Por un barrio digno; fuera gentuza del Raval
Manuel Delgado*. LQSomos. Diciembre 2016
Hace un par de domingos el Col•lectiu Magdalenes y la Assemblea pel Dret a l’Habitatge VdeVivenda me invitaron a participar en la rúa que recorrió el barrio repasando alguna de las abominaciones hoteleras que han afectado la ciudad. El argumento era hacer ver que el escándalo del Hotel del Palau no era un hecho aislado y que el casco antiguo de Barcelona ha sido agredido por una serie de instalaciones hoteleras sencillamente repugnantes. Son los hoteles devastadores: Vela, Miramar, y los planeados para lo que fue el espacio Magdalenas o un solar cerca de Colón. Participaron Jordi Gascón, Zaida Muxí, Jordi Borja, Juanjo Lahuerta, Eduard Moreno y vecinos afectados directamente por esos monstruos de lujo que son todo cada uno un insulto y una ofensa para la gente que tiene que vivir literalmente a su sombra.
A mi me tocó el Hotel Barceló, en la Rambla del Raval. Es una de las intervenciones en la Illa Robadors, cuya historia siniestra ha sido explicada inmejorablemente por Joaquim Jordà en “De nens”, una película sencillamente indispensable. Yo expliqué un rollo sobre la función exorcizadora de este tipo de actuaciones urbanísticas en una barrio de “mala reputación” como fue el antes llamado Barrio Chino. Pero, además, me había entretenido en buscar alguna cosa más que permitiera contrastar lo que era la gente del barrio -buena gente, gente honrada: putas, maricones, drogadictos, chulos…, pero sobre todo mucha, mucha gente trabajadora, mucha de ella de origen inmigrante- y la gentuza asquerosa que constituye la mayoría de la clientela del hotel. Cada entrada en ese blog era como un escupitajo en la cara de todos y cada uno de esos vecinos y viandantes que existen a su alrededor y para quienes la vida es tan dura y tan injusta.
Me metí en la primera página de crítica de hoteles que encontré. Si clicáis “Hotel Barceló Raval” os aparecerá esa página y palabra y estos serán los primeros comentarios que leeréis. Estas fueron las impresiones de huéspedes del Hotel Barceló que leí en voz alta delante del hotel:
“Estuvimos sólo un día en este moderno hotel, pero pudimos disfrutar con placer de un buen servicio de recepción, del Nespresso, de una resistente cama y especialmente de una cabina de ducha muy bien dimensionada. Por el contrario, las plantas superiores no tienen habitaciones para fumadores y la televisión no es digital. En la azotea las vistas son impresionantes, la piscina pequeña pero relajante y por la noche ofrecen cava gratis. Y además en el mismo centro del barrio más intercultural y canalla de Barna. Kiko y Pili”.
“Muy interesante la situación de este moderno hotel, con una estructura cilíndrica imponente en plena rambla del Raval. Durante el día hay mucha vida en el barrio, recomiendo visitar el mercado de San Antonio, hay pequeñas plazuelas ,buenas tiendas y museos. De noche, la población inmigrante manda (que es un barrio multicultural, como dicen los folletos turísticos, eso no se lo puede negar nadie) y aunque hay un gran despliegue policial en la zona yo no creo que sea peligrosa. El personal de recepción es diligente y rápido. El bar-salón de la entrada tiene un buen ambiente por la noche. El baño está integrado en la habitación; si se viaja acompañado es recomendable que haya confianza porque la ducha es visible en parte. La cama es amplia y confortable; la iluminación es muy buena. El mobiliario está impecable. Mi estancia fue satisfactoria.”
“El hotel es impresionante. Empezando por el edificio, la recepción o las impresionantes vistas de 360º que tienen en la azotea y terminando por las futuristas habitaciones.. todo es de diseño, completamente nuevo y atractivo. Estuvimos en una habitación superior estándar, amplia, con grandes ventanales, una gran televisión (ni la encendimos), una ducha fantástica, una máquina de café nespresso gratuita… la piscina es pequeña pero muy muy tranquila, es una gozada sentarte en el jacuzzi en la 11ª planta y ver Barcelona entera (ilógico que el horario diga que a las 18,00 horas se cierra… no lo entiendo…). La iluminación de la habitación va por leds de colores por lo que el efecto con el blanco de los muebles o de la cama es bastante acertado. Me encantó que tuvieran una radio-despertador con entrada Apple, pones tu opone y se convierte en una discoteca a la vez que te carga el móvil (o el ipod). La única pega es el barrio. Raval no está todavía preparado para el turismo. Por la noche tienes dos opciones: pasar por la calle de las prostitutas o por la calle de los camellos. Lo mejor es coger un taxi si estás algo alejado y que te dejen en la puerta, en la rambla Raval. Lo dicho, una pena que este maravilloso hotel se encuentre en un barrio tan marginado… aunque a cinco minutos andando de las Ramblas y a diez de la Plaza Cataluña”
“Estuve en este hotel para el puente de San Jorge. Tuvimos algunos problemas, yo necesitaba un peine y fue mi novio a buscarlo. En recepción le dijeron textualmente “no tenemos peine y no os entra dentro de la habitación”, así que bajé yo y pedí el peine en recepción y me dijeron con muy poco respeto que no había. Por eso les dije que me dejasen la Hoja de Reclamaciones, y al minuto ya tenía el peine en mi mano. La explicación que me dieron fue que la decoración del hotel era muy minimalista y no pegaba con ella ¡¡un peine de plástico!! La limpiadora también dijo que no tenía y fue ella la que nos lo tuvo que dar luego. Como por mi constitución parecemos unos adolescentes, mi novio y yo, fuimos a la cafetería del hotel a tomar algo y dijimos si podíamos sentarnos en las mesas. Nos contestaron ¿pero vais a tomar algo? Vamos, todo el personal bastante desagradable, excepto la chica del gimnasio que era majísima. Además es imposible aparcar y hay que hacerlo en el parking del hotel por un pastón. Yo no volvería allí, no me parece adecuado que en un hotel de cuatro estrellas se trate a los clientes de esa manera y con tal mala educación y como sigan así van a perder muchos clientes… por ejemplo nosotros no volveremos más”.
“No es la zona ideal para aquellos que visitan por primera vez la ciudad, pero sí para los ya ‘iniciados’, para jóvenes inquietos y para modernos urbanitas. Justo encima está la zona mayormente pakistaní, con mezquitas, carnicerías, peluquerías y todo tipo de establecimientos de indudable ambiente exótico. Por debajo, dirección al mar, una zona un poco más inquietante, llena de prostitutas a todas horas, y que puede llegar a ser peligrosa por la noche. Y ya un poco más arriba, por los alrededores del Macba, todo son bares de diseño, tiendas modernas, antros alternativos, etc. Al lado mismo del hotel, vale la pena comer en el emblemático Casa Leopoldo, uno de los restaurantes míticos (y se come realmente muy bien) de la Ciudad de los Prodigios.”
Esto debe ser lo que nuestras autoridades llaman “turismo de calidad”. A mi se me antoja lo más tirado, representante del escalafón más bajo de la condición humana. Decididamente, no creo que todos los seres humanos seamos iguales. Esta gente es la verdadera chusma indeseable de la que toda ciudad tiene el derecho y la obligación de protegerse. Merecen ser aborrecidos. Son la hez de la tierra.
Por cierto, indispensable para entender el papel detestable que juega el Hotel Barceló en relación al Raval: Rambla del Raval, de Gerard Horta (Montesinos).