El color rosa-pink reconquista la pornografía
Por Nònimo Lustre.
Barbie es un ciborg con proporciones imposibles -tan baja de peso que no podría menstruar y su cintura ‘de avispa’ sólo podría albergar medio hígado y una miaja de intestino. Pero, aun así, se ha convertido en el espejo ideal contra el que las personas imprudentes han comparado su propio cuerpo…
A la fuerza, estábamos acostumbrados a que los EEUU remedara la cultura europea pero no para perfeccionarla sino, al revés, para degenerarla y jibarizarla -siniestra sinopsis de Occidente. Aquí no rige el viejo dicho de que, “en literatura, el plagio sólo está consentido si va acompañado de asesinato”. Aquí, los USA plagian pero sin recurrir a la pena de muerte legal en cadalso formal sino a la pudrición de un genocidio cultural clandestino y sin eximentes. Desde los leones zampándose cristianos en el circo hasta Caperucita Roja, desde el folklore mediterráneo hasta las excelsas cogitaciones de las élites, Europa lleva un siglo siendo vilipendiada por la industria del espectáculo hollywoodense, esa monótona mafia controlada por el Pentágono que siempre va mucho más allá de los videojuegos, las películas de enormes presupuestos, los tebeos (cómics) y los maquillajes de colorines.
Hoy, estrepitosamente irritados por la omnipresencia mediática de una mercancía dizque cultural con dosis homeopáticas de feminismo -¡es la moda!-, e incluso de modositas befas contra los hombres -la otra moda-, recurre a un color, el Rosa-Pink, como señuelo visual. Dicho de otro modo, recupera una antigualla en desuso -que las niñas han de vestirse de rosa- para hacernos creer que el mundo se detuvo hace decenios y que el futuro será fluorescente gracias a una concordia imposible que terminará con la guerra de los géneros. Nos referimos a Barbie, engendro al que definimos como subproducto porque, en semejante podredumbre oftalmológica, Jólibu se ha gastado mucho más en propaganda -léase, en cooptación de ‘creadores de opinión’-, que en producción y postproducción.
Sin embargo, pese a que estamos “acostumbrados-a-la-fuerza”, con Barbie, en esta ocasión los EEUU han violentado demasiadas líneas rojas. La adicción al Pink es peccata minuta (peanuts, en Jólibu) comparada con los efectos colaterales que Barbie siembra en la atmósfera cual si fuera (lo es) una bomba de racimo cluster. Estos dañinos efectos se centraron en la hipersexualización de la niñez y de la adolescencia y en la pulverización de una oferta barata de millones de accesorios de plástico (cf. II Parte). Pero, sin duda, el gran truco estuvo en optar por la hipersexualización… sin genitalización. Y los perversos polimorfos de Mattel acertaron comercialmente.
En definitiva, saquearon -no compraron- a una Alemania en ruinas viejas y vergonzantes pornografías de Weimar y de la República Federal. Oh, la, lá!, la esplendorosa Belle Époque, faraona del puterío y princesa venérea… (cf. II Parte De la Pornografía eurocéntrica a la pornografía universal)
I PARTE: ¿PARA GUSTOS SE HICIERON LOS COLORES?
Puesto que el Pink es el color dominante de Barbie 2023, hemos colegido que, en primer lugar, hemos de investigar porqué Jólibu escogió un color terciario sin personalidad histórica ni antropológica para elevarlo a los altares de la mediocridad y, en especial, de su escandalosa ausencia de significado -clave de su demagógico éxito.
Comencemos por el más remoto pretérito. La identificación ‘ante-diluviana’ (término obsoleto que adoramos) de los restos del color rosa–pink detectables en yacimientos remotos (1), comienza con la fragilidad de los pigmentos e incluso con su peligrosidad pues algunos minerales son dañosos -ejemplo, el cobre (blue), níquel (green) y el cobalto (pink) A ello añadiríamos que la restauración de algunas obras no supone unanimidad en los jurados; de ahí que la Capilla Sixtina y tantas obras veneradas, limpias de mugre, nos parezcan ahora unos cromos chillones -por no decir una croûte de mercadillo.
Existe una jerarquía de uso de los colores que, seguramente a escala planetaria, está dominada por la gama Roja. El Red -color primario-, quiere ser el más contundente de los colores, el que simboliza la caridad (charity, compassion), el martirio, el infierno, el amor, la juventud y el fervor -es decir, la dispersa y arbitraria matriz de las heterogeneidades. Materialmente hablando, en la Alquimia es el color del sulfuro, el de la fuerza en la Cábala y, en hebreo, el color ¡de Yavé! Pero nuestro interés de hoy está en el Rosa (Pink), un color terciario que, en inglés, está relacionado con crimson, scarlet, reddish, dark red, brick-red y, especialmente, con los que más nos interesan: los purple pink y el pinkish red -primos pobres del Rojo que nos sugieren que el pink nunca fue un color importante. Y, sin embargo, helo hoy rey del espectáculo.
Si observamos el arte paleolítico -parietal o rupestre-, vemos una paleta limitada: bastantes negros, raros blancos, rojos, amarillos y marrones o pardos (brown) La abundancia del rojo podría hacernos soñar con la posibilidad de establecer unos fáciles atributos simbólicos a los colores pero no hay tal puesto que no disponemos de ninguna evidencia consistente de la función de estas pinturas. En cuanto al Antiguo Egipto, se han identificado términos abstractos como black, white, red y green en algunos artefactos de los Viejos y Nuevos Reinos (c. 2600-1070 a.n.e) y, asimismo, paletas de varios tipos de rojos, azules, amarillos, pardos, grises y pink (cf. John Gage.1999. “What Meaning had Colour in Early Societies?”; en Cambridge Archaeological Journal, 9, pp 109-126 doi:10.1017/S0959774300015237)
En un innecesario alarde de eurocentrismo, el Wagner Color Research Institute, sostiene que los colores están asociados a diferentes imágenes. Ejemplos europeos, el azul compagina con la riqueza, la confianza y la seguridad; el gris, con la fortaleza, la exclusividad y el éxito; y el naranja, con el saldo. Estas conclusiones no nos las explica empíricamente pero, a cambio, este autor nos explica por qué los Bancos escogen sus logos y sus colores institucionales (cf. Madden, T. J., Hewett, K., & Roth, M. S. 2000. “Managing Images in Different Cultures: A Cross-National Study of Color Meanings and Preferences”; en Journal of International Marketing, 8(4), 90–107. doi:10.1509/jimk.8.4.90.19795)
El paper más interesante que hemos consultado incluye varias estadísticas como, por ejemplo, “This company is a long established house-builder who wants to be seen as dependable, trustworthy and reliable. Which colour best suits the logo for this organisation?”. Respuestas: Brown 138 / Blue 82 / Green 63 / Orange 21 / Red 16 / Purple 8 / Yellow 2 / Pink 0. Resumen: disponiendo de 330 opciones, el rosa-pink no fue elegido por nadie (cf. Niki Hynes. 2009. “Colour and meaning in corporate logos: An empirical study”; en Journal of Brand Management. 16, 545 – 555. doi: 10.1057/bm.2008.5) (2).
Inevitablemente, caímos en un manual anticuado que, además, sólo se preocupa por las naciones, no por las etnias: (cf. Anthropology of color: interdisciplinary multilevel modeling. Robert E. MacLaury, Galina V. Paramei y Don Dedrick, eds. 2007) Aun así, nos informa que los términos cromáticos más usados en inglés son: Black 10 % / White, red, dark 9 / Green, blue, grey/gray 8 / Pale, yellow, golden, blonde, brown, purple y pink, 7 / Silver, cream, orange 6. Como venimos reportando, el pink sigue sin ser demasiado conocido ni usado.
Por lo demás, los pueblos indígenas conciben los colores cada uno según su criterio. Por ende, siendo miles, nos resulta imposible enumerar aquí todas sus opciones, máxime si incluimos en la relación los préstamos filológicos que corren de unos idiomas a otros -en estonio, se usa el empréstito roosa. Y, entre los egipcios, el vocablo rwd (= pink o rose in Copto y en Demótico) reaparece en persa y en árabe -además de estar hipotéticamente en la etimología de red y de rose en inglés y en otros idiomas europeos -no somos lingüistas, no podemos corroborar estos asertos. Finalmente, entre los indígenas Dugum Dani de Papúa, aparece una clasificación que combina la cromatografía con la alimentación: distinguen entre los colores ligeros-templados (mola: white, red, orange, yellow, red-purple y pink) y los colores fríos-oscuros (mili: black, blue, green).
Resumen: quién sabe si por ser un color terciario o por casualidad, el rosa-pink nunca ha ‘estado de moda’… hasta que Lilli-Barbie nos torcieron el buen gusto.
II PARTE:
DE LA PORNOGRAFÍA EUROCÉNTRICA A LA PORNOGRAFÍA UNIVERSAL
En 1952, un redomado nazi como Axel Springer (1912-1985), entra en el combo de los vencidos ‘reinsertados’ -desde von Braun hasta Kurt Waldheim-, obviamente con el beneplácito de los Aliados. Su amarillismo alquitarado durará hasta hoy. El 24.junio de aquel infausto año, publica el primer número de su bazofia Bild Zeitung, madre nutricia de las mentiras que todos padecemos todavía, pero no tiene nada para rellenar la página dos de su llamémosle diario -cuando cuentan con la flema del Poder, los ‘emprendedores’ no planifican: juegan a la lotería. Y le encarga al caricaturista Reinhard Beuthien que le saque del apuro. Beuthien dibuja a una joven descarada, sexy, con curvas que, gracias a Springer, se convierte en el ideal de belleza de una Alemania que comienza su ‘milagro económico’. Ha nacido Lilli -en puridad, Bild-Lilli.Tres viñetas de Lilli. Desde 1952, la pornografía springeriana encarnada por Bild-Lilli inunda una Alemania rijosa pero vencida, aspirante a mesocrática pero sexualmente obsesa, libidinosa pero inapetente… y machista hasta las criadillas. Lilli desapareció el 05.I.1961 y su versión en plástico, falleció en 1964.
Las tan picantes como vergonzantes viñetas diarias de Lilli, se vuelvan tan famosas que, en 1953, el Bild decide fabricar la muñeca ‘Lilli’. Entre 1955 y 1964, el fabricante de juguetes O. & M. Hausser engendra alrededor de 130.000 muñecas rubias, morenas y pelirrojas, maquilladas, con labios rojos y destinadas a un público adulto… y femenino. Las comercializa en 2 tamaños (19 y 30 cms; aprox. 11,5 pulgadas) Ya cuentan con más de 150 atavíos, desde bikinis hasta abrigos de piel. Es decir, Springer planificó a la actual Barbie pornográfica mucho antes de que, en 1959, la Barbie de Mattel saliera de la fábrica gringa.
[Inciso cloacal-mediático que conocimos in situ: en 1968, el Bild and Co, denigraron sistemáticamente las protestas estudiantiles que cundieron en toda Alemania a raíz del intento de asesinato del portavoz universitario Rudi Dutschke -Springer le acusó de “amenaza para la democracia y para Europa”. Obviamente, los universitarios de entonces, atacamos simultánea y coordinadamente infinidad de las sedes de Springer]
El dibujante Beuthien disponía de un colosal acervo sobre el meretricio. En la Alemania de Weimar y, luego, de la República Federal, todos sabían que el Pink era un color muy peligroso -pero nadie reconocía la infame resiliencia del ominoso pink triangle reservado a homosexuales y rebeldes en general. Sin embargo, era imposible negar que, en aquellos años de pre y posguerra, hubo no menos de 16 tipos de prostitutas, cada uno con su alias laboral y su especialización venérea. Por ejemplo, las expertas en felaciones en el Tiergarten, eran llamadas Grasshoppers (saltamontes); gravelstones (gravilla), las físicamente deformes que sobrevivían en el norte de Berlín; Telephone girls, las niñas candidatas para el cine que se contrataban por teléfono; y también las Nice girls, apodadas semi-castores porque trabajaban media jornada para alimentar a sus familias. Sin salir de la tinta negra, a todas las abrevió y superó Bild-Lilli.
Año Nuevo con una muñeca Lilli algo ligera de ropaMil veces repetida en fotos, la evolución de Lilli a Barbie.
En una fecha crucial pero indeterminada, Ruth Handler, cofundadora de Mattel, viajó por Europa en una expedición de saqueo del entonces devastado patrimonio infantiloide. Su subitánea iluminación estalló en Suiza (¿en 1956?), cuando vio una muñeca ¡con pechos! Se llevó varias Lilli a los USA, las observó y decidió adaptarlas al mercado gringo con la ayuda de Jack Ryan (diseñador de misiles en la multinacional bélica Raytheon) Juntos, diseñaron oscurecer los datos originales de Lilli (“una fantasía teutónica”, un emblema ario puesto que “era una aria vencida excavando oro para regresar a la prosperidad”) y modificaron superficialmente la muñeca sólo para que “pareciera menos una puta callejera alemana”.
Cruzando el Rubicón, la sra. Handler presentó su arriesgada estrategia en una feria del juguete (Nueva York, 09.III.1959) Porque, sin duda, era peliagudo introducir en el ñoño mercado gringo de las moñas una efigie adulta, con los ojos pintados, sexy y provocativa. El cálculo comercial de Handler fue que había un nicho de mercado en los chavales que habían superado el tiempo de las muñecas-niñas y el de los cuentos narrados para dormir. Había nacido Barbara Millicent Roberts, alias Barbie, la Pechugona, y la infancia gringo-europea olvidó sus juguetes bélicos, proto-rockeros y guitarreros.
En 1961, Mattel evaluó con urgencia que Lilli-Barbie no podía estar sola y creó a Ken Carson, su borroso novio. En 1963, introdujo a Midge Halley para contrarrestar la imagen que se estaba creando de Barbie como símbolo sexual. Con el tiempo, fueron surgiendo barbies que hoy diríamos inclusivas: étnicas, latinas, drag-queens, afroamericanas (en fecha tan tardía como 1980) y hasta cancerosas calvas y/o discapacitadas. En 2016, la empresa asesora Barbie Fashionistas inundó el Globo con unas barbies con 4 tipos de cuerpos, 7 tipos de cutis, 22 colores de ojos y 24 peinados -todo ello dizque para retratar fielmente la “diversidad de la mujer moderna”. En 2018, lanzó la colección Inspiring Women en honor de pioneras como Frida Kahlo y la aviadora Amelia Earhart. Huelga añadir que, en estos años, se crearon innumerables imitaciones y hasta falsificaciones -los procesos por plagio fueron diarios.
Como muestra evidente de los privilegios de los vencedores, los Aliados saquearon -no compraban a una Alemania en ruinas- viejas y vergonzantes pornografías de Weimar y de la República Federal. En 1964, Mattel compró los derechos de Bild-Lilli por la ridícula suma de 25.000 US$ e, inmediatamente, dejó de producirla. La Gran Jefa Ruth Handler no hizo ninguna modificación a la muñeca alemana -excepto, quizá, aclarar su tono de piel y poco más. Léase, confirmamos que Barbie fue pensada hasta en sus mínimos detalles por Springer -y dibujada por Beuthien.
El resbaladizo perfeccionismo
La rubia de ojos azules que mide el obligatorio 90-60-90, con palacio, auto descapotable, pareja millonetis y miles de profesiones, se ha asociado con la perfección. Hay una imagen de la película que se ha hecho viral: Barbie bajándose de los tacones y dejando de estar de puntillas -icono de superación socio-política. No obstante, el mundo hodierno de Barbie es distinto al de hace treinta años. Sus deseos ya no son tener un descapotable rosa, sino ser astronauta -ya ha ocurrido, pues Samantha Cristoforetti, primera europea comandante de la Estación Espacial Internacional (EEI), viajó al espacio acompañada por una Barbie inspirada en ella misma.
Pero… tanto delirio consumista tiene algunos efectos indeseados. Por ejemplo, produce atelofobia (= miedo a la imperfección), una nueva enfermedad mental que provoca estrés y ansiedad, anorexia, perfeccionismo e incluso propicia el síndrome de la impostora. Y, asimismo, un grave déficit del bolsillo puesto que las faldas cortas y los ‘escotes de vértigo’, para igualar siquiera el desaforado vértigo de la novedad, exigen la compra compulsiva de más y más accesorios à la mode. Hoy, Barbie es un ciborg con proporciones imposibles -tan baja de peso que no podría menstruar y su cintura ‘de avispa’ sólo podría albergar medio hígado y una miaja de intestino. Pero, aun así, se ha convertido en el espejo ideal contra el que las personas imprudentes han comparado su propio cuerpo…
Como escribimos en la Introducción, todo ello nos ha llevado a un fenómeno harto comprometido que incluso coquetea con lo psiquiátrico: la hipersexualización de la niñez y de la adolescencia conseguida auxiliarmente merced a la pulverización de la oferta barata a través de millones de accesorios de plástico -el marketing de los desechos industriales o el auge de los fringe benefits, antes menospreciados. Sin olvidar el gran secreto comercial: haber optado desde hace 60 años por la hipersexualización… sin genitalización.
Por desgracia, la rampante hipersexualización se metastatiza aprovechando los peores prejuicios que acechan a las mujeres ‘marginales’. Ejemplo: en la Amazonia peruana existe todo un corpus de informes antropológicos sobre una quimera tan racista como imposible de verificar: la charapa ardiente -i.e., una mujer indígena o ribereña siempre disponible para el sexo vehemente.
Aunque la pacatería de la posguerra alemana no llegó a los extremos de esa supuesta charapa, Lilli era una muñeca pornográfica y Barbie la plagió cual Disney arrasando en el palacio de Cenicienta -ozú, qué mote de mal fario-, o en la cueva de Alí Babá que es más crematísticamente disneyano. Barbie nació pornográfica y lo sigue siendo. En los años 1950’s, así la planearon Springer y Mattel cuando escogieron una muñeca ¡con pechos! Y, lo más intrigante desde la cromatografía es que la estrategia comercial fuera monopolizada por el rosa-pink, un color hasta entonces ignorado -y, si nos permiten el subjetivismo, feo por indefinido.
Notas:
1.- Poco hemos trabajado la influencia del color en varios pueblos indígenas pero, al menos, lo hicimos durante el trabajo de campo lo cual tiene un doble valor. Vaya esta muestra:Cinco lenguas de Melanesia observadas en 1983 según el test ampliado de Swadesh (200 palabras, de las cuales sólo cinco designaban colores: Red, Green, Yellow, White y Black. Tabla de A.P. registrada in situ.
2.- Asimismo, nos llamó la atención el título de un libro que olvidamos por no ser suficientemente scholar: Where did Indigenous Peoples get colors for their abstract art?
Síguenos en redes sociales… Mastodon: @LQSomos@nobigtech.es Diaspora*: lqsomos@wk3.org Telegram: LoQueSomosWeb Twitter: @LQSomos Facebook: LoQueSomos Instagram: LoQueSomos