Cómo se fabrica una tarta
El pasado 27 de octubre, en Toulouse, opositores al TAV lanzaron tres tartas a la Presidente de Navarra Yolanda Barcinadurante una sesión extraordinaria del consejo de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos. Como explicaron los propios activistas, para su sorpresa, los miembros de seguridad se limitaron a separarles pero ni siquiera les sacaron del local. Fueron los propios implicados quienes decidieron salir por su propio pie para dar una rueda de prensa y poder explicar los hechos.
Pero como quiera que para algunas cosas todavía rija aquello de que Europa empieza en los Pirineos, al día siguiente, de regreso a Navarra, a los tres Tartalaris les estaban esperando en sus domicilios agentes de paisano que tras registrarles – supongo por si llevaban merengue camuflado – les detuvieron. Y aunque posteriormente quedaron en libertad, se les comunicó que estaban acusados de un delito de “Atentado a la Autoridad” lo que suponía que serian juzgados por nuestra querida Audiencia Nacional, porque según reza la “Ley Orgánica del Poder Judicial” si una persona de nacionalidad española atenta contra otra de la misma nacionalidad fuera del Estado español, y en ese otro territorio no se abre ningún tipo de investigación, el caso pasa automáticamente a la Audiencia Nacional. Y claro, en Francia que es un Estado de Derecho como la Razón Ilustrada manda, propinar un tartazo está catalogado como falta, que en muchos casos ni siquiera tiene repercusión legal, y en caso de haberla, se solventa con una multa, como sucede en casi toda la Europa democrática, dicho sea de paso.
¡Pero esto es España! Y las cosas en España se hacen de modo distinto. Aquí las Autoridad es tan canalla y criminal que tiene miedo constante a ser sorprendida por el Pueblo del que diariamente se mofa, al que recurrentemente traiciona y al que oprime, reprime y exprime mediante impuestos, perenne vigilancia y latrocinio masivo. En consecuencia, se ha cuidado muy mucho de blindarse jurídicamente como corresponde, de la lógica reacción de las gentes en relación directamente proporcional al daño que nos infringen.
Y ¡Sabe Dios! Que las personas de bien, pacíficas y moderadas como yo, participamos de este Principio del Derecho que vela y protege el ejercicio del Cargo Público para que pueda desempeñar su función con libertad sin peligro para su persona física ni sus intereses, entendiendo entonces que se ha de perseguir y castigar con mayor celo que cuando los mismos hechos acaecen entre iguales civiles. Sin embargo, a todo Derecho va ligada una obligación, que cuanto menos, en la que se trata debería ir acompañada de cierta reciprocidad para no convertirse en una especie de “Ley del embudo” siendo lo suyo que cuando la Autoridad atentase contra el Pueblo o los indefensos ciudadanos, también se ejecutara tan aguda medida, si cabe, con mayor dureza. Mas, visto que lamentablemente no sucede así, parece más justo dejar de aplicar la Ley Parcial, que aplicarla sólo cuando la agresión va de abajo a arriba e impune cuando sucede a la inversa, para que se cumpla lo establecido hace más de 4.000 años por Hermes Trismegisto.
Por otra parte, si por unos dulces tartazos se puede solicitar sin sonrojo judicial penas de cárcel de hasta diez años como se acaba de hacer, el mensaje que se le transmite pedagógicamente a la población es “te sale igual de caro darles un tartazo que un tortazo” y quien dice tortazo, dice puñetazo, mazazo o zambombazo. En este orden de cosas, la Presidente de Navarra debería dar gracias de que estos buenos ciudadanos no la desearan a ella lo que ella sí parece desearles a ellos, porque de igual modo le agasajaron con tartas, por el mismo precio o incluso menos de lo que solicita la Fiscalía, le podían haber arrojado ácido como sucede por otros lares. Si estos vanguardistas morales de la ciudadanía merecen algo, es un sincero agradecimiento de parte del Gobierno de Navarra por poner al descubierto un gran fallo en su seguridad. Hasta me atrevería a proponer que de ahora en adelante se creara una Brigada especial de Tartalaris cuya misión consistiría en intentar estampar tartas a cuantos dirigentes y gobernantes pillaran por sorpresa en toda la geografía española para poner a prueba los dispositivos de seguridad de los que tanto se habla en los Tontodiarios, como en su día, varios prestigiosos rotativos se tomaron la molestia en burlar las medidas antiterroristas de los aeropuertos para poner en evidencia su ridiculez y falsa eficacia.
Para terminar, he observado que algunos medios tratan esta y otras noticias relacionadas con los territorios díscolos con algo de morriña de aquella ETA que tanto juego daba para llenar portadas y a cuyo rebufo muchos se han labrado carreras de articulistos, de modo que un día de estos a alguno se le escape comentar que en las pastelerías de Navarra y el País Vasco se enseña a los jóvenes a fabricar tartas, como en su día se escribiera que en las Ikastolas se enseñaba euskera a los niños desde muy pequeños. Dato que por más que se empeñen algunos en negar, era verdad.