Delincuencias
Todo este jaleo de los bárcenas me suena a burdo y pegajoso macarrismo de legañas atrasadas y lencería de papel couché pagada muy caro; me huele a sainete de ventrilocuos a sueldo con la crencha peinada al agua. Por exagerado ejemplo, un rey que pone en juego su saber estar soberano por una braga; unos escopeteros en la barraca del tiro al globo, una verbena del mantón con litrona diurética y patatas bravas, un esperpento vil de quincallería con voz constipada de estupidez, una crónica debilidad mental del Estado que propicia la succión del piojo de lujo, una arrastrada historia de rinconetes y cortadillos, de sancho panzas de asnal pelaje… Puedo soportar que me roben, hasta cierto punto, pero lo que no le perdono a estos alcornoques de alcurnia relativa y sus marianos de lacón es su absoluta carencia de estilo y su pasmosa facilidad para el insulto a la inteligencia. Son sujetos jetas, cuyo mayor mérito es estar bien situados cuando pasa la Procesión del Parné. Para lo cual sólo se precisa ser un as del puñal de windows y el regate en corto del archivo definitivo.
Cada país tiene la delincuencia que se merece. Aquí son por lo regular elementos de herradura y fotocopia. Individuos de los que sorprende que sepan hablar. Unicamente entienden de juegos de muñeca y de embutidos de cifra con cebolla.