Crisis griega: ¿Salir del euro o salir del euro liberalismo?
Aunque al final no habrá referéndum, esta reflexión sigue vivaz…
La decisión del primer ministro griego, Giorgos Papandreu, de celebrar un referéndum sobre el plan de rescate acordado con los líderes de la UE y del FMI nos coloca en un nuevo peldaño de la crisis de la UE.
Parece evidente, que más allá de la manera cómo se formule el referéndum, una parte del pueblo griego lo verá como una consulta sobre si se aceptan o se rechazan los recortes en los niveles de vida, en los servicios públicos y en el empleo a cambio de dinero para financiar el pago de la deuda del gobierno con los bancos de Europa, las compañías de seguros y los fondos de pensiones. Este es justamente el gran temor de los dirigentes de la UE. Saben que si esta visión prospera, ganará el NO.
El amago de convocatoria es, sin duda, una maniobra de Papandreu frente a la fuerte contestación política y social por sus concesiones neoliberales y un intento desesperado para salir del agujero en el que él mismo se ha metido. Si al final gana el SI, podrá decir que se ha limitado a materializar la opinión de los votantes. Si gana el NO, puede renunciar o convocar unas elecciones anticipadas, antes de que su desprestigio aún sea mayor.
Los griegos, en el supuesto de que lleguen a poder votar, lo harán sometidos a una gran presión. Se intentará atemorizarlos con la amenaza de que, o bien aceptan el acuerdo al que su gobierno había llegado con la UE o bien se los expulsará de la zona euro y esto los conduciría a una situación todavía peor. En otras palabras, se les dirá que tienen que aceptar sacrificar una pierna ya que en caso contrario perderán las dos.
Pero las cosas pueden ir de otra manera. Si los griegos rechazan la oferta tal como ahora está formulada, Grecia difícilmente hará frente a sus deudas, provocando enormes pérdidas a los bancos y a las instituciones financieras de toda Europa y además puede provocar una crisis de la deuda en Italia y España, conduciendo a toda la región a una nueva depresión. Por otra parte, si con todo esto el euro fracasa, Alemania perdería sus ventajas competitivas. Este conjunto de amenazas dan mucho miedo.
Una realidad tan peligrosa es, a la vez, una poderosa herramienta de negociación en manos de los griegos que podrán utilizar después del referéndum, en el caso de que ganara el NO. El problema está, en todo caso, en saber quién liderará la negociación en el supuesto de que se convoquen elecciones generales. No se puede descartar una victoria de la derecha que buscará un nuevo acuerdo que permita bajar impuestos e impulsar un proceso acelerado de privatizaciones con la excusa de que esto permitirá relanzar el crecimiento.
Hay otro salida: Negarse a pagar la totalidad de la deuda en poder del sector privado (bancos, compañías de seguros y de pensiones privadas y los fondos de cobertura). Esto reduciría de golpe la deuda del gobierno griego en 200 mil millones de euros (el equivalente al 80% del PIB). También se podría conseguir que los títulos en manos del sector oficial o público (es decir, los gobiernos de la UE, el fondo de emergencia de la UE, el BCE y el FMI) acepten un periodo de gracia de cinco años en el que no se tenga que efectuar pagos y negociar a la vez una reducción del interés que ahora Grecia está pagando. De este modo, la carga de la deuda restante se reduciría drásticamente. Estas medidas permitirían al gobierno restablecer los servicios públicos y aumentar el empleo. También se podrían acompañar de una campaña general para recaudar los impuestos que el 1% de los griegos ricos han dejado de pagar.
A los líderes de la UE no les hace ninguna gracia aceptar una "renegociación" del paquete de rescate y menos aún que gane el No y que Grecia de un vuelco de izquierdas en su política. Saben que un verdadero gobierno de izquierdas en Grecia podría estimular una gran campaña para convencer a otras fuerzas de izquierdas de Europa y a la gente de la calle, de que hay que hacer frente a los bancos y a las instituciones financieras que causaron la crisis, sin tenerles ningún miedo. Esto contribuiría a impulsar una estrategia europea por el empleo y la inversión acompañada del control y la propiedad pública de crédito.
Si la UE no acepta la renegociación, cosa que dudo, Grecia podría acabar expulsada de la zona euro y los griegos entonces se verían forzados a adoptar una moneda nacional devaluada. Hay quién, desde la izquierda, piensa que una moneda propia devaluada sería beneficiosa para Grecia y para todos los países de la periferia, ya que haría crecer las exportaciones. No negaré que esto último sea cierto, pero pienso que esta decisión también tendría consecuencias adversas y convertiría a las viejas monedas recuperadas de la periferia en presas fáciles para los especuladores.
Hay en cambio un programa alternativo, del que ya he hablado más arriba, que puede ayudar a reducir el daño a la población y a iniciar un nuevo periodo de crecimiento. Pero esto significa reconocer que el neoliberalismo es perverso y que se debe abandonar definitivamente. Este programa también debería permitir que los trabajadores, que a fin de cuentas tendrán que ser los artífices de la recuperación económica, puedan superan sus dificultades más agobiantes. Se trataría de aliviar a las personas más endeudadas y mejorar los ingresos salariales, especialmente los de aquellos sectores más desfavorecidos. Estas decisiones provocarían, ciertamente, una sacudida en el sector financiero. Por lo tanto se tendría que pensar en la nacionalización de la banca e iniciar un cambio global de orientación económica en toda la Unión Europea. En cuanto al tipo de crecimiento económico, sería necesario romper con el actual modelo depredador para centrarse en la satisfacción de las necesidades sociales.