Colombia: Más allá de la esperanza
Fabiola Calvo. LQS. Mayo 2021
Un comunicado sobre el Paro Nacional del Programa de Antropología de la Universidad Externado de Colombia puntualizó: “Vándalos”, “salvajes”, “hordas”, “bandoleros”, “perturbadores del orden” y “terroristas”…
Un Estado débil, un gobierno incapaz, partidos anclados en más de un siglo preocupados por una batalla electoral y sus luchas intestinas, pero no por las urgencias de quienes les votan, formas de lucha que pasaron su cuarto de hora; no es una presentación optimista. No lo es. El pasado no siempre fue mejor, llega lo nuevo que irrumpe.
La falta de una fuerza potente en Colombia en la industrialización no alcanzó para tener burguesía que cumpliese una etapa de avances económicos y políticos y sí dejó una oligarquía que se fue sucediendo cual monarquía europea, un híbrido que ni con la progresista Constitución de 1991 se ha logrado enterrar.
La Revolución burguesa no llegó, la proletaria tampoco y la socialdemocracia enterró sus intereses sociales, la defensa de lo público y se quedó en su amor por lo privado, es decir que se han cerrado los ciclos y sus procesos. Estas propuestas ya cumplieron su cometido ¿y ahora qué? Los caminos están abiertos.
El mundo tiene los ojos puestos en nuestro país por las grandes movilizaciones en todo el territorio y la aterradora violencia con la que el gobierno ha respondido a la demanda del Paro Nacional que empezó el 28 de abril y que hoy tiene paralizado el país: retirar su reforma tributaria que asfixiaba a los más vulnerables mientras que a los poderosos no les tocaba un pelo. La Unión Europea, Congreso de EEUU, gobiernos de la región, organizaciones de derechos humanos, compatriotas en el exterior levantan un S.O.S Colombia.
La reforma se retiró tras la fuerza del paro, pero este continuó porque salió no solo inconformidad sino rabia de sectores organizados, de espontáneos y vándalos como expresión descontrolada que sale de las vísceras o por infiltración selectiva para descalificar las marchas, pero el Estado y el Gobierno no asumen una actitud de escucha y caen en lo absurdo, la miopía política, arrogancia y menosprecio por la ciudadanía. Incapacidad.
Este estallido social también ha mostrado una parte de lo que hay en el inconsciente y en el consciente de la élite y en la de quienes asumen su pensamiento. Aparecen manifestaciones de racismo hacia los pueblos indígenas: “Ciudadanos e indígenas se enfrentaron” (Noticias Caracol); las descalificaciones para los manifestantes “Un gamín, bien muerto” (Felipe Cadavid, gerente de un hospital y militante del Centro Democrático); además de una rancia lectura que interpreta todo movimiento social o a quienes aparecen al frente como una “fachada para disfrazar actos terroristas” (Luis Guillermo Echeverri Vélez).
Un comunicado sobre el Paro Nacional del Programa de Antropología de la Universidad Externado de Colombia puntualizó: “Vándalos”, “salvajes”, “hordas”, “bandoleros”, “perturbadores del orden” y “terroristas” han sido algunos de los calificativos que aparecen en distintos discursos y que persisten en tornar como minoritarias posiciones y mandatos de mayorías. Todos ellos vuelven anónimos a los sujetos, los despojan de su condición política, los convierten en masas amorfas sin sentidos de pertenencia colectiva ni identificación. Además, estos epítetos contribuyen a exponerlos, aumentando su inseguridad en el presente y generando amenazas futuras. Hoy no podemos menos que advertir el peligro del aniquilamiento social y etnocidio que se esconde amenazante tras estas nociones”.
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@fabicalvoocampo
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