Destinos turísticos cubanos (II parte)
Mucho sol y playa, cultura, historia e infinidad de congresos y eventos anuales reafirman a Cuba como uno de los principales destinos turísticos de América Latina. Destacan las villas coloniales mejor conservadas del continente, los curiosos faros vigías y las joyas naturales de la isla.
Los portales, símbolo de una ciudad cubana
Ciego de Ávila, ciudad ubicada en el mismo centro de Cuba, tiene entre sus características la alineación y amplitud de sus calles y la presencia de portales corridos. Resaltan edificaciones de arquitectura ecléctica, con amplios corredores, rejas muy bien decoradas y una variada tipología de columnas neoclásicas y arcos que la distinguen.
Situada a unos 430 kilómetros al este de La Habana , la localidad devino municipio hace 135 años, condición que obtuvo en marzo de 1877, al contar con la población y la economía necesarias, y una estratégica ubicación geográfica para la defensa. Años antes, este lugar era apenas una pequeña aldea, que disponía de una plaza llana y limpia en su centro, con pequeñas calles y sólo 262 habitantes, según datos ofrecidos por Ángel Cabrera, historiador de la localidad.
Como principal factor para el otorgamiento de la municipalidad se tuvo en cuenta la existencia de la Trocha de Júcaro a Morón, fortificación militar construida en el siglo XIX por el gobierno de España. Las guerras de independencia trajeron el auge a la región, pues, además de la línea fortificada, se encontraban la comandancia española, un hospital y comenzaba la crianza de ganado, lo que determinó el crecimiento de la ciudad.
A partir de entonces las fértiles tierras comenzaron a dar frutos, y se ejecutaron confortables casas, edificios, una iglesia nueva, escuelas y fondas, por lo que florecieron el comercio, los abastecimientos y los servicios. Cuando en 1538 ocurrió la distribución anárquica de las tierras en la isla, esta parte de la geografía cubana asumió el nombre de Ciego de Ávila.
Al consultar el diccionario enciclopédico, “ciego” indica terreno llano y sabanoso rodeado de bosques, con suelos más o menos fértiles; mientras que el Ávila lo recibe por el apellido del primer propietario de estas tierras. Durante esa época la zona servía de descanso a ganaderos que transitaban entre las villas de Sancti Spíritus y Puerto Príncipe (hoy Camagüey). Por eso los monteros (conductores y pastores de ganado) se referían al lugar como el ciego de Ávila, nombre que ha trascendido hasta nuestros días.
La ciudad de Ciego de Ávila exhibe una arquitectura vernácula con una libre interpretación del clasicismo ecléctico, a lo que se unen ejemplos puntuales de otras influencias por el árabe, de raíz andaluza; el barroco y el art-decó. En el área más céntrica se ubican edificaciones de valores patrimoniales como el teatro Principal, el hotel Sevilla, el museo de Arte Decorativa, La Cruz Verde y la Antigua Colonia Española, convertida en Casa de la Cultura.
También se encuentran el antiguo Ayuntamiento, hoy sede de la Asamblea Municipal del Poder Popular (gobierno local) y el edificio donde radicó la comandancia española, actualmente el Museo Provincial de Historia. Por ese contorno salta a la vista la espléndida iglesia San Eugenio de la Palma (santo patrón de Ciego de Ávila) ubicada en el mismo punto donde surgió el curato a finales del siglo XVIII.
Hasta hace poco el sitio más acogedor y agradable era el parque José Martí, antigua plaza Alfonso XII. Ese mérito lo ocupa hoy el moderno boulevard, construido hace unos años y devenido el lugar más atractivo de la vida social avileña. Construido en la céntrica calle Independencia, el paseo de cuatro cuadras de largo, se ha convertido en un sitio de confluencia del comercio, la recreación y la interactividad de los habitantes de esta ciudad cubana.
El paseo, concebido con una moderna arquitectura y buen gusto artístico, unido al cambio de imagen de esa zona citadina, por la remodelación de antiguos edificios y corredores, es hoy importante en la vida familiar y en la visita de los foráneos. Precisamente, uno de los elementos identificativos de la ciudad de Ciego de Ávila son sus portales, los que impresionan por la amplitud y variedad de estilos, diferentes a los de otras regiones cubanas.
Aqui forman parte inseparable de las edificaciones, tienen carácter colectivo, funcionan como corredores públicos, son típicos de la localidad y han perdurado por más de 100 años. Su surgimiento se remonta al siglo XIX, cuando fueron construidos con materiales propios de la época, como guano y tabla, o teja criolla, sostenida sobre madera rolliza, con soportes en el suelo, en pie derecho u horcones, hechos de madera dura.
Más adelante, con la llegada del eclecticismo, el portal colonial adquirió elementos propios de ese movimiento artístico. Sus columnas se modificaron y adoptaron las más disímiles variedades: estiradas, lisas, salomónicas y seccionadas. Con los capiteles ocurrió algo similar; en ellos estuvieron presentes todos los órdenes griegos y romanos. Nuevos frisos adornaron la ciudad y variedad de balaustradas brindaron pretiles distintos para cada inmueble.
A partir de entonces el territorio salta a la vista de pobladores y visitantes como ciudad con largos y espaciosos corredores que sirven para proteger del sol y la lluvia a quienes transitan por las más céntricas calles. De ahí la iniciativa de denominar a Ciego de Ávila como la ciudad de los portales, considerados hoy uno de los principales símbolos de esta provincia del centro de Cuba.
Santiago de Cuba: viaje al África nuestra
Un viaje a las raíces se emprende hace más de dos décadas desde esta ciudad mediante la Conferencia Internacional de Cultura Africana y Afroamericana, que acaba de realizar su duodécima edición. En un sostenido empeño, el Centro Cultural Africano “Fernando Ortiz” tiende cada dos años estos puentes de amistad y solidaridad a partir de un mayor conocimiento de la huella de ese continente en el devenir de los pueblos americanos y caribeños.
Para atestiguar la pertinencia de la cita, efectuada del 12 al 16 de abril, bastarían las palabras del embajador de la República del Congo, Pascal Onguembi, decano del cuerpo diplomático en Cuba con 12 años de ejercicio. Hasta las lágrimas, dijo, lo emocionaron las reflexiones de la joven investigadora Kezia Henry Knight, de la provincia de Camagüey, acerca de la Conspiración de Aponte en Puerto Príncipe desde las Actas Capitulares.
De tal forma lo impresionaron las ideas expuestas por la especialista de la Oficina del Historiador de esa provincia, que decidió enviar la ponencia a su país para divulgar el valioso contenido, reflejo de la rebeldía esclava y la manipulación colonialista a fin de reprimirla y menospreciarla. Con esta indagación, la licenciada en Historia del Arte se propuso un homenaje a tan significativo acontecimiento en su bicentenario y la búsqueda abarcó esos documentos históricos de la villa de Santa María del Puerto del Príncipe -hoy Camagüey-, desde junio de 1811 hasta abril de 1812.
Justamente en mayo siguiente fue decapitado Aponte, negro liberto, artista y carpintero, devenido símbolo de la sublevación antiesclavista y de los afanes de dignidad humana de aquellos a quienes llamaban los colonialistas, eufemísticamente, “enemigos domésticos”.
Para muestra, un botón, y en mayor o menor medida así se expresa la repercusión de la Conferencia, donde confluyeron estudiosos y artistas de varios países y de la nación anfitriona a fin de dar luces nuevas a un acervo espiritual que tiene aún mucho por descubrir y valorar.
En ese sentido se inscribieron la reseña histórica del desarrollo de la cultura mandinga y su presencia en Gambia, a cargo del embajador Yusupha Dibba, y las ponencias acerca de las rebeliones de esclavos africanos en Venezuela y la oposición a la trata atlántica, el cimarronaje y los palenques en las localidades cubanas de Trinidad y Remedios.
La conspiración de La Escalera en Matanzas, la guerrita del 12 en El Caney, el Partido de los Independientes de Color, la aventura de Alá en Africa y la influencia islámica en la cultura cubana de origen africano, el cabildo arará visto a través de las fuentes orales y la batalla contra el racismo en Cuba fueron, entre otros, asuntos que centraron el interés de los participantes.
De una u otra forma estuvieron presentes en los debates los miles de hombres y mujeres arrancados brutalmente de sus tierras y obligados a una nueva forma de sobrevivir, sin renunciar a sus costumbres y creencias. En las disertaciones académicas afloraron las expresiones de resistencia y rebeldía de los esclavos ante la represión y humillación coloniales, sus formas de preservar prácticas ancestrales y aportes en la formación de nuevas identidades bajo la égida europea.
El Simposio de Medicina y Cultura volvió a ser uno de los espacios vitales de la cita, con experiencias en la labor de trabajadores cubanos de la salud en Haití, Venezuela, Ghana, Timor Leste, Guinea Ecuatorial, Angola y Mozambique.
Estudiantes jamaicanos en la ciudad expusieron enfoques religiosos de la sexualidad de jóvenes africanos en la Facultad de Medicina y el vínculo de la medicina tradicional del continente con la occidental. Los acercamientos teóricos incluyeron también talleres sobre danza, teatro, música y artes plásticas, además de un amplio espectro con asuntos referidos a la religión, la historia y la etnología, la raza, el género y la identidad, la literatura y la lingüística.
A partir de esta edición se incorporó la Muestra Itinerante de Cine del Caribe y su pieza Alma africana, donada al evento, fue un emotivo momento para acompañar a la protagonista, una mujer que viaja imaginariamente en busca de sus raíces. Hasta la urbe llegaron artistas y estudiosos de Brasil, México, Estados Unidos, Suecia, Argentina, Canadá, Chile y Perú, interesados en continuar develando esa impronta trascendente en la región latinoamericana y caribeña.
Una vez más estuvo presente una representación del cuerpo diplomático africano en Cuba y especialmente, aparte de Onguembi y Dibba, los embajadores de Nigeria y Mozambique, Laraba Elsie Bhutto y Miguel Costa Mkaima, respectivamente. Durante el panel acerca de Africa en el siglo XXI, los diplomáticos trazaron la ruta de la esperanza. Mediante ella, los hijos de esa tierra deben encontrar, con la ayuda de su sabiduría y espiritualidad ancestral, la fórmula del desarrollo para rebasar siglos de explotación
Conservación y alta biodiversidad en península cubana, joya natural
Con ecosistemas únicos, de significación internacional, el Parque Nacional Guanahacabibes sobresale por su biodiversidad y los esfuerzos para conservar las riquezas del entorno en la península cubana homónima, aseguraron hoy expertos. Ese occidental paraje, salpicado de farallones y diente de perro, es sitio de anidación de tortugas marinas, iguanas y abundantes especies de pájaros, algunos de los cuales encuentran abrigo en una de las últimas selvas del Caribe.
Preservar el patrimonio natural de la localidad, que marca el límite oeste de la isla, es desvelo de los científicos locales, expresó a Prensa Latina Lázaro Márquez, director del Parque Nacional Guanahacabibes, núcleo de la Reserva de la Biosfera de igual nombre. Comentó que la zona alberga ecosistemas de extraordinaria singularidad, entre los que destacan los bosques semideciduos, las franjas de vegetación litoral de manglares y los complejos de vegetación de costa arenosa y rocosa.
Igualmente revelantes resultan los arrecifes coralinos hallados al sur, catalogados entre los más diversos del área caribeña y los mejor conservados de Cuba, donde abunda la variedad negra. Estos fondos de espectacular belleza ofrecen oportunidades exclusivas para el buceo contemplativo y funcionan como bancos genéticos de especies de gran valor desde el punto de vista estético y económico, aseguró Márquez.
Al referirse a los programas de monitoreos de especies amenazadas resaltó los avances del dedicado al estudio y cuidado de las tortugas marinas, desarrollado durante 14 años y que ha permitido profundizar las investigaciones sobre los antiguos habitantes del océano, actualmente en peligro de extinción. El proyecto en el que participan profesores y estudiantes de la Universidad de La Habana, contribuye a prolongar la existencia de esos reptiles.
La protección de los sitios de nidificación de aves e iguanas y de otras áreas de desove, resulta también prioridad de los especialistas de la apartada demaración, antiguamente conocida como El Cabo. Guanahacabibes -precisó- descuella entre los escenarios protegidos de la nación antillana por poseer el inventario más completo y actualizado sobre los moluscos marinos, registro avalado por sistemáticas pesquisas, durante las cuales se realizaron nuevos reportes para la ciencia.
Dirigidas a niños y al resto de los pobladores, las iniciativas de educación ambiental sustentan las misiones conservacionistas en un entorno privilegiado, insistió el estudioso. Con tres senderos diseñados para el turismo ecológico, la península recibió en una década a más de 20 mil visitantes extranjeros interesados en los recorridos hacia la cueva Las Perlas, el itinerario del bosque al mar y un paseo por el Cabo de San Antonio. La observación de tortugas marinas es otra de las ofertas recientes, muy demandada por viajeros provenientes de Europa y otros continentes, aseveró.
Río San Francisco: Espacio de pura naturaleza
San Cristóbal, Artemisa, la zona aledaña al río San Francisco muestra ante nuestros ojos una vegetación variada y abundante, con paisajes tupidos para preservar especies endémicas y una tranquilidad a envidiable. Justo a la mitad entre La Habana y Pinar del Río, la naturaleza nunca deja de sorprendernos. Formando parte de la Sierra del Rosario se encuentra la cuenca hidrográfica del Río San Francisco.
Nuestro grupo espeleológico, en su incesante búsqueda tropezó con el resolladero (lugar por donde aflora parte del cauce subterráneo del río) del Brazo de la Cueva, nombre singular para un boquete en este caso impresionante. El río San francisco posee dimensiones considerables, ante un relieve de poca en altura. Algunos de sus saltos posee más de 20 metros de altura, por donde, en tiempos de abundantes precipitaciones, corre el agua espumosa y cristalina.
Debido a la alta humedad relativa, la vegetación es espesa y los arboles crecen en busca de la luz, brindando buena sombra en las márgenes del río. Las aves, como los zorzales gatos, los sinzontes, gavilanes, cartacubas, tocororos, zunzunes y tomeguines, se cuentan entre las endémicas, y vuelan y cantan de un árbol a otro, ignorando la presencia humana.
Menos a la vista, pero formando parte del área, están las jutías conga y carabalí, y varias especies de murciélagos y aves nocturnas como el sijú cotunto y la lechuza. Mariposas de vivos colores revolotean en las flores silvestres del río y otras menos vistosas se acercan al limo de las orillas con camuflajes que las hacen parecer hojas secas, menos atractivas, pero bien interesantes.
José García acoge a los investigadores y visitantes que se acercan a la zona, brindándoles de sus cosechas de aguacate, del árbol del pan, malangas, plátanos y guayabas, frutos todos en correspondencia con las condiciones del sitio. La zona es un área cargada de cuevas verticales, que sumen el agua de lluvia para llevarla hasta río, muchas no exploradas, pero bien localizadas por los moradores.
Estos brindan sus conocimientos, valiosos por demás, pues no hay mejor mapa que el de los conocedores directos de cada zona. Los campesinos Sara González y Julián Pérez, dueños de un lugar bello y confortable, rodeado de plantaciones de plátano y café y cercano a la carretera de Cinco Pesos, conocen otros lugares e historias del área. Su vivienda se encuentra en una posición elevada, con buena vista hacia todo el sitio, utilizado antes del año 1959 para la cría de ganado vacuno.
En sus terrenos se localizan cinco cuevas verticales y, a un kilómetro, se encuentra la de Los Alzados, que conserva las camas de fugitivos que estuvieron allí escondidos en la década de los años sesentas del siglo XX. Sara y Julián concuerdan en que las cuevas atraviesan las lomas de lado a lado y en que todos los arroyos que nacen en las lomas penetran en El Rosario, para luego emerger por el Brazo de la Cueva, y convertirse en el río San Francisco.
También cuentan que en una Guásima visible desde el patio de la casa, en un lugar elevado y muy cercano a la carretera, fue donde se izó por primera vez la bandera cubana en la zona. Como dato interesante, en la zona de El Rocío hay cuevas de dimensiones considerables, y en la del Cuajaní las hay verticales grandes, cercanas a los cafetales. Se abre a los ojos de los espeleólogos un nuevo sistema cársico, con mucho terreno para la investigación.
Las caudalosas aguas del San Francisco, junto el escurrimiento del agua de la lluvia, han tenido increíble funcionamiento natural entre las calizas de fácil erosión. Se abre allí un lugar cargado de accidentes cársicos que, en ocasiones, sirve de refugio a especies valiosas de la fauna cubana, y en otras alberga pozas de cristalinas aguas que invitan al baño.
Entre sus leyendas y tradiciones se refiere la de que, al sembrar un cocotero, debe hacerlo una niña de cinco años o menos, pues así la planta no crecerá mucho y ofrecerá sus frutos en menos tiempo. Allí queda mucho trabajo para expediciones sobre cartografía, antropología, hidrología, biología, entre otras tantas especialidades que pueden escudriñar sus rocas.
La Bodeguita del Medio, entre autoctonía y bohemia
Fue un lugar de culto para la intelectualidad habanera en la década del 50, en el siglo XX. Allí disfrutaba una bohemia saturada por el placer de la música y la conversación, por los sabores y olores de una cocina criolla prodigada en masas de cerdo, yuca con mojo, tostones (plátanos verdes fritos aplastados a puñetazos o a golpes de mano de mortero), tasajo, frijoles negros “dormidos”, guardados en sabio reposo desde el día anterior para espesar su textura y acrecentar su delicia. Hoy continua siendo un santuario, un Olimpo terrenal en el mismo centro de la Habana Vieja.
Fundada en 1942 bajo el nombre de Casa Martínez -en honor a su propietario, Angel Martínez, un emigrante español atraído por los encantos de la isla-, La Bodeguita del Medio, bautizada así en 1946 por su ubicación a medianía de la calle Empedrado, cerca de la Plaza de la Catedral (en pleno corazón de la ciudad antigua), muy pronto se convirtió en uno de los emblemas de Cuba.
Comida criolla, mojitos, música tradicional y atmósfera bohemia se conjugan en Empedrado 207, en el corazón de La Habana Vieja, donde se erige un pequeño establecimiento que a lo largo de siete décadas se ha convertido en símbolo de Cuba. La Bodeguita del Medio, más que un restaurante de comida típica, representa una síntesis de tradición e identidad que atrae a visitantes de las más variadas geografías del orbe, muchos de los cuales, incluso antes de llegar a la isla, ya son conocedores del prestigio del lugar.
El 26 de abril el centro gastronómico festejó su aniversario 70, acompañado por una historia de reconocimiento internacional y el empeño de brindar un servicio de calidad, tanto a las más prestigiosas figuras de las artes, las letras, el deporte y la política, como al más anónimo de los visitantes. Un equipo de 52 personas tiene hoy la misión de continuar la historia del restaurante, en el cual, según comentó una de ellas a Prensa Latina, el trabajo representa un compromiso y un honor, “pues somos la imagen de Cuba ante los cientos de clientes que nos visitan”.
En La Habana Vieja de 1942 todavía persistía la fuerte huella de la vida y la arquitectura colonial, como parte de la cual abundaban las casas con techos elevados, zaguanes amplios, aljibes y caños de barro, y los pequeños comercios que servían de sustento a la economía de numerosas familias.
El villareño Ángel Martínez tuvo por aquella época la posibilidad de adquirir una vieja bodega llamada La Complaciente, y a pesar de que muchos no le auguraban éxito al negocio, el local fue remozado y abierto al público con el nombre de Casa Martínez. Como en el resto de las bodegas de su tipo, en ella se vendían, entre otros productos, arroz, manteca, frijoles, huevos, especias, alcohol, luz brillante, laterías y todo aquello que pudiera ser comercializado.
De acuerdo con Sonia Ramos, quien ha trabajado en La Bodeguita desde el año 2000, quiso la coincidencia que cuatro años después de abierto el establecimiento, se colocara en un local próximo la editora de Félix Ayón, quien ante la carencia de teléfono se vio obligado en reiteradas ocasiones a utilizar el de la Casa Martínez.
Como parte de ese contacto cotidiano el tipógrafo estrechó su vínculo con el dueño de la bodega y se volvió comensal habitual en el comercio de su vecino, cuya esposa, Armenia, solía preparar un apetecible menú de picadillo, carne de puerco, tasajo o chilindrón, arroz y frijoles negros.
Escritores, intelectuales y artistas de la época asistían con frecuencia a la editora de Ayón; con el paso del tiempo, las reuniones comenzaron a tener como sede la Casa Martínez, y para 1948 era común encontrar en el interior de la bodega a figuras como Enrique Labrador Ruiz, Carlos Puebla o Rita Montaner, recordó Ramos. Fue precisamente el impresor quien cambió el nombre del establecimiento por el que conserva en la actualidad, pues al concertar una cita en el lugar, se refirió a él como la bodeguita del medio, para diferenciarla del resto de los locales de ese tipo, generalmente ubicados en las esquinas.
La prosperidad de la Casa Martínez fue creciendo, se dejaron de vender los productos menos consumidos y aumentó a cuatro el número de mesas para atender a los clientes; además, Silvia Torres, conocida como la China, sustituyó a Armenia en la cocina y se encargó, desde ese momento, de elaborar la comida del lugar.
Ya en 1950, el local asumió definitivamente el nombre de La Bodeguita del Medio, con el cual comenzó a adquirir fama en Cuba y el extranjero, amparada en la calidad de la comida, el ambiente tradicional, y las constantes visitas de reconocidas personalidades de la época.
En la actualidad La Bodeguita del Medio tiene capacidad para atender unos 120 comensales, en medio de una decoración conformada por mesas rústicas de pino, taburetes campesinos, y la más variada colección de objetos: lienzos, banderitas, cabezas de animales disecados, billetes y monedas de los diferentes países, entre otros.
“My mojito in La Bodeguita, my daiquiri in El Floridita”, las palabras de Ernest Hemingway se exhiben en el interior del local, y recuerdan que el autor de Por quién doblan las campanas también hizo del establecimiento un espacio de visita frecuente, atraído, sobre todo, por su reconocido coctel. En el segundo piso, dos mesas están reservadas a nombre de un par de insignes clientes: el afamado cantante estadounidense Nat King Cole, quien hizo del establecimiento un sitio de visita habitual, y el Poeta Nacional de Cuba, Nicolás Guillén.
Es Guillén el autor de poema que recibe al visitante a la entrada del local, ese que expresa “La bodeguita es ya la bodegona,/que en triunfo al aire su estandarte agita”, y fue también el bardo quien inició la costumbre de estampar firmas y mensajes en las paredes del lugar. Con ese acto comenzó una tradición devenida símbolo, pues todo aquel que pasa por La Bodeguita quiere dejar siempre testimonio de su estancia a través de mensajes en las paredes, muros, mesas, columnas…en cada espacio del lugar.
Premios Nobel como Gabriel García Márquez, Rigoberta Menchú y Adolfo Pérez Esquivel, jefes de Estado como Luis Inacio Lula da Silva y Rafael Correa, deportistas de la talla de Muhammad Ali, actores como Sean Penn y Pierce Brosnan han dejado su huella en el local, contó con orgullo Ramos.
De acuerdo con la trabajadora, estar en La Bodeguita significa un tremendo reto, no solo por la cantidad de personas que asisten diariamente, de las más variadas procedencias, sino porque buscan en el lugar una amplia fuente de información sobre nuestro país. En ocasiones llaman de otros países para hacer reservaciones, y cuando están aquí, nos preguntan sobre cualquier tema, desde cultura e historia de Cuba hasta recomendaciones de los lugares que no pueden dejar de visitar.
Entre el mojito y la comida criolla
La casa es conocida internacionalmente por el mojito, que ha tomado fama mundial como el coctel cubano por excelencia, apuntó Carlos Rodríguez, dependiente gastronómico de La Bodeguita del Medio. Una de las cosas que más atrae a los clientes, agregó, es el conocimiento de que las ofertas corresponden siempre a nuestra comida tradicional, a los platos normalmente presentes en la mesa del cubano, tales como el arroz, los frijoles, los moros y cristianos, la carne de puerco, el picadillo.
Para Rodríguez, el principal medidor de la calidad de los productos es el hecho de que muchas personas repiten la visita, se sienten tentados a regresar al lugar y recibir el trato familiar y afable de sus trabajadores. Reinaldo Socorro, jefe de turno de la cocina, manifestó que los conocimientos para la elaboración de los alimentos los adquirieron de los fundadores, pues la comida cubana tiene características muy específicas, como el uso de las especias, que no siempre coincide con los cánones de la gastronomía internacional.
Conocedor de innumerables secretos sobre los platos típicos de la isla, Socorro, quien labora en La Bodeguita desde 1992, comentó que diariamente suelen atender unos 200 comensales, los cuales siempre llegan atraídos por la comida criolla y solicitan las opciones más autóctonas.
Otro atractivo importante del establecimiento es la música en vivo que siempre acompaña a las ofertas gastronómicas, con la presencia habitual de grupos tradicionales que complacen a los visitantes con las canciones más emblemáticas del repertorio cubano. La Guantanamera, el Chan Chan, Hasta siempre, comandante, y Yolanda son los temas que siempre están entre las preferencias de los clientes, y nos da tremendo orgullo observar que muchos de ellos, sin ni siquiera hablar español, conocen las letras y las cantan, destacó Beatriz Vázquez, limpiadora de área.
Así, con la atractiva singularidad de ser un lugar en el que se conjuga la autoctonía con el deseo de estar en el mismo espacio que han compartido numerosas personalidades desde la década de los cuarentas del siglo XX, crece en Cuba y el mundo la fama de La Bodeguita del Medio, que a sus 70 años se mantiene tradicional y bohemia.
El remate lo ponía -y lo sigue poniendo- el mojito, un trago a base del ron diáfano de la isla, preferiblemente con un añejamiento de tres anos, agua carbonatada, limón, un toque de angostura y yerbabuena, capaz de derretir en minutos los cubos de hielos puestos a navegar en esa mezcla de apariencia inocente, que baja suave por la garganta para aposentarse después, como fuego liquido, en los sentidos. Como colofón, los buñuelos, un postre de masa esponjosa elaborada con yuca, aderezado con almíbar ligera, ambarina
De las paredes de la Bodeguita, resguardadas tras marcos de cristal y madera, cuelgan viejas fotos con las imágenes de algunos de sus visitantes ilustres del mundo del cine de otras épocas, como Spencer Tracy, Errol Flyn, Ava Gardner, Marlon Brando y Edward G. Robinson.
Es un restprán rústico, con portón a la calle, un exiguo bar donde apaciguar la sed y el calor, taburetes forrados con piel de chivo y una atmósfera familiar, de continuo festejo. Mesas con manteletas de papel, desde las cuales ojear como se cocina el manjar que luego encenderá el apetito de los comensales. Una mirada que es como una anticipación del disfrute cercano.
La leyenda de La Bodeguita, multiplicada en sus 70 años la edificaron, piedra a piedra en Cuba, glorias nacionales como Alejo Carpentier y, sobre todo, el poeta Nicolás Guillén, quien la inmortalizó con un manojo de versos improvisados al calor de la farra.
La Bodeguita del Medio
es este sitio que ves;
ponte un trago, amigo, pues,
que el trago aquí es un remedio.
Pero si aduces que estás
de cuerpo y alma, muy bien
Pues ponte el trago también,
que así no te enfermaras
A su fama universal contribuyeron igualmente visitantes ilustres como los mexicanos Agustín Lara, María Felix y Mario Moreno (Cantinflas), el narrador venezolano Miguel Otero Silva, el poeta chileno Pablo Neruda, el cantante norteamericano Nat King Cole y su coterráneo, el actor Errol Flynn y más recientemente (en octubre de 2009) su colega Michael Douglas.
La lista se incrementó con los años. Presidentes de varios países de América Latina, entre ellos el dominicano Juan Bosh y el chileno Salvador Allende, la ex primera dama francesa Danielle Miterrand y ministros y diplomáticos de distintas regiones del orbe han acudido a ella atraídos por un mito que sigue vivo.
La B del M (como se le conoce mas familiarmente) muestra paredes y techos inundados por una multitud de firmas estampadas de puño y letra por personajes de medio mundo: artistas, políticos y Premios Nobel de Literatura, el colombiano Gabriel García Márquez y el portugués Jose Saramago, entre ellos. Menudean las frases ingeniosas como “Cargue con su pesao” y dibujos que animan un singular graffiti cruzado por corazones y trazos ingenuos de comensales anónimos. Este es uno de sus mayores atractivos y uno de sus sellos más característicos.
Desde hace más de una década, La Bodeguita decidió expandir su imagen multiplicándose en países como México, España o Francia, adonde llega de primera mano esa oleada de colores, sabores y olores del Caribe, diestramente aderezados por chefs y una cuadrilla de artífices culinarios que llevan consigo todos los secretos de una sazón inigualable.
Al amparo de una franquicia-maestra operada por el consorcio cubano Gran Caribe, replicas del restorán comenzaron a perfilarse en los más diversos lugares del mundo. En México, por ejemplo, se firmo en 1997 un contrato con la Operadora Maestra, S. A de CV, asentada en Guadalajara, para la apertura de unos ocho centros similares en territorio mexicano.
Pero el espíritu y la atmósfera de la B del M pertenece, sobre todo, a ese rincón habanero que la vio nacer como un lugar modesto donde se podía comer “bueno y sabroso”, bendecido por los dioses tutelares del trópico. Hoy esta considerada entre los 100 mejores restaurantes del mundo y se mantiene como punto de mira predilecto de los más exquisitos gourmets.
Ufana en su reino, la B del Medio derrama su aura familiar, su atmósfera criolla. Tres décadas la separan de su primera centuria.
* Textos de Raúl I. García Álvarez y Mayra Pardillo Gómez, corresponsales en Sancti Spíritus; Martha Andrés Román, Adalys Pilar Mireles y Anubis Galardy, periodistas de la Redacción Nacional; Neisa Mesa del Toro, corresponsal en Ciego de Avila; Marta Cabrales, corresponsal en Santiago de Cuba; y Yamilé Luguera González, arqueóloga, espeleóloga, buzo especialista y colaboradora de Prensa Latina.