Desde el Txoko de Mikel… Malvinas: La otra guerra

Desde el Txoko de Mikel… Malvinas: La otra guerra

Por Mikel Castrillo Urrejola*

En 1982, tras la guerra entre Argentina y Gran Bretaña por las islas Malvinas, el ejército inglés ordenó al oficial Cardozo que identificara a los soldados argentinos fallecidos en ese territorio y diseñara un cementerio para albergarlos…

Una de las características de las dictaduras fascistas, si quieren perdurar en el tiempo, es la necesidad de crear enemigos para intentar cohesionar a la masa, algo fundamental para generar un estado de opinión que logre desviar la atención de la situación real que se vive bajo un régimen dictatorial; tienen que gobernar contra alguien y para ello hay que cerrar filas. Esto ha sido algo recurrente a lo largo de la historia y en la actualidad se puede percibir de forma nítida en los países donde la ultraderecha ha gobernado o está gobernando.

En este contexto, la dictadura militar argentina no fue una excepción y cuando la presión de la calle, con protestas multitudinarias, puso en peligro la continuidad del régimen, qué mejor salida que la de envolverse en la bandera blanquiceleste, para embarcarse en una guerra contra el Reino Unido por la disputa del archipiélago de las Islas Malvinas, una estrategia suicida que sólo sirvió para incrementar el dolor de un pueblo, que si no había tenido suficiente con haber sufrido el asesinato y desaparición de alrededor de 30.000 ciudadanos, en el mes de abril de 1982 se iba a enfrentar a un conflicto bélico con una potencia militar muy superior al ejército argentino, que sólo le acarrearía una tragedia mayor, porque la inmensa mayoría de los que pierden la vida en los campos de batalla suelen ser jóvenes de extracción humilde obligados a realizar el servicio militar y este conflicto no iba a ser una excepción. Esta breve guerra de setenta y cuatro días “quedó en la memoria como el intento agónico del régimen militar por unir al pueblo en torno a una causa épica”, pero fue el detonante de la caída de la Junta Militar.

Al terminar la guerra, miles de soldados regresaron a sus casas, pero, salvo excepciones, el Estado no notificó oficialmente la muerte de quienes no volvieron. Día tras día, semana tras semana, cientos de familiares recorrieron los cuarteles buscando al muerto vivo, al despedido al pie de un autobús semanas antes. Apostados al otro lado de los muros gritaban: «¿¡Alguien sabe dónde está Andrés Folch?!», «¿Julio Cao, dónde está Julio Cao?», «¡¡Araujo, soldado Araujo!!»

Esta guerra dejó un reguero de cadáveres de soldados argentinos en las Islas Malvinas, que una vez que volvieron a estar bajo jurisdicción británica, las autoridades del Reino Unido iniciaron un proceso de identificación e inhumación de los cuerpos para lo que crearon un espacio en Darwin (Archipiélago de las Islas Malvinas). Por el contrario, la actitud de “las autoridades argentinas que, salvo excepciones, no notificó oficialmente la muerte de quienes no volvieron”, decidió guardar en un cajón el informe que recibió del Gobierno británico en el que se recogían todos los datos relativos a los soldados enterrados en Malvinas. Tuvieron que pasar veintiséis años para que el informe que elaboró el oficial británico Geoffrey Cardozo, cayese en manos de un excombatiente argentino, Julio Aro, que con diecinueve años fue enviado a la guerra. A partir de entonces empezó un arduo trabajo para poder lograr que las familias pudieran conocer el paradero de los familiares que murieron en esta guerra… Seguir leyendo en el blog del autor⇐⇐⇐

Malvinas: La otra guerra. Autora: Leila Guerriero.
ISBN: 978-84-339-1648-8. NÚM. DE PÁGINAS: 96.
COLECCIÓN: Nuevos cuadernos Anagrama
https://www.anagrama-ed.es/
Precio: 10.9 €

Más artículos del autor
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