Diego Velázquez se llama mi perra
Me encuentro en Oppenheim, ciudad de Alemania a orillas del Rhin. Admiro la postal recién comprada de Michael Kirkham “Mujer y Perro”.
Comprada en Berlín anteanteayer, admiro su sensualidad y el perfume que llega hasta el cielo del paladar. La mujer es el arpa para un perro juglar que canta, recita, ladra y
hace juegos y truhanerías para divertir la soñada picha de la chica.
Recuerdo un tiempo, cuando niños, que íbamos tras los perros por las calles de Cañete, en Cuenca, ellos labrando poesía o cantando y ladrando como recordando a aquellos que recreaban a los reyes y grandes señores pollancones, lamechochos, golosos y glotones en los Jardines de Aranjuez, o los de Sabatini en el Palacio de Oriente, en Madrid.
Tengo un perro que se llama Oposición, y en concurso de pretendientes a un Chocho me gana. El es idóneo para un lametazo en el culo. Yo estoy en minoría. Ellos son los mejores amigos del hombre, ¡qué digo¡ de la mujer. La mujer “Lamia”, monstruo fabuloso con cabeza de mujer y cuerpo de dragón. Lamia, del verbo lamer. Sí.
Somos diametralmente contrarios como sucede con el Sol y la Luna cuando se hallan frente a frente en los extremos de un diámetro cuyo centro ocupa un Chumino.
Oposición me ladra repetidas veces, y más en tiempo de crisis. Sueño y deseo convertirme en perro en trance de sexo, ¡claro¡, / ya sabes: “el hombre cuando tiene hambre de sexo aun con la perra sueña”/. Sueño la lengua de Oposición lamiendo un Chichi, y sueño mi capullo rozar suave y blandamente un Chumino.
Me encanta el cuadro de Kirkham. Me pone. Como me encantan, y mucho, los cuadros de Garrido, Barjola, Mohedano y Freud aquí figurados.
¡Guau¡, todos ellos lamechochos golosos y glotones como ninguno.
Mujer con Perro. Miguel Angel Garrido
Desnudo mujer con perro. Barjola
Mujer desnuda con perro. Paco Mohedano
Muchacha con perro blanco. Lucian Freud