El goleador nazi, la guerra y la deuda ilegítima
Por José Luis Lanao*. LQSomos.
Toda frontera es una anomalía moral. Actúa como si solo pudiera prevalecer su concepción, cuando en nuestras sociedades plurales debemos aceptar la multiplicidad de concepciones, sobre todo, porque apunta a algunas de las particularidades de lo político como espacio sujeto a un tipo de racionalidad específico
La guerra mata. La deuda ilegítima también. En Mentiras públicas, verdades privadas, el economista Timur Kuran conceptualizó la falsificación de las preferencias: “El acto de representar falazmente tus deseos bajo presiones sociales percibidas”. Esta falsificación de las preferencias es compatible con todos los sistemas políticos. Kuran ha recurrido a una escena: un aplauso solitario, al que sigue otro, y acaba siendo multitudinario. La mayoría de los analistas políticos de la posmodernidad coinciden en señalar la primacía del relato sobre la argumentación.
Para entender lo que sucede es preciso apartarse del pensamiento metafísico para adentrarse en el “metafórico”. Podría considerarse una filosofía de las emociones, pero se presenta como la filosofía de la finitud. Hace unos días algunos diputados de la oposición abandonaron sus bancadas ante la afirmación del presidente argentino Alberto Fernández de promover la causa judicial por la deuda contraída por el anterior gobierno. “Enarbolados” en banderas ucranianas salieron en estampida del hemiciclo sin considerar que las deudas públicas salvajes e ilegitimas también matan, mutilan, provocan hambrunas, generan “refugiados”, desolación. Son “guerras blandas”, oscuras, de baja intensidad para la opinión pública, pero que duelen, aprietan, te desfiguran la vida, y te hacen desaparecer. Una especie de golpe incruento, sin tanques en las calles, pero que llegan al fondo de lo que pretende: la dependencia masiva de la ortodoxia neoliberal que nos inyecta. Es la tiranía de la deuda que te convierte en la mermelada ideal para que el poder económico internacional se haga contigo una tostada.
Vivimos una época rica en conocimiento y pobre en sabiduría. ¿Qué de lo que pienso y digo es mío, y que tanto es inducido? Lo cierto es que nunca está influencia había sido tan ambigua. El famoso goleador ucraniano Román Zozulya, actual jugador del Fuenlabrada español, declaraba en su cuenta de Facebook: “Putin es la reencarnación de Hitler”. Delantero eficiente, Román destacó enseguida en el Dinamo de Kiev y en las filas neonazis del conocido Batallón Azov, el grupo paramilitar activo en la zona de Donetsk en la última crisis de la península de Crimea. Conocido por sus numerosos actos de solidaridad con el nazismo y radical admirador de la figura del Führer, hoy al ucraniano le asiste una amnesia cósmica.
La memoria “líquida” tanto personal, como colectiva, forma parte inevitable de ese universo ritual y simbólico que ayuda a componer el relato de uno y otro lado. Interpretar nuestra existencia principalmente desde la alteridad tiene consecuencias en nuestra propia fragilidad existencial.
Toda frontera es una anomalía moral. Actúa como si solo pudiera prevalecer su concepción, cuando en nuestras sociedades plurales debemos aceptar la multiplicidad de concepciones, sobre todo, porque apunta a algunas de las particularidades de lo político como espacio sujeto a un tipo de racionalidad específico. Aquí no basta con tener razón, hay que saber transmitirla y gestionarla.
En 1999 el FMI daba por terminado el Servicio Reforzado de Ajuste Estructural (SRAE), siendo reemplazado en beneficio, supuestamente, de los países de menores recursos por el Servicio para el Crecimiento y la Lucha contra la Pobreza (SCLP). El último estudio realizado en 2019 por Unicef estableció que 55 países de los llamados empobrecidos están destinando sus recursos al pago de las deudas contraídas con el Fondo -luego transferidas a grandes instituciones financieras de naciones adineradas- que a programas de educación o salud. Los acrónimos se embellecen, pero la historia se repite.
“Larvatus prodeo”, fue el receloso lema de Descartes (“avanzo enmascarado”). En esta sensación de extrañamiento de lo real nos sumergimos en la formula del trabajo-compra-consumo-muerte, perdiendo en los discursos de la posverdad, desatendiendo en verdad la verdad: la parresía.
Román Zozulya se quiere alistar. La hinchada del Rayo Vallecano, su ex equipo, lo recuerda con una bandera: “Evitar que un nazi vista La Franja”.
La guerra mata. La deuda ilegítima también. Lo demás, es parte del relato.
* Ex jugador del Club Atlético Vélez Sarsfield, campeón Mundial Juvenil 1979 con Argentina. Nota original del diario argentino Página 12
Otras notas del autor
Síguenos en redes sociales… Mastodon: @LQSomos@nobigtech.es Diaspora*: lqsomos@wk3.org Telegram: LoQueSomosWeb Twitter: @LQSomos Facebook: LoQueSomos Instagram: LoQueSomos