El llanto de las amapolas
Por Mikel Castrillo Urrejola*
El llanto de las amapolas es la voz de aquellos niños y niñas a los que el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 arrebató la infancia. También es la voz de todas las mujeres que se volvieron invisibles porque aprendieron que así se perdonaba su presencia. Mujeres a las que la piel se les aferró a los huesos, la pena a la boca y el hambre de sus hijos al alma. Pero, por encima de todo ese dolor, es una historia que nos habla de lucha, unión, resistencia y compromiso…
Hay lecturas que te reconfortan y ayudan a afrontar situaciones como las que estamos viviendo en la actualidad cuando uno observa con gran estupor ese interés por blanquear los acontecimientos más ignominiosos de nuestra historia reciente. Y dicho esto, dentro del género de la narrativa, hay libros que son herramientas fundamentales para que las actuales generaciones entiendan mejor lo que fue esa época de la historia, que en un abrir y cerrar de ojos pasó de la esperanza al miedo y al terror.
Por ello, hoy dedico estas líneas a una novela de la escritora Amaia Oloriz Rivas, El llanto de las amapolas, editada por la Editorial Txalaparta (diciembre de 2022), que nos transportará al verano de 1936 y lo que supuso para un niño de diez años, que de la noche a la mañana sufrió en sus carnes el horror de la represión. No es la primera vez que la autora utiliza la memoria histórica para ambientar alguna de sus novelas; con anterioridad publicó El largo sueño de tu nombreEl largo sueño de tu nombre y en fechas recientes ha publicado El eco de la huida.
La novela está ambienta en una localidad imaginaria de la Ribera de Navarra. Si bien la autora ha utilizado alguna población concreta para recrear algunas de las descripciones y pasajes que encontramos en sus páginas, si uno cierra los ojos, la mente le puede llevar a un sinfín de pueblos donde encajaría a la perfección el relato que encontramos este libro. El lector perfectamente puede pensar que la narración transcurre, entre otros lugares, en Sartaguda, Larraga, Olite, Lizarra o Tafalla en ese funesto verano de 1936, donde la crueldad se instaló y se hizo un hueco entre sus moradores… Seguir leyendo en el blog del autor⇐⇐⇐
* Miembro del colectivo editorial LoQueSomos
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