Desahucios: el Decreto-mentira que tipifica, aún más, nuestra miseria
Viernes 16 de noviembre de 2012. Se espera que, después de saber que ayer “El Gobierno español aprobó un decreto ley con medidas para evitar los desahucios y sus efectos sobre los colectivos más vulnerables”, y dado el nivel de estupidez y alienación que nos suponen, nos pongamos a hacer la “ola” y coreemos, como un grupo de encendidos cantantes de gospel, el “aleluya-aleluya”.
Aquellos que esperan una muestra tan hipócrita y tan falta de crítica, si es por mí, van listos.
Van listos. El decreto ley tiene, para empezar, una nomenclatura que avisa sobre su verdadero carácter: es decreto, se ha redactado e impuesto, que no nos engañen, como decreto por decreto. Si el (des)gobierno afirma que se ha elaborado buscando el consenso, se contradice cuando, en su línea de prepotencia, no oculta que “Las medidas se van a tramitar como real decreto, lo que permitirá enriquecer el texto con las aportaciones de otros grupos políticos”. La traducción está clara: medidas que se fingen “in extremis”, sobre una ley de la que ningún grupo político había sospechado necesidad de cambio sustancial en los últimos…103 años.
Que no esperen mi “aleluya”.
En medio de la dosis de alegría que por sus santísimas narices este (des)gobierno y la (des)oposición quieren inyectarme en mi (des)ánimo social, escucho soberanas estupideces, dichas con tono de alumno de curso de oratoria, que pretenden además que parezcan creíbles, cuando en realidad son verdaderos atentados contra la dignidad colectiva, entendiendo por colectividad a quienes estamos, hacinados, en el interior de la deteriorada bodega de este barco que zozobra antes de hundirse.
“Las medidas han sido acordadas pensando en los ciudadanos que se han quedado en la calle y en aquellos que tendrán que abandonar sus casas”. Tal frase la dice la portavoz del (des)gobierno, en una muestra de descaro, arrogancia e intencionalidad manipuladora. Es sutil, pero conviene reparar en los matices: la señora en cuestión no evita decir “en la calle” porque se está refiriendo a las víctimas del desahucio, no con pena –este (des)gobierno no siente pena más que por sus amigachos- sino achacándoselas al (des)gobierno anterior, su escudo cada vez que hay algún problema. En la segunda parte de la frasecita, también con sutileza, la portavoz rehúsa utilizar la misma expresión de “se quedarán en la calle” porque decirla en voz alta sería aceptar que ellos, el (des)gobierno está consintiendo el crimen de estado del desahucio, ahora que su psoe-escudo está abatido y en el suelo.
¿Cómo quieren obtener ni siquiera un minúsculo aleluya ante su sinvergonzonería?
Aún escucho más. En un programa radiofónico se le pregunta a un representante de la banca. Para empezar, hay que tener un par de no sé muy bien qué para consultar y escuchar, a estas alturas, a un espécimen de la clase humana más deshumanizada de todas, junto con la política. El representante de los bancos, en la tónica del “tenemos la sartén por el mango”, no se corta un ápice y, con voz que intenta parecer lastimosa, explica: “pretender que las medidas sean más indulgentes o que incidan con efecto retroactivo a las personas que ya han sido desahuciadas sería, además de imposible, una irresponsabilidad ya que, en ese caso, los efectos económicos de las medidas, unas perdidas considerables, recaerían exclusivamente en un sector, los bancos, y eso sería claramente injusto”. No se puede tener menos vergüenza. Ahora va a resultar que la banca, después de haber sido cómplice activísimo de este viaje a la nada, laboral y económica, a la que nos han abocado, no puede asumir ninguna perdida. Bankia agujereó a un país al que mantuvieron, bancos, políticos y economistas, en el sopor justo para sobrevolarlo, como aves carroñeras, y espoliarlo. Su amigo el (des)gobierno nos saqueó (nos saquea) para recoger materia con la que sellar un agujero inacabable y, sin embargo, pretender mantenerse en una zona franca donde no les roce la mínima perdida. Es algo así como que la banca pretende permanecer en un idílico y falso paraíso, alejado de la mierda de los pobres pobres, a costa de abandonarnos en nuestro infierno.
Van listos. Van listos e intentan pasarse de ídem. Esconden su falta de sensibilidad y su indolencia ante lo que sucede a los pobres pobres (cuyo número total se obtiene al restar, de los habitantes de este país naufrago, el poco pero rico porcentaje de banqueros; políticos en (des)activo; políticos vitalicios; familias, amigos de los políticos y empresas, contratas y subcontratas de privilegios como las urdangarinmafias et alt.
Los políticos, el (des)gobierno y la (des) oposición se van a conformar con este acto de beneficencia mal entendida que es el recién aprobado “decreto de miseria pautada”. Lo van a hacer, aunque juguetearán a fingir que debaten, blablabean y practican el tira-y-afloja político, que parece más, y es, un regateo de miserables que un intento de iniciarse en la práctica de la empatía social, Nos van a restregar su “gran esfuerzo” en conseguir un decreto en el que pautan la pobreza, una pobreza que el propio estado consiente, tan democrático y justo como a bombo y platillo se autoproclama. Ellos, los indecentes ambiciosos que, cuando les interesa nos recuerdan que les sirve como argumento para ahogarnos las cifras de votantes ilusos que pusieron la papeleta de su color azul mentira en las urnas, no van a avanzar más en las medidas contra el desahucio, ni siquiera serviría si vieran que medio país seguimos el desesperado ejemplo de las personas que han perdido su vida porque la banca les ha ganado su hogar. Y no lo van a hacer porque son parte interesada: le deben tanto a la banca que agacharan su cabeza cornuda y no rechistarán, aunque lo disimularán. La banca les prestó, les presta, financiando campañas y tejemanejes. Ellos consienten a la banca, miran hacia otro lado cuando crecen sus privilegios, en un círculo vicioso y viciado que no les interesa romper. El decreto en el que tipifican la miseria, a su conveniencia, nos quiere demostrar que incluso para ser pobres hay que cumplir los requisitos que ellos nos marcan. No es suficiente desistir a medio mes de toda expectativa, no tener para comer, esperar sin respirar que vengan los del desahucio y violen nuestro última, e indispensable, posesión. Las medidas anuncian una moratoria de 2 años en el pago de la hipoteca cuando SE CUMPLAN CIERTAS CONDICIONES como que en esa casa susceptible de ser robada por el estado entre menos de tres veces el indicador público de rentas de efectos múltiples (índice que ellos manejan con cierta gracilidad) o cuando la mensualidad de la hipoteca ascienda a más del 50% de los ingresos mensuales. Además, y por si fuera poco, de estar dentro de este grupo que ellos han creado -un frankestein de la miseria- hay que sufrir algo más para acogerse a las medidas del decreto: no deben tener otro piso en propiedad (¿quién narices está a punto de ser desahuciado y tiene una segunda vivienda?); han de ser familia monoparental con 2 hijos, o familia numerosa o con algún miembro con una cifra no inferior al 33% de discapacidad (están diciéndonos claramente que saben el perfil de la miseria y que, por tanto, lo consienten y lo premiarán cuanto más “puntos” de desgracia y pobreza sea atesorados por la familia aspirante a desahuciada); que los titulares de la hipoteca estén en paro, aspecto por el que casi todo el país podríamos, desgraciadamente, acogernos al decreto, SIN PRESTACIÓN o, en un acto de propaganda ideológica y falsa modernidad, que un miembro haya sufrido violencia de género.
Es decir:solo nos medioaseguran que el pie que ya tienen en la puta calle los pobres etiquetados con el rótulo CARNE DE DESAHUCIO dará un paso atrás si este pobre rotulado, que se ajusta a su pauta de la pobreza, es pobre, no come, está rodeado de hijos (que no comen, no pueden ir al médico, son rechazados en la escuela por su miseria y un etc que me niego a escribir), no trabaja, está tullido o cuida, como puede, a un familiar que, además de pobre está parcialmente, o mejor, según su pauta, totalmente inválido.
Este (des)gobierno que juega con nuestro hambre, nuestra vivienda, nuestra (des)educación y nuestra (des)sanidad ha hecho muy bien el paripé, de nuevo, simulando que el estado vela por sus ciudadanos, pero dejando fuera del decreto que tipifica la miseria a los más de 400.000 familias que continúan, más allá del paripé, con un procedimiento de ejecución hipotecaria abierto. Sin duda, una nueva forma de tomar medidas que perpetúan las medidas para asegurar que no se toman medidas.