Dimensionator
Fernando García-Alcalá*. LQS. Junio 2020
A falta de un Condensador de Flujo que funcione, nos dedicamos a comprar petróleo, quemar gas, horadar la tierra en busca de carbón, tirar bidones nucleares a la fosa de las Marianas…
¿Qué pensaría el bueno de Michael J. Fox si, en uno de sus múltiples viajes por el tiempo, se asomara al 2020?
Con toda seguridad le abrumaría la presencia total del COVID-19 en nuestras vidas.
Supongo que intentaría volver a toda prisa a los años 80, pisando a fondo el acelerador de su DeLorean impulsado por una energía totalmente alternativa, el condensador de “Fluzo”. (sic)
Por aquellos años, la cartelera estaba dominada por Terminator, un ciborg modelo T-800 cuya misión era proteger a Sarah Connor.
Los imagino a los tres en una fuga interminable para escapar del control de las máquinas de SKYNET, igual que nosotros huimos y nos escondemos del virus.
El empeño de Sarah por salvar a John de la saga de Terminators que venían del futuro, solo es comparable a la fuerza de voluntad de Viggo Mortensen en “The Road”, obsesionado con llevar a su hijo hasta un inexistente mundo mejor, y obligado siempre a dar un paso más allá de la extenuación.
En el mundo animal, una determinación así solo la he visto en los ojos de Nemo a la búsqueda de sus padres.
Lo confieso, me fascina el mundo distópico que asombra a John, la desesperación de Viggo por salvar a su hijo, la de Nemo por abrazar a sus padres y la de Michael por conseguir que su madre se enamore de su padre.
Tras este despegue de la mano del celuloide, me gustaría aterrizar en los problemas de nuestro mundo real.
A falta de un Condensador de Flujo que funcione, nos dedicamos a comprar petróleo, quemar gas, horadar la tierra en busca de carbón, tirar bidones nucleares a la fosa de las Marianas, coser nuestros campos con líneas de alta tensión y contaminar la atmósfera que nosotros mismos respiramos. Si seguimos así, me pregunto si alguien tendrá interés por viajar al futuro.
Quizá este verano no podamos recibir a las hordas de turistas adinerados que se tumban en nuestras playas, y que vienen acompañados de sus billetes morados, pero lo que sí es totalmente seguro es que el sol saldrá todos los días en España, y aunque ya no somos el imperio en el que el sol nunca se pone, disfrutamos de una situación privilegiada para la producción de energía solar fotovoltaica.
No necesitamos gasoductos que vengan desde el avispero del medio oriente, ni queremos depender de caprichosos mandatarios que se apoltronan en sus yacimientos, y mucho menos queremos conocer ciudades que rimen con Chernóbil o con Fukushima.
Queremos ser independientes, queremos tener empresas que sean competitivas gracias a sus bajos costes energéticos, queremos que las familias ahorren en su factura mensual y queremos dejar a nuestros hijos un planeta sano.
Podría parecer que pido mucho, pero pido algo que ya tenemos. La energía solar.
¿Qué nos hace falta? Solo necesitamos impulsar la generación distribuida, y poner a disposición de empresas y familias la posibilidad de producir y de consumir su propia energía, generada en su cubierta gracias al dadivoso astro sol.
Si usted ha llegado leyendo hasta aquí, probablemente se pregunte cuánto podría llegar a ahorrar si tuviera su propia planta fotovoltaica.
Actualmente ya existe una solución para dimensionar su planta óptima en función de su perfil de consumo. No la hemos llamado Dimensionator, para evitar conflictos con Arnold Schwarzenegger. SIZE tiene más gancho.
Cuando sea mayor, yo también quiero conducir un DeLorean, pero de propulsión solar.
* Publicado en la web Suelo Solar
Fernando García-Alcalá es parte de ProyectaPV
Síguenos en Facebook: LoQueSomos Twitter@LQSomos Telegram: LoQueSomosWeb Instagram: LoQueSomos
