El español inviolable y una espada colombiana
Por Domingo Sanz. LQSomos.
El único español inviolable según la Constitución hace lo que le da la gana porque no le puede pasar nada, aunque ese mismo texto diga que todos somos iguales ante la ley en medio de la risa de millones de violables, una palabra que la RAE no incluye en su diccionario para que sigamos durmiendo despiertos, aunque la de inviolable sí, caso extraño.
Por tanto, no procede el argumento que han elegido los partidarios del inviolable, porque ningún invitado tiene derecho a organizar las ceremonias a las que acude en esa condición, y si la espada de la independencia de Colombia desfila porque el nuevo presidente así lo quiere, todos los invitados se levantan por respeto político a Gustavo Petro, menos el inviolable español.
Desde 1939 España ha tenido tres inviolables seguidos en la jefatura del Estado. El primero vivía en el Palacio del Pardo y mató todo lo que le dio la gana. El segundo vivió en el Palacio de la Zarzuela, robó todo lo que pudo y sin derecho a la presunción de inocencia porque no será juzgado, y mandó callar en 2007 a otro presidente en una cumbre de países latinoamericanos para ir marcando territorio, aunque estuviera en Chile.
El tercero no se ha cambiado de domicilio y a veces hace lo que quiere, no se sabe si para llamar la atención, para molestar al gobierno o para las dos cosas a la vez, aunque aún no nos ha enseñado la máquina de contar dinero negro que tenía su padre en ese mismo palacio y de la que tanto se habló hace dos años.
¿Alguien sabe si él inviolable Felipe VI la sigue empleando?
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Lo que si usa son sus güevonazos de Borbón