El desastre económico actual era predecible

El desastre económico actual era predecible
Unos pocos hemos estado diciendo desde que se inició la crisis que las políticas públicas que se están aplicando durante estos años de recesión son profundamente erróneas y están llevando a los países de la Unión Europea (y muy en especial a los países de la periferia de la Eurozona) al desastre. Como era predecible, los hechos que están ocurriendo, con el mayor incremento del desempleo conocido hasta ahora, están mostrando que, por desgracia, llevábamos razón.
 
En realidad, el problema con el que nos enfrentamos es fácil de entender y de resolver. Hoy el sector privado de la economía está paralizado o en declive debido a la falta de demanda y a la escasez de crédito para que las empresas y las familias puedan invertir y/o consumir. La evidencia de ello es clara, robusta y abrumadora. Ante esta situación, el único sector que puede estimular y hacer crecer de nuevo a la economía es el sector público. Así se salió de la Gran Depresión a principios del siglo XX en EEUU y en Europa. En EEUU, la Administración Roosevelt aumentó la inversión y el gasto público de una manera muy notable, acentuándose incluso más con el inicio y posterior desarrollo de la II Guerra Mundial. En Europa fue este mismo conflicto el que creó un gran aumento del gasto e inversión públicos, que resolvió el problema de la Gran Depresión.
 
Algo parecido ocurrió después de la II Guerra Mundial cuando se creó una Gran Recesión que fue resuelta mediante una gran inversión y crecimiento del gasto público, estimulados por el Plan Marshall. Y ahora, cuando estamos ya en Recesión, camino de la Depresión, en lugar de aumentar la inversión y el gasto público, los gobiernos de los países de la Unión Europea, y muy en particular los periféricos de la Eurozona (incluyendo España), que tienen mayores dificultades, están recortando el gasto público, lo cual es una enorme estupidez (y no hay otra manera de definirlo).
 
Esta estupidez se está justificando con el argumento de que la crisis la ha generado el excesivo gasto público, particularmente el gasto público social (que ha proveído una supuestamente excesiva protección social), y unos salarios demasiado altos que han hecho a los trabajadores poco competitivos. De ahí que las soluciones que se derivan de esta explicación consistan en recortar el gasto público, y muy en particular el gasto público social, y bajar los salarios a fin de hacer a la economía más competitiva. Es esta mayor competitividad, con aumento de las exportaciones, la que –se nos dice- nos sacará de la recesión. Y como muestra del éxito de estas políticas públicas se señala la disminución, cuando no eliminación, del sesgo negativo de nuestro comercio exterior. En todos los países que se están aplicando estas políticas, los datos que se utilizan muestran que la balanza comercial se está equilibrando: es decir, las importaciones y las exportaciones están igualándose.
 
Pero tal argumento está apoyado en un supuesto falso. El equilibrio entre importaciones y exportaciones se debe primordialmente al descenso espectacular de las importaciones, en lugar de un gran aumento de las exportaciones, y ello como consecuencia del colapso de la demanda interior. El reciente  informe de la OCDE, March Interim Assessment on the Global Economic Outlook, muestra  los datos que avalan lo que estoy diciendo. Ronald Janssen, en su excelente artículo “More Austerian Fairly Tales” en Social Europe Journal (abril 2013), hace un resumen de los datos del informe mostrando los datos para Alemania, Portugal, Irlanda, Grecia, España e Italia. La evidencia es, de nuevo, clara, robusta y abrumadora. Pero tal evidencia continua siendo ignorada por los “austerianos” (economistas favorables a las políticas de austeridad), cuyo dogma neoliberal es impermeable a los hechos y a los datos. Sus creencias, basadas en la fe y no en la evidencia científica, alcanzan niveles nunca antes vistos. España ya sobrepasa los 6 millones de parados y su gobierno continúa con sus políticas de recortes de gasto público, incluyendo gasto público social. El fundamentalismo de tipo religioso que alimenta las creencias neoliberales no es educable.
 
En realidad, el desempleo está creciendo de una manera muy marcada en toda la Unión Europea, alcanzando una situación extrema en España y Grecia (que son los países que están recortando más). Pero la situación es incluso peor que la que aparece en los datos de desempleo y se ve reflejada en la cifra de población empleada, que ha ido disminuyendo en todos los países, cayendo en picado en España y en Grecia, mostrando la ineficacia de las reformas laborales que se promovían con el argumento de que crearían empleo. En realidad, y tal como algunos predijimos, estas reformas han estado destruyendo empleo. La evidencia de ello es también clara, robusta y abrumadora.
 
¿Por qué la austeridad?
 
El lector se preguntará: si la evidencia de que estas políticas públicas son perjudiciales es tan clara, robusta y abrumadora, ¿por qué continúan llevándose a cabo? La respuesta es también fácil, aunque el lector raramente la leerá en los medios de mayor difusión, excesivamente influenciados por los establishments financieros y de las grandes empresas exportadoras (lo que solía llamarse la clase capitalista o también la burguesía financiera y de las grandes empresas y que en EEUU se llama la Corporate Class). La respuesta es que tales establishments, que ejercen una enorme influencia sobre los Estados, están consiguiendo lo que siempre han deseado: el debilitamiento del mundo del trabajo a fin de aumentar sus rentas. Y esto es lo que más les importa. En todos estos países, las rentas del capital están aumentando a costa de un descenso muy notable de las rentas del trabajo. La evidencia es, de nuevo, también clara, robusta y abrumadora. Y esto ha ocurrido incluso con mayor intensidad en los países periféricos de la Eurozona, incluida España.
 
En realidad, este debilitamiento del mundo del trabajo ha llegado a tal nivel que estos establishments se encuentran suficientemente fuertes para atreverse a desmantelar el Estado del Bienestar (con el argumento, como ha dicho Draghi, el Presidente del Banco Central Europeo, de que “no es sostenible”), incluyendo las pensiones públicas (la joya de la corona). Y veremos ahora cómo el gobierno de Rajoy tomará toda una serie de medidas para desmantelar también la Seguridad Social, privatizando las pensiones y transformando el Estado universalista del Bienestar en un estado asistencial para los sectores más necesitados de la población, referidos en la narrativa dominante como “clases bajas” o “humildes”. Éste es su proyecto (ver el libro que Juan Torres y yo acabamos de escribir, Lo que debes saber para que no te roben la pensión).
 
Hay alternativas, aunque se nos dice constantemente en los medios de mayor difusión que no las hay
 
Es fácil ver que hay alternativas. Que no exista plena conciencia a nivel popular de que estas alternativas existen se debe a la falta de diversidad de los medios de mayor difusión. El argumento utilizado por los establishments financieros de que no hay alternativas, o de que las izquierdas se quejan pero no ofrecen alternativas, no se corresponde con la realidad. Es cierto que amplios sectores  de las izquierdas gobernantes (pertenecientes a la Tercera Vía) han aceptado el dogma neoliberal. Pero hay izquierdas que sí han hecho propuestas de políticas públicas creíbles y factibles, que continúan silenciadas, cuando no vetadas, en los medios.
 
En realidad, las soluciones son fáciles de ver. A grandes rasgos, consisten en revertir las políticas de austeridad para estimular la economía y el crecimiento económico, financiándolo con reformas fiscales de carácter progresivo, dando mayor capacidad de intervención al sector público, con la provisión pública de crédito, a base de medidas explicadas con mayor detalle, entre otros lugares, en “Ganas de Escribir”, de Juan Torres, o en mi blog www.vnavarro.org, en la sección de Economía Política. Estas medidas podrían y deberían tomarse incluso sin salir del euro, aún cuando yo no descarto esta posibilidad, pues la peor alternativa, entre todas las existentes, es la de continuar con las políticas que el gobierno está aplicando. Esta alternativa es la peor. Así de claro.
 
* Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University. Artículo publicado en “Público”
 
 

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