Declaraciones de esperanza Aguirre Carromero al juez (exclusiva)
Declaracionescon rima
En esta ciudad tan grande
que Botella ha hecho pequeña,
Señor juez, yo se lo juro
circulaba tan contenta
(con un humilde visón
sobre beata chaqueta)
cuando me vino a la mente
que no llevaba en el sobre,
perdón, digo, en la cartera
ni una monedilla suelta.
A un lado y a otro miré,
y entre boutíques de marca
un cajero divisé:
¿y si paras, Esperanza?,
me dije, con mucha calma.
Como tengo en la cabeza
quebraderos y quebrantos
de trabajar, ay qué espanto,
de carísima asesora,
padecí un ausentamiento,
un vahído sin desmayo,
y pensé: pues aquí paro.
(era un carril muy muy ancho,
no se vaya a usted a creer,
con una letra pintada,
parecida a una gran B)
Ya le digo que, raptada,
por la urgencia de saber
que en el bolso Gürteliano,
cuando fui a meter la mano,
euros no había más que 100,
dejé mi coche aparcado,
como yo he aprendido a hacer
en donde obtuve el carné
(que, por si usted no lo sabe,
es autoescuela-gaviota
donde ilustres conductores,
que a Cuba viajan a veces,
también el carné se sacan)
No es por nada, señor juez,
pero a usted debo quejarme,
y empezar, presta, a cantarle
esa lista de culpables
a los que ha de detener
cuando termine de hablarle:
Esa Botella arrogante
que parlotea el inglés,
de basuras negociante
que olímpica jamás va a ser,
esa alcaldesa que bebé
como alcohólica café,
debería haber pensado
en poner unos sofases
para damiselas nobles
que conducen ajetreadas
por una Gran Vía petada
de utilitarios de pobres…
anote usted bien el nombre
pues ella, no yo, es culpable.
Escriba usted claramente
que fueron dos los infantes
que vinieron a buscarme,
nada más vieron mi coche,
y preguntaron valientes
si tenía los papeles:
¡Qué atrevimiento fue el suyo!
¡Qué osadía! ¡Vida ingrata!
¡Tratar a dama tan noble
como si fuera negrata!
¡Que les mande la Botella
a Melilla, si se atreve,
que allí podrán dar la lata
y pedirle a los negratas
deneisesy papeles!
Como le digo, los mozos
reconocieron mi cara
(supongo que por las capas
de maquillaje que pongo
sobre mí cada mañana)
y se frotaron las manos:
¡Qué sinvergüenzas! pensé,
y en mí ¿no se frotan nada?
“Señora, con su permiso,
o sin él, hay que multarle”
¡Machistas!¡Irreverentes!
¿No sabéis que soy la Aguirre?
¡Botella, esa es la culpable!
Y de pronto, señor juez,
me pasó algo increíble,
pues me sentí poseída
por una fuerza temible
(creo que era comunista)
que mi voluntad anuló
y al pie hizo acelerar
como si en extraña vida,
la Gran Vía no fuera Vía
y se hallase convertida
Y, mire usted, sin querer,
sin “a posta”, se lo juro,
mi coche rozó la moto,
la moto rozó la vía
y yo, presa todavía
del espíritu rojizo
que me tenía poseída,
me fui con mucho glamour…
ellos le llaman huida,
pero es mentira bien grande
pues conduciendo me fui
sin haber hecho desplante.
De los hechos se deduce…
(déjeme usted, señor juez
que yo misma le redacte
la sentencia que ha de hacer)
que doña Esperanza Aguirre,
de Carromero discípula,
es declarada inocente
y ausente de toda cúlpula.
Firmaré yo por usted
la sentencia, señoría,
que con tantos delincuentes,
machistas y terroristas
como dejó Zapatero,
le valdría más ponerse
ahora mismo a perseguirles
que hacerme a mí más preguntas.
Ale, póngase usted a la faena
que cuando hablé con Rajoy
le va a caer una buena…