Collages: Missionalia (Parte II)
Por Nònimo Lustre. LQSomos.
Como acostumbran todas las mesnadas invasoras, las religiones presumen de sus Adelantados que, en este caso, son llamados ‘misioneros’. Vistas desde Occidente y calculadas en macrocifras globales, las Misiones son de dos tipos: las buenas y las malas. Las buenas son las cristianas y las malas, las mahométicas. Nos gustaría que sus respectivas fuerzas estuvieran equilibradas de manera que se entremataran y exterminaran entre ellas pero no es el caso: las ‘buenas’ son mayoría aunque nadie descarta que otras adoraciones como el budismo, el taoísmo, el jainismo, etc. alteren este estatus quo en el futuro. Hoy, vamos a comentar sólo a las cristianas
– Collages: Missionalia (Parte I) –
Menos el fondo de la viñeta nº 9, todas las ilustraciones provienen de revistas propagandísticas de misioneros católicos. Si nos obligaran a escoger un motivo icónico predominante en estas revistas, quizá escogiéramos aquellos que manifiestan su obsesión por ‘universalizar’ la más rancia iconografía mariana. Les fascina disfrazar a la Virgen María (Miriam, para los mahométicos) La cuelgan hopalandas y máscaras japonesas, turcas, etíopes, amerindias… ¿Por qué? Probablemente porque se ejercitan en el mezquino lema “Aparenta, aparenta, que algo queda”. Inocula a los invadidos que Miriam-María es igualita que sus señoras y, antes o después, tan grosero embuste acabará imponiéndose.
A continuación, las cinco ultimas de las nueve edificantes estampas en cuya confección sólo han intervenido las tijeras y el pegamento –cero photoshop.
5. CARTA DESDE JAPÓN Y NIÑA BEATA
Estamos ante varios casos reales: los sellos postales son reales y también lo es la virgen disfrazada de japonesa -¿precisamente de geisha? Pero el caso más auténtico –y el más presuntuoso- es el que comienza en las dos viñetas de abajo, las mismas que grafican la peripecia de la niña Laura Vicuña (1890-1904), declarada Venerable en 1986 y, finalmente, beatificada desde 1988. Lamentamos informar que la Beata Laura sigue siendo sólo beata; porque es ciertamente lastimoso que Roma no continuara con Ella los cercanos precedentes de niñas/os canonizados. Por ejemplo, santa María Goretti (muerta a los 11 años y glorificada como símbolo de pureza en 1950) y santo Domingo Savio (muerto a los 14 años, enaltecido en 1954)
¿Por qué el Vaticano no profundizó en su tradición de éxtasis infantil?, ¿por qué, pese a su ejemplaridad, Laurita no asciende propiamente a los altares? Los designios del Vaticano son tan oscuros como la contabilidad del dineral que requiere el proceso de canonización. Sin embargo, hace pocos años, se descubrió que el misterio estribaba en la raza de la niña beata: en 2010 y gracias a una foto en la que Laurita parece junto a sus compañeras de clase, se evidenció que ¡era mestiza! Y, además, fue una mestiza que presumía de buena familia chilena. Goretti y Savio eran caucásicos. Pero Laura Vicuña llevaba sangre indígena, seguramente mapuche, justo cuando los ejércitos de Argentina y de Chile volvían victoriosos de sus respectivas ‘campañas del desierto’ –eufemismos por ‘exterminio de los salvajes’.
6. SACRIFICIO POR CULPAS AJENAS
Continúa el episodio de la Niña Beata. La mestiza Laurita está acongojada porque su mamá es una de las concubinas de un cruentísimo terrateniente que las apaliza, tanto a la madre como a la hija. En lugar de que la mamasita explique a Laurita que no tiene salida, que el mandón la obliga, la madre se autoinculpa de la explotación a la que está sometida. Manifiesta así una de las señas de identidad del cristianismo: que las víctimas se crean responsables de su desgracia y que una tercera persona –personita en este caso-, pague por ella. Lamentable pero comprensible cuando se contempla que el problema es sólo individual y no lo que es realmente: colectivo, clasista si se prefiere.
Ante el lecho de muerte de su hija, la madre jura que ‘dejará a ese hombre’ y que se confesará. La tuberculosis corroe a la niña Laurita que, mientras tanto, sueña en el collage con fogonazos de un erotismo que nunca la dejaron conocer pero que, en plena edad del pavo, estimula su diario cosquilleo. Este inverosímil tebeo misionero huye de la connotación porno-púber pero se adelanta a un hecho similar: el de Alexia González-Barros (1971-1985), niña española declarada Venerable en el año 2000, cuyos padres ofrecieron su larga agonía y su muerte a la mayor gloria del Opus Dei. En 2008, Javier Fesser firmó Camino, una gran película en la que se detallan las fantasías adolescentes de Alexia, Sierva de Dios –un trasunto verosímil de la crueldad de cualquier congregación religiosa, adore al dios-alá-buda que adore.
7. ¿TANATOFILIA O ESCALAFÓN?
No sólo los legionarios hispanos son Novios de la Muerte. A tan hipócrita tanatofilia se unen algunos misioneros, no muchos pero sí mucho más notorios gracias a la propaganda de sus congregaciones. Es el caso de Karl Leisner (1915-1945; Leisner, no Leisler como escribe el descuidado tebeo), un cura católico que fue beatificado en 1996 pero que –como en el anterior caso de Laurita-, aún no ha sido canonizado.
Antes de ser apresado por la Gestapo, Leisner lideró varios movimientos católicos que –se decían- adversarios del nazismo pero cuyas acciones misioneras nunca fueron sediciosas ni conocidas ni duramente reprimidas por los hitlerianos. Más o menos como cuenta el tebeo propagandístico, en Dachau, Leisner se coronó de diácono a sacerdote, celebró una única misa muy poco antes de la liberación del lager o campo de concentración y enseguida fue llevado a un sanatorio donde murió tres meses después. Dicho en breve: no murió en el lager. Lo interesante del caso Leisner es que la propaganda insiste en que su máxima aspiración era que un obispo le ascendiera de rango. Si hemos de creer al tebeo-cómic, no le importaba tanto su propia muerte como su posición en el clero católico. La Iglesia católica es una institución político-numismático-doctrinaria extremadamente jerarquizada –burocratizada. El escalafón importa mucho para sus tonsurados funcionarios, tanto que las cuestiones teológicas están relegadas a un plano secundario. Y Leisner es un buen ejemplo de que la burocracia acaba ganando a la Fé.
8. EJÉRCITO Y MISIÓN
Basta de burdas patrañas. Si las Iglesias quieren ser mínimamente verosímiles, exigimos que confeccionen patrañas mejor elaboradas. Porque no es cierta la fábula de que los misioneros levantaron sus imperios inmobiliarios –sus iglesias, internados y mercados- sin el concurso de la fuerza militar. En este caso, la mismísima propaganda misionera demuestra palmariamente que el famoso fraile Junípero Sierra fue siempre a rebufo de los batallones virreinales. Léase, que nunca irrumpió en un territorio amerindio que antes no hubiera sido ‘pacificado’ por las armas de fuego. Así reza textualmente: el gobernador le explica al no-tan-intrépido fray que “enviaremos una expedición marítima y otra terrestre con el fin de fundar misiones”.
Con ello ser grave, es aún más pernicioso que el tebeo abunde en una de las más groseras bagatelas que dominan el relato de la Invasión de las Yndias. A saber, que los misioneros enseñaron agricultura a los amerindios. En tal caso, ¿quién domesticó el maíz, la papa y el pavo-guajolote? Además, ¿qué sabían del agro unos devotos, literalmente ‘desertores del arado’, que no distinguían a un pino de un geranio? Si ni siquiera han resuelto el embrollo de la Santísima Trinidad, ¿cómo se atreven a pontificar sobre las leyes de Mendel o sobre la genética de la vicuña? Item más, si ni siquiera conocían su propia tierra hispana, más aún ignoraban los andurriales habitados por los amerindios. No obstante, la propaganda misionera es muy clara: aunque fuera a trancas y barrancas –puede leerse, a arcabuzazos-, el fin era meridiano: “dominar “una tierra igual a España, donde crecerán los frutales y las hortalizas del Mediterráneo”. La Invasión de aquellos estrambóticos ‘ingenieros agrónomos’ consiguió –with a little help from las armas- eliminar la obra pública y la técnica agraria amerindia con el consiguiente perjuicio ambiental y alimentario –por no decir étnico- pero hoy observamos que el resultado es el contrario al preconizado por la propaganda misionera: hoy, en el Mare Nostrum, lo que se producen son ‘americanidades’ como aguacate, mango (especie indifera) y ron.
9. UNA INSÓLITA HISTORIETA
Si no lo leo, no lo creo: ha sido insólito topar con esta historieta en una revista de propaganda misionera católica. Cierto que la Iglesia sostiene su actividad bursátil en la venta de futuros –cielo e infierno- dentro de cuya escatología el apocalipsis es un factor espléndido pero estas viñetas nos muestran que, hace décadas, la missionalia católica entendió que debía adaptarse al signo de los tiempos –aggiornarse, se dijo. Y lo hizo lanzándose sin paracaídas a un concepto antagónico a su dogmática: la anti-creación. ¿Cómo se atrevieron a menoscabar, aunque sólo fuera por vía artística, ese robusto pilar de la estulticia occidental que es La Creación? Por dios-y-por-la virgen, ¡si es lo que distingue a Occidente del resto del mundo! Porque, nunca sobra decirlo, la creación es una señal indigerible para muchas otras culturas –y, desde luego, para multitud de occidentales racionales.
La perfidia clerical es grande y, a veces, perspicaz. En este tebeo, los propagandistas de la Fe afilaron su ingenio y optaron por incurrir en lo que sus obispos tildaron seguramente de ‘ilogismo’: invertir la veterana lógica de la Creación por el sencillísimo método de usar el prefijo “anti”, antes reservado para el Mal y ahora heraldo del Bien Absoluto que, por supuesto, sólo puede ser la Creación. ¿Cómo lo abordaron?, ¿destruyendo el concepto? No tanto, hablamos de clérigos, no de curas con trabuco: manteniéndolo pero disfrazándolo de futuro. Por ello, repitieron mecánicamente el mefítico calendario bíblico (“… y el Séptimo Día, descansó”) pero suplantando los prodigios de la Creación según etapas por la Destrucción en los mismos fascículos. Ingenious device, voto al chápiro verde.
Por razones de espacio, en este collage, sólo hemos seleccionado tres días ‘divino-creativos’ -1º, 6º y 7º. Pero hemos de reconocer que la primera línea de su diatriba es asaz contundente: “multiplicación de la producción”. En efeto, hace tres décadas dieron en la clave de la destrucción. El resto de las admoniciones –incluyendo los tremebundos “químico y nuclear”- es mero correlato de ese factor fundamental.
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