El aborto de Gallardón
Gallardón sigue en sus trece de regresar la Justicia a tiempos pretéritos. Tasas abusivas, engorros, obstáculos insalvables para el común de los mortales, eso es la ley. Extremadamente dura para quien no puede pagarla. Liviana para los delincuentes de guante blanco y corbata cortesana. El Código Penal del ministro Gallardón rezuma castigo para las libertades y exalta el autoritarismo.
En definitiva, crispación.
Las mujeres y quienes están con ellas salen a las calles otra vez para reclamar lo que es obvio en una civilización medianamente presentable. Su derecho a no concebir, a interrumpir un embarazo. A abortar, si así lo desean y por la causa que sea. En una sociedad mínimamente presentable y que se titula “no confesional” en su Carta Magna, no se puede obligar a sus ciudadanas a aceptar criterios morales de una confesión religiosa, en este caso católica o ultracatólica.
Desde el punto de vista científico, un feto es vida pero no es una persona con los atributos de tal. Al no ser un ente social, el Estado no tiene por qué intervenir en lo que es esfera íntima y personal.
Pero aquí lo hace, porque España fomenta la liberalidad de la cuestión económica hasta el paroxismo de la propiedad particular, pero pastorea y controla el orden moral hasta la obsesión.
* Director del desaparecido semanario "La Realidad"