Colombia: Glifosato
Cecilia Zamudio. LQSomos. Mayo 2015
Capitalismo, desplazamiento poblacional, Glifosato y malformaciones congénitas
En el sistema capitalista el Terrorismo de Estado es un hecho recurrente, es empleado para producir parálisis de las reivindicaciones sociales y para provocar masivos desplazamientos poblacionales para beneficio del gran capital.
En Colombia el Terrorismo de Estado está estrechamente ligado a la acumulación capitalista: 40% del territorio colombiano está tramitado en concesiones a multinacionales mineras. La estrategia del desplazamiento forzado de poblaciones intenta quebrar la resistencia popular frente a la depredación de los recursos naturales, y vacía de su población las zonas codiciadas por las multinacionales. Esta estrategia se ejerce también según las directrices estadounidenses de despoblar el campo, en una tentativa de exterminar la base social de la guerrilla. Lo que los marines llamaron en Vietnam “quitarle el agua al pez”, al implementar su macabro accionar de las aldeas arrasadas.
El instrumento paramilitar es cofinanciado por las multinacionales y latifundistas, y coordinado desde el mismo Estado para sembrar el terror en la población mediante masacres y torturas. Este instrumento paramilitar se consolidó por instrucción estadounidense: la misión Yarbourough de 1962 preconizó la creación de grupos paramilitares, promovidos por el Estado, cuyo objetivo ha sido asesinar a los comunistas y a todos aquellos que reivindiquen por justicia social. La doctrina contrainsurgente y el concepto del “enemigo interno” que rigen el accionar del ejército colombiano, toman su inspiración en los manuales franceses y estadounidenses que preconizan la tortura de forma sistemática, así como el empleo del desplazamiento masivo de poblaciones. Los manuales de la CIA, como el KUBARK, instruyen en torturas físicas y sicológicas (1).
El Terror de Estado en Colombia ha causado decenas de miles de desapariciones forzadas(2), más de 9.500 presos políticos, el 60% de los sindicalistas asesinados en el mundo son asesinados en Colombia por agentes estatales o la herramienta paramilitar. El Estado colombiano ha eliminado físicamente un partido político: La Unión Patriótica, con más de 5.000 militantes asesinados(3). La mayor fosa común de Latinoamérica, fue hallada detrás del Batallón Militar en la Macarena, con 2000 cadáveres de desaparecidos por la Fuerza Omega del Plan Colombia, Fuerza que tiene asesoría estadounidense (4).
Colombia es el segundo país del mundo a nivel de desplazamiento forzado de poblaciones, tras Siria (5). Más de 6,3 millones de personas han sido desplazadas en Colombia por una planificación del terror al servicio de la acumulación capitalista: han tenido que abandonar sus tierras tras sobrevivir a masacres dirigidas intencionalmente contra la población, ejecutadas por el ejército y la herramienta paramilitar. Hay responsables de esta planificación del terror, y esos responsables son aquellos que explotan la tierra para capitalizar mediante la agro-industria y la mega-minería. Las personas obligadas a desplazase no son desplazadas por la “bala perdida”, ese comodín que usan los medios del capital, para impedir la comprensión de la realidad.
Los bombardeos del ejército sobre las comunidades campesinas y las fumigaciones son también instrumentos para el desplazamiento poblacional. Las fumigaciones se hacen bajo el pretexto de “la lucha contra el narcotráfico”; pero son fumigados sembradíos alimentarios con Glifosato, envenenando la vida y el agua.
La OMS declaró recientemente ser cierto lo que los científicos y las comunidades denuncian hace décadas: el Glifosato es un peligro mortal. La OMS lo clasifica ahora como un agente cancerígeno de categoría 2A. Le hizo falta mucho tiempo a la OMS para esta clasificación: ¿Será cierto que las presiones de los fabricantes de ese veneno ritman su calendario y sus clasificaciones? El Estado colombiano impuso al pueblo colombiano más de 25 años de fumigaciones, bajo las directrices estadounidenses, comprándole el veneno a Monsanto. Jamás las denuncias de las comunidades campesinas colombianas, ni los documentos científicos, ni los niños nacidos con malformaciones, sin brazos, sin piernas, o ciegos, significaron para el gobierno colombiano una “evidencia” del carácter genocida de las fumigaciones. Es solamente cuando la OMS se pronuncia, que el gobierno se plantea cesar las fumigaciones con Glifosato. Para el gobierno de Santos todo radica en la apariencia: se trata de preservar la máscara en el juego diplomático internacional. Colombia es el único país del mundo que ha permitido, durante décadas, la fumigación aérea con Glifosato: desde 1994 la Resolución 001 del Consejo Nacional de Estupefacientes la preconizó, pero fue mucho antes que las fumigaciones de esos venenos comenzó (6).
Ahora queda por ver si la decisión tomada en mayo 2015 de suspender las aspersiones aéreas con Glifosato se traduce en hechos, y sobretodo queda por ver si el Glifosato no va a ser reemplazado por otro veneno, no incluido en las clasificaciones de la OMS. Queda por ver si todas las personas enfermas van a recibir un tratamiento, si es que existe. Y queda por ver cómo tratar los sufrimientos de los miles de niños nacidos con malformaciones, al menos en curas paliativas antes de su muerte. Conociendo el carácter capitalista del sistema de salud colombiano, y sabiendo cómo deja morir a las personas en las puertas de los hospitales, poca esperanza hay de que tome en mano la responsabilidad de estos sufrimientos. La cuestión de las tierras y de las aguas envenenadas también queda en suspenso, así como la cuestión de los millones de personas desplazadas para huir estas aspersiones genocidas. Lo que el Estado colombiano perpetró durante años contra el pueblo colombiano y contra los ecosistemas de la región es un crimen de Lesa Humanidad; habrá que ver ahora si va a imponer otro veneno. La cuestión sobre la lentitud de la OMS en sus clasificaciones queda igualmente latente; así como la cuestión de las dañinas políticas de la supuesta “lucha contra el narcotráfico”, y lo que realmente se esconde detrás de esa rotulación.
Las fumigaciones aéreas empaparon al país con venenos como el Glifosato y con otros todavía más potentes como el Round Up Ultra, Imazapyr, Tebuthiuron, y hasta con el Fusarium Oxysporum: esta política fue muy útil en la estrategia estatal de desplazamiento de poblaciones, y muy poco eficaz contra los “cultivos ilícitos”.
Los intentos de las comunidades campesinas de substitución manual de cultivos ilícitos por cultivos de pan coger, fueron perseguidos por el Estado. En cuanto a las propuestas de la guerrilla, nacidas de la participación campesina a las Audiencias del Cagúan, y que promueven también la substitución manual de los cultivos, para beneficio de la soberanía alimentaria y del campesinado, también fueron totalmente ignoradas por el Estado colombiano y por los medios de difusión masiva. Medios que no hacen sino martillear la mentira lanzada por el entonces embajador de Estados Unidos en Colombia, Lewis Tambs (7), creador del término “narcoguerrilla”; siendo que el narcotráfico en Colombia se beneficia de las estructuras del Estado colombiano, entre ellas las aduanas aéreas y portuarias, y que los narcotraficantes son aliados históricos del Terrorismo de Estado en Colombia (sus asesinos han cooperado del exterminio de comunistas y demás opositores políticos).
Hasta hoy las propuestas agrarias de la guerrilla son ignoradas por los medios, que pasan bajo silencio los documentos (8) y el contenido de lo que se dialoga en La Habana. Ya, en los diálogos del Cagúan, las FARC habían presentado un proyecto piloto de substitución manual de cultivos en Cartagena del Chairá (), cuyo costo económico estimado a gran escala era miles de veces inferior al costo del Plan Colombia, ni qué decir del coste medioambiental. Pero los diálogos fueron truncados por el Estado colombiano, que se apuró en firmar el Plan Colombia, un plan de guerra confeccionado en Estados Unidos.
El pretexto de la “lucha contra el narcotráfico” se ve desmentido en la práctica: el narcotráfico está imbricado con el mismo Estado colombiano, y hasta con la misma DEA. Sin hablar de las multinacionales químicas que fabrican no solamente los precursores necesarios a la cocaína, pero también todo tipo de drogas legales.
Notas:
1.- Injerencia de los EEUU, contrainsurgencia y terrorismo de estado, Renán Vega Cantor, 2015
2.- 23 de mayo 2011, el representante del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Christian Salazar, informó que la ONU estima que más de 57.200 personas han sido desaparecidas en Colombia
3.- 5.000 militantes de la UP asesinados, el genocidio político consta ante la CIDH
4.- La fosa común más grande del continente, detrás del Batallón Militar
5.- Colombia junto con Siria, el país con más personas desplazadas forzadamente. CODHES: 6,3 millones de desplazados en Colombia
6.- Glifosato
7.- La fábula de la « narcoguerrilla » fue lanzada por el entonces embajador de EEUU en Colombia, Lewis Tambs. « Colombia Historia de una traición », Restrepo Laura, páginas 80, 81, 82, Iepala, Madrid, 1986.
8.- Los documentos de las propuestas agrarias de la insurgencia pueden ser consultados en la página de la Delegación de Paz, pero no son difundidos en los grandes medios, porque el ostracismo mediático es total
9.- Planificación de mecanismos para la sustitución de cultivos ilícitos – Municipio de Cartagena del Chairá (Caquetá)