Cargarle el muerto a la crisis: el sabotaje a la razón
Una casa sin puertas, sin ventanas, destechada y en ruinas, a merced de cualquier golpe de viento, por muy leve que sea. Así es la realidad que nos vienen imponiendo desde hace más de cuatro años, un paisaje en el que nos han relegado a ser bulbos condenados a vivir en la parte subterránea de la vida, donde los que tejen esa realidad abocan la inmundicia que necesitan alejar de su realidad, bien distinta.
Entran y salen, indiscriminada y caprichosamente, ministros probadamente corruptos, en la vida personal y en su vida política, los falsos cavalieri que no quieren bajar de la grupa de un caballo que les permite pisotear al trote las leyes, alejarse de las condenas, patearnos. Suben y bajan los nombres, las carteras y, con las aparentes oscilaciones de una ideología inexistente, se producen descensos cruentos de índices, primas de riesgo, deuda pública, gotas letales de un aguacero indescriptible que llueve sobre los que menos tenemos, sobre los que más perdemos, sobre nuestra incomprensión y nuestra desesperanza.
“La crisis”, sustantivo abstracto y singular, es la palabra incesantemente repetida, el escudo visible que esgrimen los estafadores de la idea y el pan, el sobre negro con el que nos chantajean, diariamente: “Resígnate, no busques culpables, traga saliva y déjate engullir, es la crisis, no lo olvides”.
Es “la crisis”. A tragar. Creció cuando la negaban. Creció cuando la preparaban, por acción u omisión, concienzudamente, abonando el campo de cultivo de la abundancia indiscriminada que para ellos, gestores de la crisis y nuestra bancarrota, era el equivalente de la sede social de un club de amigos privado, reservado únicamente para socios, para los ellos que la han propiciado. Creció, como parte del sistema, sectorizándose en puntos estratégicos, alejados geográfica y socialmente, para que su conexión la alimentase sin levantar alarmas que nos hubieran hecho reaccionar: una Europa que se reía al ver sus arcas aparentemente llenas; el despertar de gobiernos europeos usureros, dispuestos a dejarse manejar, ahora ya abiertamente, por quien en realidad todo lo manejaba: la banca; una Europa con delirios de grandeza a costa de la Europa de segunda (el ciudadano, votante de una unidad falsa en un proceso de chantaje, destilado lentamente, por el que se nos amenazaba con abandonarnos fuera del TODO si no participábamos con un sí y una genuflexión en el proceso de construcción de ese frankestein de intereses que es la unión europea; conflictos esponsorizados en países de Europa del este, extremos de una cinta elástica que se sabía originaría la tensión intencionada y necesaria para servir de caldo de cultivo a la manipulación económica (el miedo como arma para anestesiar conciencias)…El precio de la servidumbre al gigante depredador americano, sus ecos tras el colapso de la banca de inversión Bear Stearns en 2008[1], salpicando con la insolvencia a parte de la banca europea, azotando significativamente a los hijos pobres de la madre cruel que es Europa (Grecia, Portugal e Irlanda); la actitud sospechosamente generosa de la banca, escondida tras su con máscara, que otorgaba préstamos hipotecarios a personas con insuficientes recursos, a sabiendas de su insolvencia; la extensión en la práctica de estrategias bancarias maquiavélicas, como la transformación en acciones de los créditos para obtener más y más liquidez; la ambición desmedida de la reserva federal americana, que en 2011 sacó de su chistera un plan absurdo para el fomento de la economía que preconizaba la bajada notoria del tipo de interés (el equivalente al Euribor europeo) en casi 5 puntos, lo que hizo que el sector inmobiliario efectivamente entrase en alza, pero MOMENTÁNEA, sin advertir públicamente que el dinero fácil que estaban consiguiendo los bancos, obtenido de las hipotecas a interés variable y condiciones de ganga a personas con escasa solvencia, pronto alimentaria una catástrofe inmobiliaria y económica. La insolencia y mafiosidad de la misma reserva federal, que impunemente realizó, en 2011, la emisión de 16 BILLONES DE DÓLARES para “salvar” a grandes bancos, que se habían previamente enriquecido hasta lo incontable gracias a sus acciones depredadoras contra el ciudadano.
“La crisis”, argumento que la banca y la clase política (banqueros frustrados, títeres de los banqueros profesionales, avalados por votos de crédulos y anestesiados ciudadanos) utilizan, desde que alguien destapó la liebre y esconder la situación, que en alud de restricciones lanzaban sobre nosotros, era insostenible.
Nos mintieron antes de “la crisis”, mientras la alimentaban. No podían perder el tiempo en hacer cálculos que no fueran los necesarios para determinar los millones que podían obtener, trasvasar y convertir en créditos que volverían engordados a la casa del dinero. Nos mienten también ahora, bajo el epígrafe de que todo lo que nos sucede es causa de “la crisis”. Así, con un sustantivo abstracto, enfrentado semánticamente a nombres concretos como derechos humanos, hambre, paro, miseria, entre otros, pretenden que caigamos en sus intolerables pretensiones: mantenernos en la creencia de que ellos, políticos y bancos, no son culpables de nada sino que, bien al contrario, están incluso dispuestos a rescatarnos, a comprar nuestro futuro, si les damos lo que nos piden, lo poquísimo que por ahora el estado y el capitalismo aún nos “dona”: respirar.
Pues bien, tras más de 7 años de engordar al monstruo de las mil cabezas, esa crisis que es la culpable intangible de nuestra NADA, continúan mintiéndonos, mirando hacia otro lado, dándonos pequeñas moratorias vitales que apenas duran unos días: tan pronto un ministro (ya no importa en absoluto el nombre, el color, la pose o la lateralidad de su mueca) nos miente para esperanzarnos con que a dos años vista la situación económica, de nuevo LA CRISIS, mejorará como tan pronto una organización oficial y muy europea, con intereses y miembros sospechosamente enfrentados al ministro vocero de turno, se sacará de su manga con doble fondo cifras y niveles que, una vez más, nos harán ver que no, que la agonía no es el camino sino también el inicio y el final de nuestro trayecto. Con cada golpe de contradicción, con cada pateo en la mente colectiva, nuestra comprensión de “la crisis” se hace más ínfima, no nos atrevemos a dar un argumento, a hacer una pregunta, no podemos entender cómo las cosas pueden empeorar, como continuamos sin encontrar trabajo, como la llegada de un ministro cuatro veces ministro, y cuatro veces corrupto, puede hacer que hoy mi miseria valga aún menos para el mercadeo del capitalismo, del que somos una cifra, un posible beneficio cada vez menos posible.
“La crisis”. Resígnate, ella es la “culpable”: No pienses, resígnate. Si ya nada, nada nuestro, era “urgente” para ellos, la crisis ha hecho que ese adjetivo, directamente, haya desaparecido de cualquier diccionario. Grecia se estremece antes de claudicar totalmente; se cierne sin misericordia la epidemia de la crisis de la deuda, infectándonos a todos (menos a ellos); la unión europea, alelada tras recoger un precio inmerecido, se mantiene en stand-by aunque, eso sí, organiza cumbres infructuosas y onerosas, que son burlas para dilatar aún más nuestro tiempo de asfixia.
¿Cuántas reuniones oficiales se han mantenido para discutir un supuesto plan a largo plazo con la finalidad de construir una unión bancaria europea real? No es urgente conseguirlo.
¿Cuántas conferencias y cumbres, con la pretendida misión de legitimar la democracia, una prostituta que no es ya ni de lujo, y asegurar la equidad y aplicación de las medidas consensuadas por la meretriz madre de los europeos? No es urgente lograrlo.
¿Qué tendríamos qué pensar después de ver que, a pesar del tiempo de vida de “la crisis” las pretensiones, si las hay, de estructurar un fondo anticrisis europeo para ayudar a los países más débiles (los más saqueados y chantajeados por parte de la banca y los hijos más poderosos de la madre Europa)? ¿Por qué sentir tanta urgencia? Resígnate: es la crisis.
¿Cuántas reuniones cacareando la necesidad de que exista un tesoro europeo que desarrolle una capacidad fiscal más acorde con “la crisis”? No es urgente. Resignación.
¿Cuántas llamadas telefónicas, citas para acuerdos, conversaciones y otra parafernalia para intentar diseñar un conjunto de propuestas coherentes con las que mutualizar la deuda europea? No es urgente.
Nada es urgente. Nada les es urgente, a ellos, excepto seguir oprimiendo la manivela del garrote vil con el que nos controlan. Mientras, para NOSOTROS, lo urgente es SOBREVIVIR.
“La crisis”. Culpable que intentan eternizar. Excusa que no sirve tras años y años de su existencia. Que no debería servir para esquivar el siguiente y único paso: salir de ella. Pero eso no interesa a quienes copularon con la podredumbre para parir una crisis que nos dejaría como individuos con el pensamiento y la voluntad trepanados, a quienes se cobran, con nuestra hambre, el mantener ese proceso de perversión ideológica y económica que mal-llaman política.
Les vale más, para sus propósitos, seguir con el mantra particular que han escogido para idiotizarnos, primero, y convertirnos en sus esclavos, después: “La crisis” es la culpable. Resígnate, nada se puede hacer”.
[1] El jueves 11 de marzo de 2008, alguien, nadie sabe quién, hizo la apuesta más loca que se haya visto nunca en Wall Street. El misterioso personaje invirtió 1,7 millones de dólares en una serie de opciones, apostando que las acciones del venerable banco de inversión Bear Stearns podrían perder más de la mitad de su valor en nueve días o menos. Era una locura, «como gastar 1,7 millones en billetes de lotería. (Matt Taibbi)
* Publicado en La Mosca Roja