Juan Larrea y Versión celeste: 50 años

Juan Larrea y Versión celeste: 50 años

Arturo del Villar*. LQS. Abril 2020

La aparición en 1970 de Versión celeste sorprendió a los críticos, que calificaron al autor con términos como resucitado, desconocido, redescubierto, recuperado, y otros semejantes, incluso maldito

Desde el exilio llegó hace cincuenta años Versión celeste, el volumen en que se recoge casi toda la obra poética de Juan Larrea, publicado en Barcelona por Barral Editores, con 335 páginas. Contiene prólogos de Gerardo Diego, Luis Felipe Vivanco y Juan Larrea, que además traducen al castellano los originales franceses, labor cumplimentada también por Carlos Barral. Se recuperó así en España al poeta “raro” del grupo del 27, uno de los más inspirados, que apenas se interesó por la publicación de sus versos, porque su anhelo no consistía en ser poeta, sino en hacerse él mismo poesía.

Juan Larrea y Versión celeste: 50 años

La recuperación internacional la había hecho el año anterior Giulio Einaudi, el gran editor italiano amigo de la España democrática, al publicar en Turín Versione celeste, un volumen de XXII+250 páginas, encuadernado en tela con sobrecubierta ilustrada por Joan Miró, edición preparada, prologada y con las traducciones realizadas por Vittorio Bodini.

Es “un caso raro” en la poesía española, en primer lugar porque la mayor parte de su obra poética está escrita en francés, en tanto utilizó el castellano para la muy abundante e interesante obra en prosa. Se exilió voluntariamente en 1926 de la España regida por el autócrata Alfonso XIII, para instalarse en París y entrar en contacto con los movimientos estéticos de vanguardia. Regresó en 1935 para exponer un conjunto de antigüedades precolombinas que había conseguido traer a España sin ánimo de lucro personal, ya que se las regaló a la República Española y se exhiben en el Museo de América. Fue el motivo del odio que le dedicó Pablo Neruda.

Al producirse la sublevación de los militares monárquicos en 1936 se puso al servicio del Gobierno leal y realizó una gran labor difusora, junto con su amigo Pablo Picasso. Tras la derrota del Ejército Popular se instaló en México primero y después en la Córdoba argentina, siempre ocupado en propagar la cultura republicana En diciembre de 1977 volvió a Madrid para presentar su ensayo Guernica, una explicación del famoso cuadro de Picasso, que él vio crearse y presidir la inauguración de la exposición “Artistas del 27”, el 29 de diciembre, en la sala de la Dirección General del Patrimonio Artístico y Archivos y Museos del Ministerio de Cultura. Regresó a Córdoba y murió calladamente el 9 de julio de 1981, tanto que la noticia sólo se dio a conocer dos meses después: misterioso en vida y en muerte.

Un polizón ultraísta

Fue tan misterioso que incluso se llegó a poner en duda su existencia, suponiéndose que era un seudónimo utilizado por Gerardo Diego. Habían sido condiscípulos en Deusto durante los años de licenciatura en Letras, y Gerardo Diego se empeñó en dar a conocer sus poemas, tarea que a él no le preocupaba. Los publicó en su revista Carmen, editada en 1927 y 28, y en las dos antología de Poesía española preparadas para la editorial Signo en 1932 y 1934. Al no vivir en Madrid se podía dudar de su realidad física.

En la inauguración de la exposición dedicada a los artistas plásticos del 27 afirmó que se consideraba un polizón dentro del grupo poético, ya que fue Gerardo Diego quien dio la cara por él. Y explicó que se calificaba como ultraísta, pero no en el sentido de pertenecer a ese efímero movimiento vanguardista, sino en la orientación etimológica de la palabra: era un testigo del más allá existente en el más acá, y propuso la denominación de ultraísmo espiritual para calificar su poesía.

Añadió también que en su evolución poética había pasado de la lírica a la épica en acción, puesto que abandonó la escritura en verso para realizar la poesía en la práctica y en todos sus escritos, también los redactados en prosa. Es cierto que desde 1932 dejó de componer poesía, para dedicar toda su atención a la pintura, a la arqueología, a la espiritualidad, y a ensalzar y estudiar a su amigo César Vallejo. Desde entonces fue un teorizador, aunque se deba recocer que sus teorías son poéticas y se basan en apreciaciones subjetivas desde su especial contemplación del mundo y de la historia, más que en el análisis de realidades objetivadas.

El proceso creador

Por todo ello la aparición en 1970 de Versión celeste sorprendió a los críticos, que calificaron al autor con términos como resucitado, desconocido, redescubierto, recuperado, y otros semejantes, incluso maldito. En un “Prólogo del autor” explicó Larrea el motivo de esa edición recopilatoria de sus antiguos poemas, ya que en sus tres cuartas partes permanecían inéditos. Para mayor distanciamiento lo escribió en tercera persona, como si comentase una obra ajena, y en realidad después de tanto tiempo transcurrido desde la creación debieron parecerle de otro. Se lee allí:

Salvo en raras ocasiones –como la condicionada por su estrecha amistad con Gerardo Diego–, el poeta evitó caer en la tentación de dar a imprimir algunos de sus textos que, no obstante su interés de vislumbres referenciales, para él eran sólo circunstanciaciones insatisfactorias de su proceso íntimo. Cuando éste, luego de alcanzar su vórtice enajenatorio, se vio inducido a tratar con materiales menos abstractos, dichas producciones se archivaron a la espera de que quizá el otro aspecto más racional de la experiencia, más terrestre y positivo, justificara algún día la publicación de esta Versión celeste como evidencia de la calidad psicoespiritual del proceso sobrellevado y de sus fases preliminares.

La cita está transcrita exactamente de la página 44; las palabras desconocidas ajenas al Diccionario de la lengua española forman parte del léxico peculiar de Larrea, que hace a menudo difíciles de comprender sus ensayos.
Ese proceso íntimo aludido se contrajo al exponerlo mediante la escritura. En el primer número de la revista Favorables París Poema, editada en París con su amigo César Vallejo, se incluyó una tarjeta de visita con esta indicación: “César Vallejo y Juan Larrea solicitan de usted su más resuelta hostilidad.” Todo lo contrario de lo que suelen hacer los editores.

Es que la declarada ideología muy a la izquierda de los dos poetas los animaba a despreciar la literatura burguesa, destinada a satisfacer unos gustos pequeñoburgueses que les repelían. Confiaban en alejarlos de sus publicaciones, para crear un arte nuevo, sin resonancias de un pasado que debe estar ya superado precisamente por serlo. En la misma revista publicó un “Presupuesto vital” a manera de exposición de su estética, en el que afirmó:

Así está nuestro idioma de rechinante e incurtido, así extraordinaria es la página donde las palabras no huelen a diccionario y sí a boca fresca, así nuestra sensibilidad circulante está de paquidermizada y nuestra historia literaria se reduce a una simple suposición de flores a porfía en el vacío. Nuestros jóvenes ¿qué obra comenzada han heredado? ¿A qué manos han venido a sustituir las suyas? (Página 310.)

Los sucesos biográficos y políticos indujeron a Larrea a tomarse como referencia de la escritura, que le pareció profética. Trasladó la trascendencia lírica a la prosa de sus ensayos, en lo que él mismo definió como “un procedimiento poético-filosófico” en La espada de la paloma. Los poemas compuestos durante su juventud quedan explicados en los ensayos de carácter espiritual redactadas en su madurez creadora, durante los largos años de exilio. En conjunto son un universo recuperado para la cultura.

* Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio.
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