca España. Definitivamente, resulta un sarcasmo que las únicas “directivas” que esa Marca España importa de la UE sean los ajustes, recortes y lapidación de servicios sociales que los mercados y la troika (FMI,BM,BCE) imponen para que la crisis financiera la paguen sus víctimas y los hijos y nietos de quienes son sus directos perjudicados.
El descrédito y la deslegitimación de la Marca España, que incluso las encuestas y sondeos oficiales reconocen, suponen una enmienda a la totalidad del régimen. Nunca como ahora han sido tan claras y rotundas las pruebas de que el modelo político montado con el tinglado de la transición se basó en la explotación y la dominación de una oligarquía sobre la mayoría social. Han tenido que pasar 34 años desde aquella Constitución aprobada en referéndum (cuyo texto vetó luego el libre acceso al referéndum) para que saliera a la luz la miseria moral, el saqueo político y la estafa democrática que el cacareado consenso representaba. Este es su legado:
– Somos el país con mayor desigualdad social de Europa.
– Somos el país con mayor número de presos por habitante de Europa.
– Somos el país con mayor índice de fracaso escolar de Europa.
– Somos el país con mayor nivel de fraude fiscal de Europa.
– Somos el país con mayor porcentaje de paro de Europa.
Luego no somos Europa. Y casi tampoco un país. Somos sólo el resultado de una colosal estafa. Una extorsión contínua que envenena nuestro porvenir como sociedad.
Pero ha sido tanto, tan excesivo y tan descarado el expolio, que no hay mal que por bien no venga. Se mire por donde se mire, todo huele a podrido, a falsedad, a doblez, a incuria y atropello. El Poder ha traspasado todos los límites y pisoteado todas las confianzas. Por eso ya no valen las reformas, ni los maquillajes, sólo queda la ruptura democrática y autogestionaria. Aquel ¡que se jodan!, vomitado desde un escaño de la Cámara de Representantes, no dejaba lugar a dudas sobre la insania de nuestra clase política.
Defecaron sobre sus propios programas electorales cuando todavía rondaban los ecos de esas promesas. Rindieron los presupuestos del Estado al placet del mundo de los negocios, la gran banca y las multinacionales del dinero. Convirtieron las comisiones de investigación sobre las grandes tramas de corrupción y desfalcos (caso Bankia y EREs en Andalucía) en auténticos circos ambulantes. Y por si no bastara, como si de una ruleta rusa dirigida contra el pueblo se tratara, el duopolio dinástico imperante (PP y PSOE junto a sus monaguillos y sacristanes de oficio) comprometió nuestra seguridad plegándose a los intereses militares de EEUU al alquilar el territorio como base de su Escudo Antimisiles, e hipotecó nuestra prosperidad como colectividad al violentar el artículo 135 de la Constitución introduciendo el déficit cero en las cuentas públicas y primando el pago de la deuda sobre cualquier emergencia social.
Renán dijo que una nación es un plebiscito diario. Nuestro plebiscito constante, reflejado en la autodeterminación de las masivas movilizaciones del 15-M y en ese rotundo 77 por 100 de ciudadanos que comparte los objetivos del 25-S, anticipa el auto-de-terminación del sistema.