“El llit del Turia es nostre i el volem verd”

“El llit del Turia es nostre i el volem verd”

Una vez desviado el río Turia hacia las afueras de Valencia tras la gran riada de 1957, el gobierno franquista proyectó construir en el antiguo cauce una gran autopista urbana que atravesara toda la ciudad. La gran movilización ciudadana que se produjo a mediados de los años setenta en contra de este proyecto, organizada en torno a la campaña cívica “El llit del Túria és nostre i el volem verd” (el lecho del Turia es nuestro y lo queremos verde), consiguió paralizarlo.

Pocos años después, el firme compromiso del primer ayuntamiento democrático surgido tras las elecciones municipales de 1979, presidido por el alcalde socialista Ricardo Pérez Casado, haría realidad la reivindicación ciudadana de transformar el antiguo cauce del Turia en espacio verde, convirtiéndose así en el parque urbano más largo de Europa con sus 9 kilómetros de longitud. Tres décadas después de aquella conquista ciudadana, no podemos olvidar que fueron aquellas personas anónimas quienes, gracias a su lucha constante, consiguieron la creación de este gran espacio verde con el que podemos contar en la actualidad.

El proyecto de autopista urbana y el movimiento ciudadano

El punto de partida para la existencia de los jardines del Turia fue la gran riada de octubre de 1957, uno de los acontecimientos más trágicos de la historia reciente de nuestra ciudad por las grandes pérdidas humanas, económicas y materiales que produjo. Para que semejante catástrofe no volviera a inundar la ciudad, el gobierno franquista de aquella época decidió desviar el río Turia hacia las afueras de Valencia (el Plan Sur), construyendo un nuevo cauce al sur de la ciudad. De esta manera, el antiguo lecho del río quedaba vacío y en suspenso, dejando de funcionar como tal y a la espera de una nueva utilidad.

En 1973 el pleno del Ayuntamiento de Valencia creó una comisión para estudiar el uso que se le daría a ese nuevo espacio, donde se decidió, junto con el gobierno central, crear una gran autopista que recorrería toda la ciudad y enlazaría el acceso de Madrid con el puerto. Pero la idea de construir una autopista en el centro urbano generó un fuerte rechazo social, y pronto se levantaron muchas voces críticas en defensa de la paralización de este proyecto y a favor de la creación de un gran parque para uso ciudadano, ante la enorme escasez de zonas verdes y espacios públicos que caracterizaban a la Valencia de la época. Se inició entonces todo un movimiento ciudadano totalmente contrario a la construcción de la red viaria, una gran protesta cívica que, sin embargo, no hay que entenderlo como una reivindicación aislada, sino en el convulso contexto económico, político y social de los años finales de la dictadura y la transición, marcado por el fuerte movimiento vecinal.

A principios de los años setenta surgió en Valencia, al igual que en otras ciudades del país, un fuerte movimiento ciudadano de la mano de las asociaciones de vecinos y otros colectivos y asociaciones, principalmente para reivindicar mejoras sociales y servicios básicos en los barrios ante las graves carencias de equipamientos y espacios públicos, jardines y parques, vivienda, ambulatorios, transporte, alumbrado público, etc. Como consecuencia del desarrollismo de la época, los barrios periféricos (también Ciutat Vella) estaban muy degradados, por la feroz especulación inmobiliaria y una nefasta política urbanística, que permitió que la ciudad creciera de forma completamente caótica y desordenada a base de mucho espacio edificado y sin apenas zonas verdes ni jardines. Aunque ahora resulte extraño, los ciudadanos de los años setenta reivindicaban con fuerza la creación de parques públicos y espacios verdes, de vital importancia para la calidad de vida de los habitantes.

El movimiento vecinal de los años setenta era de carácter local y urbano, de amplia y plural base social, de carácter reivindicativo y sociopolítico, diverso en sus formas pero esencialmente unitario en sus planteamientos, pues el fundamento central de sus acciones giraba en torno a las malas condiciones de vida en los barrios y la ausencia de medios democráticos para rectificarlas. Las asociaciones de barrio estaban formadas por grupos de vecinos, colegios profesionales, grupos parroquiales, gente del Movimiento Universitario, del Movimiento Democrático de Mujeres, y por militantes de organizaciones políticas de izquierda y sindicatos (todavía clandestinos) como CC.OO. y sobre todo el PCE, que aparecía como la principal fuerza de oposición antifranquista.

La campaña cívica “El llit del Túria és nostre i el volem verd”

En medio de este contexto social tan convulso, el movimiento reivindicativo que pretendía la paralización del proyecto de la autopista urbana y la transformación del antiguo cauce del Turia en espacio verde va cogiendo cada vez más fuerza, organizándose en torno a la campaña cívica “El llit del Túria és nostre i el volem verd”, que tuvo un gran éxito a mediados de los años setenta y supuso la génesis de lo que posteriormente se convertiría en el fenómeno “Salvem”. Urbanistas, arquitectos y otros profesionales dieron forma a este movimiento. Entre ellos destacó el gran impulsor de la campaña, Just Ramírez, quién jugaría un papel clave en el movimiento ciudadano de los años setenta en Valencia.

La cuestión del cauce se convirtió en un asunto muy relevante para los valencianos, generando un gran debate en la calle. La presión ciudadana iba en aumento; un debate público sobre el tema, realizado en el Ateneo Mercantil en 1974, tuvo gran resonancia.

En el triunfo de esta campaña jugó un papel fundamental el impulso de la Coordinadora de Asociaciones de Vecinos, y el apoyo del periódico más importante de Valencia en los años setenta, Las Provincias, que mantuvo vivo el debate y daba la oportunidad a vecinos y profesionales de expresarse en relación a los proyectos para el antiguo cauce, que todavía se encontraba vacío y a la espera de un nuevo uso. En este sentido, no se puede olvidar el papel principal que jugó la directora de Las Provincias, María Consuelo Reyna, en su firme apoyo a las demandas cívicas. En uno de sus numerosos artículos sobre el tema, señalaba que “es la ciudad quien tiene la palabra, la que debe decidir si le conviene tener una carretera, aunque para su construcción sea necesario retocar algún puente, renunciar a zonas verdes, de las que no anda muy sobrada… o si se prefiere contar con lugares donde los niños puedan jugar y con campos deportivos donde los jóvenes puedan disfrutar practicando deporte”.

Esta campaña se desarrolló de forma paralela a otra cuyas acciones también encontraron un gran respaldo social, y no es otra que “El Saler per al poble”, que luchó en contra de la privatización y urbanización de la Devesa del Saler y logró paralizar un plan  que hubiese privado a los valencianos de uno de los humedales más importantes de Europa.

A finales del año 75 llegaron nuevos tiempos. Murió el dictador, cambió el régimen. Obras Públicas desistió de su idea original y el Ayuntamiento de Valencia acordó destinar el  viejo cauce a zona verde, modificando el PGOU y pidiendo al Estado su propiedad. El alcalde de la época, Miguel Ramón Izquierdo (1973–79), facilitó que el nuevo espacio urbano pasara a convertirse en parque, y consiguió que durante la primera visita a la capital del Turia de Juan Carlos I como jefe del Estado, en noviembre de 1976, se donara la titularidad del viejo cauce a Valencia, condición indispensable para que la ciudad pudiera decidir sobre su futuro uso.

En 1979 el nuevo ayuntamiento democrático recalificaría definitivamente el lecho del río como zona verde. Era el triunfo de la ciudadanía; era el triunfo de las grandes movilizaciones sociales de los años anteriores.

La instauración de la democracia supuso un importante cambio en la política urbanística de las ciudades. Las elecciones municipales de 1979 llevan a la izquierda al gobierno de la mayoría de las ciudades españolas, unas ciudades que arrastraban problemas urbanos muy graves por el crecimiento rápido y desordenado de la última etapa del régimen anterior, y sobre todo por un déficit de equipamientos y zonas verdes acumulado en años de una fuerte especulación urbanística. En la ciudad de Valencia, las primeras elecciones municipales democráticas dieron como resultado un gobierno de coalición de izquierdas entre PSPV–PSOE y el Partido Comunista, presidido por el alcalde socialista Ricardo Pérez Casado (1979–1989).

La gravedad de los problemas de la ciudad heredada del anterior ayuntamiento franquista hizo del urbanismo la principal prioridad del nuevo gobierno municipal. Apenas un año después de ganar las elecciones, la nueva corporación aprueba el denominado PAM (Programa de Actuación Municipal), un conjunto de medidas urbanísticas urgentes que establecía tres objetivos prioritarios: el Saler y el cauce del Turia, Ciutat Vella y los barrios periféricos, que estaban muy degradados.

El nuevo alcalde democrático asumió la planificación del cauce como actuación prioritaria en el PAM de 1980. De hecho, para el gobierno socialista del Ayuntamiento de Valencia, este nuevo parque urbano era su gran proyecto urbanístico en mayúsculas. El año siguiente, en 1981, se encarga al Taller de Arquitectura de Ricardo Bofill el Avance del Plan Especial de Reforma Interior del Viejo Cauce del Turia, lo que generó una gran expectación entre los ciudadanos y los medios de comunicación.

El arquitecto Ricardo Bofill hizo las primeras declaraciones al periódico El País: “El plan de ordenación del antiguo cauce del río Turia es un proyecto apasionante y muy difícil, que puede cambiar a nivel internacional la imagen de Valencia […]. De momento existe el consenso sobre el uso del cauce como zona verde. Este será el punto de partida”. Indicó que “teníamos en este caso un terreno lineal, que pasa por el centro de la ciudad, en el que había que respetar los pretiles, los puentes históricos, todo, y hacer un jardín, un parque, de acuerdo con la petición popular reiterada durante los últimos años. Se trataba de un proyecto nada convencional, era una idea de gran modernidad: cómo respetar la historia y al mismo tiempo cambiar el uso”.

El alcalde Ricardo Pérez Casado, también en El País, afirmó que “el río va a ser el gran articulador de una ciudad moderna y distinta de ésta tan problemática que ahora tenemos. Este nuevo diseño se hará con criterios de máxima eficacia y participación”.

Así fue. Desde el principio, este proyecto se planteó como algo democrático, que implicaría la participación ciudadana. El Taller de Arquitectura de Ricardo Bofillpresentó el proyecto al público en los meses de junio y julio de 1982 en una exposición en la Lonja de la Seda que tuvo gran impacto ciudadano. Hace ahora 30 años de aquello.

Alrededor de cien mil vecinos se acercaron para observar y valorar los diversos planos y maquetas del proyecto que se mostraban en la exposición. También se celebraron conferencias y mesas redondas que contaron con la intervención del alcalde, el propio Bofill, técnicos municipales y arquitectos valencianos.

Esta exposición supuso la base para la apertura de una campaña de participación ciudadana. El Ayuntamiento puso en marcha una encuesta entre la población con el fin de recoger sugerencias sobre la configuración definitiva del cauce, editando 100.000 impresos de consulta en el momento en que inició la campaña. La encuesta realizada entre los asistentes a la exposición de los planos y las maquetas del anteproyecto demostró que el 97% de los encuestados eran favorables a la puesta en marcha del mismo.

En diciembre de 1983 la Comisión de Urbanismo del Ayuntamiento de Valencia aprobaba definitivamente el Plan Especial de Reforma Interior del Viejo Cauce del Turia. Se dividía el cauce en 18 tramos, con lo que se facilitaba su ejecución por partes. Los objetivos y las bases de intervención que recogía este proyecto se definieron tras una serie de reuniones de trabajo con profesionales cualificados y representantes de asociaciones ciudadanas y con los resultados del programa de participación pública realizado durante la exposición del plan en la Lonja.

El 27 de febrero de 1986 el alcalde Pérez Casado inauguró oficialmente las obras con la simbólica paletada en el mismo cauce, marcando así el comienzo de la construcción del jardín del Turia, un jardín (realmente mucho más que eso) que representa el éxito del esfuerzo cívico y la voluntad popular, pues al final fue lo que los valencianos quisieron que fuera.

 * Publicado en Los ojos de Hipatia

 

LQSRemix

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Nos obligan a molestarte con las "galletitas informáticas". Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar