¿Beatíficos conventos?
Nònimo Lustre*. LQS. Febrero 2020
En España se cantaba… Arrabal de san Francisco, / me cago en dios, me cago en dios / me cago en Cristo… estribillo de un sonsonete muy popular entre los niños madrileños del tardofranquismo
El pasado lunes 17, el impecable ciudadano Willy Toledo –actor por más señas-, tuvo que sentarse en el banquillo acusado de blasfemia por una ubicua Asociación de Abogados Cristianos. Si el hecho no fuera escandalosamente injusto y anacrónico, señalaríamos que eso ocurre en un país donde hasta los católicos se cagan espontáneamente en dios, en la virgen y en la hostia e incluso algunos redondean lo anterior especificando que “me cago en el cáliz de la sagrada cena y me limpio el culo con el mantel”. Estas exclamaciones populares suenan extrañas en las repúblicas latinoamericanas, lugares donde todavía no acaban de creer que La Madre Patria (expresión en desuso) es un país blasfemo.
Pues sí, en España se canta o cantaba Arrabal de san Francisco, / me cago en dios, me cago en dios / me cago en Cristo… estribillo de un sonsonete muy popular entre los niños madrileños del tardofranquismo. De su popularidad se deduce que la mitad de España es descreída, agnóstica e incluso atea por naturaleza –que también sea anticlerical es tema para otro día.
Los motivos para haber llegado a semejante descreimiento son conocidos y sufridos por todos pero hay un rescoldo de imbecilidad que conviene denunciar: creer que los conventos son un remanso de paz.
En primer lugar, el sentido común nos dicta que encerrar por separado a hombres y mujeres, es el mejor caldo de cultivo de las más oscuras pasiones y la rígida jerarquía no contribuye a paliarlo sino a todo lo contrario; léase, que las luchas por acceder al supremo mando son feroces -en los conventos y en cualquier otro lugar. Pero, además, está la experiencia histórica que es, precisamente, la que hoy nos ocupa.
Por falta de espacio, de tiempo y de ganas, no vamos a detallar los aspectos más difundidos de la vida escandalosa cenobítica. Es decir, no vamos a enumerar las violaciones a las monjas, ni la moda actual de secuestrar “para la Orden” a niñas del Tercer Mundo –hindúes en especial-, ni los asesinatos, robos y desfalcos entre las/los cofrades. Ni siquiera vamos a detenernos en la explotación laboral infantil, especialidad de sus talleres o catequesis, ni tampoco de la explotación intelectual inyectada en sus colegios.
Más trabajo nos cuesta olvidarnos –por hoy- de la pederastia; por ejemplo, de los niños sordomudos argentinos (ya examinado en el poste No dejen que los niños se acerquen a ellos, 22.V.2017) Pero no resistimos a la tentación de recurrir al acervo personal: conocimos el caso de un compañerito seise de quien, sin motivo conocido, los niños estábamos seguros de que era ‘marica’ (los seises son los niños que cantan en los coros de algunas catedrales)
Pero nuestra tolerancia –o vagancia-, tiene un límite: la vida del infante. Por ello, mencionaremos al final un ejemplo reciente de infanticidio con aires genocidas y un caso que llega a la más alta mafia vaticana (ver Apéndices) Claro que podríamos abundar en delitos aún peores. Por ejemplo, los perpetrados por la beatífica, animalista e incluso panteísta Orden Franciscana (véase lo sucedido en un campo de concentración que no tiene la fama de Auschwitz pero fue igualmente letal, el de Jasenovac, dirigido por frailes croatas ultranazis; ver el poste Un franciscano, campeón en degollinas, 17.VII.2019)
Pero hoy no nos queremos poner tremendistas –o sea, realistas- sino que vamos a mencionar al desgaire algunos delitos ‘menores’ cometidos desde hace siglos dentro de los conventos como muestra de que la panoplia de los pecados mortales en los que caen los frailes y las monjas es amplísima y, desde luego, no se reduce a los habitualmente famosos sino que se remonta hasta muy atrás.
Por ejemplo, la falsificación de moneda (estudiada para la Córdoba de 1661 por J. de Santiago 1997) El sumario eclesiástico –no hubo otro-, se cerró con condenas a dos años como pena máxima pero… a cumplir en el convento. La levedad de esos castigos contrasta con el hecho de que, por el mismo delito, a los laicos se les aplicaba la pena capital. Item más, la confesión –argumento clave en la Inquisición-, se obtenía por tortura si los reos eran seglares pero nunca si eran monjes porque tan inicua casta estaba exenta de tormentos en los temas económicos.
Otrosí, las contabilidades frailunas nunca son únicas sino dobles, triples y etcétera. Así ocurrió durante la famosa desamortización de Mendizábal, tan denostada por la derecha y el fascio, castas que olvidan aquellos conventuales tejemanejes que diluyeron la Ley pues fueron comunes los levantamientos de bienes de modo que, cuando llegaban los funcionarios, los precavidos frailes/monjas habían dejado los cenobios limpios cual patena (para los conventos de Guadix 1836, ver JM Rodríguez Domingo, n/d)
Por supuesto que los abades y abadesas originarios eran conscientes de que Lucifer campaba a sus anchas por los claustros. Por ello, en la Regla de San Benito, las sanciones tienen un carácter medicinal, buscan la extirpación de los vicios y la salud de las almas por lo que tratará “con toda solicitud a los hermanos culpables, porque no necesitan médico los sanos sino los enfermos” después, culpas (pecados, nunca delitos civiles) leves “dormirse en el estudio; leer libros prohibidos; reírse o hacer reír a los hermanos en el coro” (ver JC Vizuete Mendoza, 2016) Una regla que probablemente desconocen los benedictinos de Cuelgamuros (bautizado por Franco como ‘Valle de los Caídos’) frailes que, dirigidos por un Prior ex falangista, son la comidilla nacional desde 2019, desde la exhumación del pingajo del Genocida.
Pero, desde su nacimiento, fuera en el cristianismo primitivo, fuera en el Medioevo o fuera incluso en la sacrílega Ilustración, las leyes monásticas cojeaban siempre de la misma pata. Ejemplo: en las Constituciones de los ermitaños de San Agustín (ca. 1719), el código penal ocupa todo el tratado tercero y está compuesto por 23 capítulos. Pues bien, el problema de “los fornicadores”, sólo se contempla en el cap. V donde se dictamina que… serán trasladados de convento (ibid) Véase una política que continúa tres siglos y millones de delitos después.
Como corresponde a toda secta psicopática, es probable que los peores delitos y las más sucias sevicias se perpetraran contra los cofrades del mismo cenobio. Y no nos quepa duda de que, contra ese ‘enemigo interno’, los abades no tenían piedad. Ejemplo: en 1577, San Juan de la Cruz fue llevado en secreto al convento del Carmen en Toledo. Durante varios meses fue encerrado en una celda estrecha y sometido a una tortura draconiana: ayuno a pan y agua lunes, miércoles y viernes; azotes en sus espaldas desnudas durante la disciplina circular ejecutada en el refectorio cada viernes de manera que “quedáronle tales las espaldas y tan sentidas, que no podía sufrir allí la estameña” (ibid)
[A pan y agua… en el no-tan-antiguo Reino Unido, una de las peores condenas a muerte era la de bread and water: sólo pan hoy y sólo agua mañana. Los reos solían durar 15 días aunque hay rumores de que alguien aguantó 3 meses. La British Navy la desestimó en 1891. Lo crean o no, en la US Navy su abolición oficial no llegó hasta el año 2018]
Los conventos no son ningún “remanso de paz”. Son el séptimo pozo del Averno, una ergástula a cuyo lado la cueva de Alibabá sería un kindergarten. Sin embargo, la Regla de Macario (siglos V-VI) “presentaba al monasterio no sólo como un lugar opuesto al mundo, sino también como un paraíso poblado de hermanos donde el scandalum es el peor de los males, pues pone en peligro la caridad mutua y la concordia.” (ibid) Pues no. Definitivamente, no estamos de acuerdo con Macario.
Apéndices
A) Hallan “gran número” de niños enterrados en una fosa de un convento irlandés. Dublín, 03.III.2017. La comisión que investiga en Irlanda las casas de acogida dirigidas por órdenes religiosas católicas en el siglo XX informó hoy de que ha descubierto un “gran número” de esqueletos humanos en cámaras subterráneas de un centro de monjas en la localidad de Tuam, al oeste del país. “Entre los restos hay un número de individuos de edades comprendidas entre las 35 semanas de gestación y los dos y tres años” [Tuam fue casa de acogida para madres solteras entre 1925 y 1961]
El Gobierno ha estimado que unas 35.000 madres solteras pasaron por alguno de los diez centros de acogida gestionados por órdenes de hermanas católicas desde la creación del Estado irlandés en 1922 y los años sesenta. En 2013, otra investigación oficial reveló el comportamiento de las monjas católicas en las llamadas “Lavanderías de la Madgalena”, donde entre 1922 y 1996 miles de internas trabajaron en un régimen de semiesclavitud y abusos.
El caso de Tuam salió a la luz cuando un estudio de la historiadora Catherine Corless descubrió certificados de defunción que sugerían que casi 800 niños yacían en el espacio que ocupaba un tanque séptico del edificio de ese convento conocido como “El Hogar”. Según esa experta, la mortalidad infantil en esos lugares llegó a ser de entre el 30 y el 50 por ciento durante las décadas de 1930 y 1940. Además de la fosa de Tuam, existen otros tres centros de las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, ya inactivos, que tienen en sus dominios las llamadas “parcelas de ángeles”, donde se cree que podrían estar enterrados unos 3.200 niños. [ver la película Philomena, cuatro candidaturas a los Oscar en 2014, que relata los esfuerzos de una mujer por encontrar a su hijo, dado en adopción sin su permiso a una familia estadounidense. Philomena Lee se topó con los intentos de las monjas por entorpecer su búsqueda, dejando entrever que quemaron todos los registros y que obtuvieron beneficios económicos por las adopciones.]
B) El hermano de Benedicto XVI fue vinculado con más de 500 casos de abuso. VIII.2018. Ayer se conoció el informe final sobre los más de 500 casos de abusos a los niños cantores de la catedral de Ratisbona, Alemania, que era dirigida por Georg Ratzinger, hermano del Papa Benedicto XVI. Esta catedral es famosa por su coro de niños cantores conocidos como Regensburg Domspatzen (Los Gorriones de la Catedral de Ratisbona), que tiene más de 1000 años de antigüedad. Pero en el año 2010 los ojos se posaron sobre la catedral con otra mirada, debido a la ola de denuncias de abusos sufridos por quienes formaban parte del coro.
El día de ayer se presentó el informe final, realizado por el abogado Ulrich Weber, en el que acusa a Georg Ratzinger (de 94 años) de encubrir los abusos físicos y sexuales que sufrieron los niños. Weber señaló que “Los afectados describieron sus años escolares como una prisión, como un infierno y como un campo de concentración. Muchos se referían a esos años como la peor época de su vida, caracterizada por el miedo, la violencia y el desamparo”, agregando que los abusos más graves se dieron durante la gestión del hermano del Papa Benedicto XVI, que estuvo en funciones entre 1964 y 1994.
Pero nadie irá preso. Como es su costumbre, luego de haber encubierto los abusos durante años, la jerarquía eclesiástica se apuró a señalar a dos curas ya fallecidos, Johan Meier y Gerhard Ludwig Mueller, como los principales responsables y ofreció a las víctimas entre 5.000 y 20.000 euros de indemnización.
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