Collages. Excerpta* de prohibiciones

Collages. Excerpta* de prohibiciones

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

El Miedo es universal. En el planeta Tierra, la Humanidad, los animales y los enmudecidos vegetales, sienten que sus vidas están amenazadas. Tener Miedo es una emoción auténtica que se deduce del análisis holístico del entorno. Es un corolario objetivo/subjetivo a partes iguales -léase, no es un prejuicio. Siguiendo la inercia lógica del análisis binario, la Humanidad afronta el Miedo desde dos perspectivas básicas: el egoísmo y el altruismo.

Las dos ramas de esta clasificación binaria no son axiomas –definidos porque no necesitan demostración- sino postulados –que sí la necesitan. Los científicos, únicos en lo que confiamos algo -no todo porque también ellos dependen del marco cultural de su sociedad-, están divididos sobre un punto que no está estrictamente homologado según la acrisolada regla de prueba y error sino que acata los volubles márgenes culturales. Pese a lo cual, para el abajo firmante, está demostrado que la Humanidad sobrevivió y sobrevive por la ayuda mutua, sinónima de altruismo.

Sin embargo, pocos pasos después de formularse sintéticamente, el dilema altruismo/egoísmo derivó al campo semántico de la prohibición. Dicho de otro modo, a la disyuntiva permisividad vs. intolerancia. Aquí los peores enemigos del debate no son los que toman partido a uno u otro lado sino los que presumen de estar por encima del bien y del mal. Uno de los signos que les obsesiona es Prohibido prohibir ante el cual la adusta pandilla de ‘egoístas’ se identifica fácilmente puesto que, en el lenguaje coloquial, son precisamente los mismos que, durante el tardofranquismo, cacareaban el arcaico aforismo “no soy de izquierdas ni de derechas” –décadas después, siguen aferrados a tan burda consigna.

Ejemplo: uno de sus voceros más propagandeados es el españolísimo dizque filósofo J.A. Marina, cristiano militante, sacristán de los sufridores insufribles y abanderado de la confusión. Así sermonea sobre el susodicho eslogan: “el famoso lema libertario de 1968: “Prohibido prohibir”. En realidad, estaba anulando la libertad, porque todo ejercicio de un derecho lleva aparejado la prohibición de su contrario”. Galimatías que se deshace con una simple pregunta: entonces, si los sesentayochistas hubiéramos escrito en las paredes “prohibida la libertad”, ¿hubiéramos dejado de ‘anular la libertad’? La lógica mariniana es tan utilitaria –i.e., reaccionaria- como contradictoria. No merece que la sigamos analizando.

Contra estos enchufados se levantan las evidencias de que no sólo la Humanidad necesita la ayuda mutua sino que ésta se extiende empíricamente hasta los animales, sean gregarios o solitarios en alguna fase de sus vidas. Permítasenos un inciso anecdótico: existe una expresión manida y sorprendente, la de “los lobos solitarios”, que embrolla todo cuando hipertrofia la excepción-que-confirma-la-regla pues sabemos que cualquier cánido (familia decididamente gregaria) muere si es expulsado de la manada -y, sin embargo, inmersos en el rampante individualismo humano, pareciera que los lobos por antonomasia son los solitarios.

Los animales tienen Miedo y suponemos que, cuando hayamos aprendido a descifrar su lenguaje, colegiremos que los vegetales también –hasta podríamos dictar una Física/Química sobre las disputas internas en el reino mineral, piedras riñendo extenuadas en sus cunas atómicas. Para dominar ese Miedo, manejarlo o apaciguarlo, la Humanidad inventó las prohibiciones: millones de corsés que nos auto-imponemos sin parar mientes en su racionalidad ni tampoco en su verosimilitud. Si observamos la realidad nuda, comprobaremos que el catálogo de semejantes prohibiciones tiende a infinito.

Una sociedad sin proscripciones es lógica y antropológicamente impensable. Algunas son razonables, otras no tanto y unas cuantas hasta grotescas –las de índole religiosa son incluso perniciosas. Pero la mayoría han sido maquilladas por el Mito cuya gracia estriba en que aparenta no ser metáfora sino razonamiento directo. No obstante, pese a esta trampa del mito, es cierto que sólo con un diluvio de metáforas sobreviven muchos interdictos.

El mito –nunca confundir con esa arrimada espuria que es la religión-, interviene cotidianamente para racionalizar la imposición de las prohibiciones de origen legendario pero lo hace con métodos para-racionales o anti-racionales. Ejemplo de lo primero: los pueblos que prohíben el consumo del cerdo, la mantienen pese a que fue implantada en una época remota en la que los suinos domésticos podían transmitir la rabia u otras enfermedades graves pero ahora, aquellos pueblos han mutado en otros pueblos que, a veces, conservan el mismo etnónimo pero que ahora son muy diferentes –tienen otros vecinos, otra dieta alimenticia, otro urbanismo… y otra densidad demográfica aunque se haya incrementado el (supuesto) origen de la prohibición: el hacinamiento urbano. Ejemplo de anti-racionalidad: la subordinación de la mujer, latente en Occidente y patente en Oriente.

Miscelánea

O catálogo de la infinitésima parte de los millones de corsés:

Los libros prohibidos por el Vaticano: son miles de volúmenes que fueron sagrados. Ejemplos: la Biblia del Oso de Casiodoro de Reina, publicada en 1569, primera traducción al castellano de uno de los numerosos textos ‘originales’; y el Tratado teológico-político de Baruch Spinoza donde, suprema herejía, se afirmaba que la Biblia había sido escrita por hombres y no por dios. Y se expurgaron libros nacidos de los mismísimos cuernos de Satán como El origen de las especies (Darwin, 1859) que pudieron costarle la vida a su autor y que todavía son anatema en las escuelas anti-evolucionistas -ahora modernizadas como del diseño inteligente. La lista negra vaticana fue una herramienta cotidiana –y asesina- en la represión de los disidentes. Para no extendernos, bástenos citar el Index librorum prohibitorum (Trento-Venecia, 1564; última edición, 1966) cuya penúltima versión de 1948 constaba de unos 4.000 títulos entre los que se contaban desde Erasmo, Montaigne, Kant y Beccaria hasta la obra completa de Balzac.

Las prohibiciones alimentarias: comunes a todas las culturas pero cuya actualidad es efecto de la religión aunque su raíz puede estar en una religión indígena (término dudoso) o incluso perderse en la noche paleontológica. Es famosa la distinción judeo-islámica entre halal (permitida) y haram (prohibida) pero es extravagante que los animales no sólo se clasifiquen según la sangre sino también según la especie. Ejemplo: los peces suelen ser halal pero no así los mariscos “que no sean peces” (¿) Y suelen ser haram los brutos colmillúos o con garras. Aunque en otras religiones es difícil distinguir, anotemos que los murciélagos están prohibidos por los judíos. Y el café o el té por los mormones. O las zanahorias por los Jainitas mientras que los Hare Krisna son vegetarianos micófobos. Para terminar, el colmo: los Yazidíes de reciente fama, no pueden comer lechugas.

Si entramos en la política convencional, es probable que el mayor disparate taxativo sea el precepto contra el regicidio, cara oscurecida de la idolatría monárquica. Pero ello nos abriría un enorme campo –modelno y minado. Esto por lo que atañe a sociedades relativamente conocidas. Si entramos en la etnografía de los (mal) llamados ‘pueblos primitivos’, entonces la enumeración se dispara porque todos esos pueblos sufren o disfrutan de unas reglas políticas y alimentarias propias de cada etnia. Son tabúes de mayor o menor coerción que los indígenas suelen justificar por vía mitológica pero cuya traducción al idioma estudioso tiende a añadir el componente medio ambiental –los XXX no comen gallinas en tal o cual época y por tal o cual colectivo porque percibieron que amenazaría la reproducción de la especie.

Porno y vals

El collage que encabeza esta nota incluye una porno-señora ligera de ropa y su contraria, una burguesa hiper-ataviada. Hemos seleccionado a las dos porque el vals es, hoy, el paradigma del baile comedido. Pero no siempre fue así. En los siglos XVIII y XIX, dominados por el ortopédico minué, el walzen del Tirol aderezado por el volte del Medioevo francés, estuvo prohibido por procaz –el diccionario Oxford de 1815 lo tildaba de “desenfrenado e indecente” y hasta Lord Byron lo denostó. Hasta que, en 1867, Johann Strauss jr.(1825-1899) estrenó su Danubio azul y el vals pasó a ser el baile obligado de la BBC -bodas, bautizos y comuniones. Aun así, la UNESCO no lo clasificó como Patrimonio Cultural Inmaterial hasta 2017.

En la esquina inferior derecha, dos putti miran el culo de la porno-estrella. Se han vuelto más traviesos de lo reglamentario desde que, pese al Ogro que les vigila, han leído El Quijote. En la esquina superior drcha., una purrela de militares decimonónicos no sabe qué pensar de la escena –y eso es peligroso porque, cuando un mariscal no sabe si aplaudir o abuchear, suele inclinarse por ametrallar a las actrices.

(*) Para la insufrible RAE, excerpta es “colección, recopilación, extracto”.

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