Desigual no es una marca… es el orden misógino global
“Bollera no es una marca, es un desorden global”, decían las Karakolas allá por los 2000, en una campaña contra el euro rosa LGTB que reivindicaba la radicalidad del lesbianismo político y vital ante la normalización e integración vía mercantil y matrimonio civil en la era Zapatero. Hoy me he despertado con esta consigna en la cabeza después de leerme la mierda de comunicado de Desigual sobre el maravilloso anuncio en que el estereotipo con patas de mujer frívola-lista-mala-buenorrísima ejerce su derecho a decidir quebrantando la confianza de su amante-novio-marido, vayaustéasaber y se pincha unos condones para quedarse preñada (y quién sabe si no casarse, que así es como lo engatusan a uno esas lagartas, dirá un tertuliano con su solysombra en la barra del bar o del plató televisivo de turno)
Desigual defiende el derecho a decidir de las mujeres (sic) difundiendo y solidificando estereotipos machistas (la que se tira a su jefe para ascender, el anterior, antes del buscadísimo boom del día de la madre, que sigue fiel a la máxima de Mae West, que hablen de ti, aunque sea mal, -y así venderás aunque no convenzas, añadiría yo-) y estereotipando realidades (las lesbianas transgresorísimas que presentan a su novia a papá y mamá, la mujer libre e independiente que usa juguetes sexuales antes de salir disparada a currar…).
Recuerdo perfectamente uno de los primeros diseños de Desigual, allá por mi adolescencia: era una camiseta con un icono masculino y otro femenino en el que el pene de ‘él’ era exactamente igual que la abertura de la vagina de ‘ella’. Una imagen inspiradora para un nombre inspirador.
Desigual no es sólo una marca: reitera y reproduce la desigualdad de género, clase y etnia en su producción, organización y comunicación, por mucho que nos venda ropa inspirada en el patchworkcumbayá que muchas tiendas venden como diseños exclusivos y mucho más caros, porque importan y pagan bien a las trabajadoras. Lo hace externalizando la producción al sudeste asiático, marruecos y otros países europeos, ubicando sus oficinas frente a un Hotel Vela que simboliza y es el puro mascarón de proa de la gentrificación de la Barceloneta, lo hace reificando y afirmando los cuerpos normativos en sus escaparates y los modelos heteronormativos en sus anuncios, por mucho que asomen lesbianas en la pantalla.
Decidir es decidir, no manipular a nadie para quedarte preñada. Decidir es negociar sexo seguro con señores que intentan usar las mil y unas artimañas para no ponerse una goma, y eso, señores filocreativosgafapastas de Desigual, es más vida real que la señora aspirante a madrastra de Blancanieves que nos retratáis pinchando condones. Decidir es evitarte herpes, condilomas, sífilis, gonorreas, VIH/sida aprendiendo a cuidarte y a deconstruir el puñetero amor romántico y al príncipe azul a base de chascos, ITS, baja autoestima y desengaños. Decidir es evitar embarazos no deseados, abortos complicados, dilemas encarnados en el cuerpo de una…¿pinchar condones? ¿En qué maldito mundo viven estxspijxs?
El argumentario es el mismito que el de las denuncias falsas: no importa que no existan, que sean el 0,000000001% de los casos. El machismo neo o clásico repite el mantra hasta la saciedad, y ese mantra entra en la cabeza de todo el mundo, incluidas algunas señoras que hasta se prestan a hacer el anuncio. Y no me digan que es moda y no política porque su apuesta es política hasta las trancas, una política vieja, androcéntrica, que refuerza la desigualdad que mata a más de 50 mujeres al año en la Península.
Nueva o vieja, se vista de seda o de lo que coño se vista, la misoginia es eso. Que te digan que ser guay es difundir estereotipos sexistas y machistas que nos violentan (denigrar es volverse negrx, me enseñaron unas feministas salvadoreñas hace poco, y es un concepto racista, así que mejor no usarlo) mientras los políticos juegan con nuestros cuerpos como moneda de cambio para el neoliberalismo patriarcal y nos amenazan con convertirnos -ya del todo- en puras incubadoras para acabar de expulsarnos del mercado laboral y equilibrar la pirámide demográfica… En el Estado español estamos jugándonos las pocas libertades que nuestras madres, abuelas y bisabuelas sudaron sangre para ganar. Y la misoginia apreta, en la derecha, en la izquierda, a babor, a estribor y hasta vestida fashion.
Boicot a Desigual desde ya. Que se pinchen los testículos un rato a ver si sienten aunque sea por una vez el dolor de la desigualdad en propias carnes.