Cerco al inmigrante
No le bastó con quitarles la tarjeta sanitaria a más de 800.000 inmigrantes en situación administrativa irregular. Con la nueva Ley de Seguridad ciudadana, el gobierno español pretende impedir el uso de locutorios a quienes no muestren una identificación oficial. El gobierno no ha confirmado si exigirá el pasaporte o el Documento Nacional de Identidad. Se contemplan multas de hasta 60.000 euros para los establecimientos que no lleven un libro de registros con una relación de usuarios y datos identificativos.
Con la excusa de perseguir “chats” que inciten a la violencia religiosa por parte de musulmanes y de luchar contra otros delitos relacionados con el tráfico de drogas, les quitan a los inmigrantes un canal de comunicación con sus raíces. Ni siquiera podrán disuadir a otros de dar el salto con una advertencia: la vieja Europa idealizada tiene fisuras.
El senegalés Mactar Thiam Fall puso en marcha un proyecto para que sus paisanos conocieran las realidades de Europa que no muestran las películas ni la mayor parte de los medios de comunicación.
Los llamados “mercados” han quedado por encima de las personas y de las conquistas sociales que caracterizaban a Europa en el imaginario colectivo. De ahí el inmigrante que muere de tuberculosis ante la negativa de hacerle una simple prueba, las familias desahuciadas por no poder hacer frente a una deuda con un banco tras haber perdido el empleo, la pérdida de servicios de teleasistencia para personas dependientes, los recortes en sanidad y en educación y el creciente número de niños que van al colegio con el estómago vacío. Estos atropellos, antes consideradas “tercermundistas”, empiezan a vivirse en la Europa que cierra sus fronteras, que criminaliza la pobreza.
En política, ganan protagonismo partidos racistas en distintos países. Alimentados por un discurso demagógico, han convertido a los inmigrantes en “chivos expiatorios” en épocas de crisis, como si fueran los causantes y no sus principales víctimas. En los últimos años ha habido incidentes de violencia contra inmigrantes en Francia, en Italia, en Hungría y en Grecia.
Algunos medios de comunicación alimentan la alarma social con afirmaciones de que 50.000 inmigrantes están preparados para embarcarse desde Marruecos hasta España. Peor que los titulares son las imágenes en las portadas de inmigrantes subsaharianos colgados de la valla que separa Marruecos de Melilla. Según el informe Balance Migratorio en la Frontera Sur elaborado por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA)en 2013 fueron interceptados en España 7.550 inmigrantes irregulares contra los 15.572 de 2008. Poco se ha dicho de las 130 personas que perdieron la vida cuando intentaban llegar a España, sin contar aquellos que no fueron encontrados.
Se instala un discurso de “inmigrantes que invaden” para quedarse con el trabajo, como si abundaran las oportunidades, y para dedicarse a la delincuencia. El desempleo no sólo perjudica a los ciudadanos europeos. Muchas veces, los que “vienen de fuera” realizan trabajos que nadie más quiere, o cobran en negro para ahorrarle dinero a quien lo emplea. Cuando hay trabajo, recogen fresas a temperaturas asfixiantes en los invernaderos del Sur de España. También varean olivos para las aceitunas y recorren todo el país en función de las temporadas. Cuando no hay trabajo vuelven a su país como Hassan, protagonista marroquí de la película El rayo. Como él, miles de ecuatorianos han vuelto a su país en los últimos años porque no encontraron oportunidades. Si en su tierra tampoco encontraran trabajo, al menos tendrían redes de apoyo familiar y no tendrían que pagar un alquiler o una hipoteca en euros que no pueden ganar. Taxistas, fontaneros, albañiles, cocineros y profesionales de otros sectores se acogieron al plan de retorno voluntario que impulsó el gobierno anterior, durante los comienzos de la crisis.
* Periodista, coordinador del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS). ccs@solidarios.org.es
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