El mercado del cannabis en Holanda se está enterrando a la clandestinidad
Los Países Bajos, país antaño pionero en la legalización de la marihuana, tiene ahora cierta competencia.
Colorado y Uruguay son ahora los que acaparan la atención, y el gobierno holandés está probando suerte con una nueva política represiva.
Ahora, el derecho de comprar cannabis en algunas ciudades de los Países Bajos está reservado para sus residentes, quedando excluidos turistas y extranjeros. Además, recientemente el alcalde de Ámsterdam ha recibido la aprobación para ilegalizar las tiendas de maría en el distrito rojo de la ciudad.
Si bien la marihuana sigue siendo ilegal en ese país, las personas que lleven pequeñas cantidades encima no serán sancionadas.
En los Países Bajos puede comprarse marihuana en los llamados coffee shops. Además de la medida de cerrar docenas de coffee shops, no parece que en los próximos años vaya a prohibirse totalmente fumar hierba.
No obstante, todo el proceso de producción y distribución sigue siendo ilegal y no ha dejado de estar estrechamente vigilado desde que se legalizara la marihuana en 1970.
Durante unos 20 años, el gobierno neerlandés no ha estado muy por la labor de hacer cumplir la legislación relativa a la producción. Sin embargo, a partir de 2001 nació un sentimiento contra la tolerancia que ha ido tomando fuerza.
El mejor exponente de la nueva situación es Doede de Jong, el último cultivador de cannabis declarado de los Países Bajos. Doede se ha erigido como activista de los derechos civiles de los fumadores y cultivadores de maría. A finales del mes pasado, recibió una multa de 250.000 euros y se le imputó una sentencia condicional de dos meses de prisión y 100 horas de trabajos para la comunidad.
Pero no es la condena lo que resulta extraordinario, sino el hecho de que el Departamento de Justicia del país haya decidido dar ejemplo a través del activista del cannabis más conocido de los Países Bajos. Si Doede deja de cultivar hierba, el Ministerio de Justicia se habrá anotado una victoria en su lucha por sumir al mundo del cultivo de hierba en la más completa oscuridad.
Desde el medio VICE News se ha mantenido contacto regular con este cultivador de habla tranquila, y lo entrevistamos después de que hubiera cumplido su condena.
¿Cómo estás?
Doede de Jong: Cansado. Tengo casi 64 años y me gustaría poder sentarme, relajarme y disfrutar de las cosas bonitas que hay a mi alrededor. No me malinterpretes, todavía lo hago. Me gusta mucho la naturaleza, los pájaros, las mariposas y las abejas… Pero estoy muy decepcionado.
¿Cómo esperabas que se resolviera el juicio?
No lo sé, tío. Creo que podría haber ocurrido cualquier cosa. Para serte sincero, esperaba que me declararan culpable pero que no hubiera consecuencias. Esto ya les ha ocurrido a otros cultivadores antes que a mí. Como mucho una pequeña multo, pero no 250.000 euros. ¿En serio se piensan que gano tanto dinero cultivando maría? Ojo, yo trabajo duro cultivando cannabis, y considero justo que se le pague a uno por su trabajo. Pero una multa así es absurda. Durante el juicio, me dio la sensación de que le caí bien a la jueza. Detestaba al fiscal, y creo que ella también. El tipo exageró mucho todo el asunto. Incluso pensé que me absolverían por acumulación de pruebas.
¿Acumulación de pruebas?
Sí, el fiscal dijo que encontraron más de 5.000 plantas en mi propiedad. ¡Cinco mil! Todavía me entra la risa. Dijo que yo producía al menos 213 kilos de cannabis. Mira, si hubiera conseguido recolectar 3 kilos me habría dado con un canto en los dientes. Todo eso no tiene sentido. Eso es acumulación de pruebas y punto. Ellos lo llaman decepcionar al tribunal.
¿Por qué crees que fueron por ti?
Ya no se trata en absoluto del cannabis, eso está claro. Se trata de meter en vereda a un civil insurgente. Pero con mi condena, lo único que hace el gobierno es colaborar con los delincuentes.
¿Por qué?
Debido a la continua represión que ejerce el gobierno, el número de productores de cannabis clandestinos no para de crecer. Hace un par de semanas leí un artículo en un periódico local sobre la propietaria de un coffee shop. La mujer decía que hoy en día es casi imposible conseguir hierba de buena calidad. Antes la compraba a pequeños productores de la zona —gente como yo, gente a la que le encanta su trabajo. Ahora solo consigue unas pocas variedades y de muy mala calidad. La hierba que compra, por ejemplo, está empapada en plomo líquido. De esta forma, de 30 kilos de marihuana, los productores pueden sacar 50. También les echan laca. Es una barbaridad, lo que hace esa gente con la marihuana. Y si el gobierno sigue sancionando a cultivadores biológicos como yo, los coffee shops no tendrán otro remedio que hacer tratos con esos delincuentes.
¿Hay más productores biológicos de cannabis como tú?
Si te digo la verdad, no conozco a ninguno.
¿Conoces a algún productor de cannabis?
Pues no, ahora que lo pienso. Ahora la gente se lo calla .Nadie se atreve a hablar.
¿Nadie se atreve a cultivar maría, quieres decir?
Exacto. El año pasado, había gente de mi pueblo que tenía un par de plantas, pero algo totalmente inocente. Pues los echaron de su casa, con los tres hijos que tenían. Es ridículo.
Entonces, los únicos que quedan son los cultivadores ilegales, ¿no?
Sí. El otro día oí una historia en la radio. Habían arrestado a dos tíos que habían obligado a un chico a trabajar para ellos cuidando sus plantas. Durante más de dos años habían estado maltratando y torturando al joven regularmente. Le grapaban la piel a un trozo de madera. Esa es la clase de gente que domina el mercado, hoy en día. Y ocurre con frecuencia: obligan a un inmigrante ilegal a trabajar para ellos y el pobre hombre no tiene donde ir. Encima, cuando la policía entra en la casa donde se produce la hierba, el que pringa es el inmigrante; no tienen forma de rastrear a los delincuentes.
Hace 30 o 40 años, ¿conocías a más cultivadores?
Sí, a muchos más. Mira, en los ochenta las cosas eran muy diferentes. En esa época había mucha gente cultivando cannabis. Algunos tenían 50 plantas, otros, 60. Era divertido. Era más bien un rollo hippie, ¿sabes? La cosecha solía ser en otoño, y celebrábamos una gran fiesta. Encendíamos una hoguera y tocábamos música. La gente bailaba, bebía y fumaba. Durante la década de 1990, se inició el auge del cultivo en interior, y ahí fue cuando empezaron a aparecer los cultivadores ilegales. De repente, lo único que importaba era ganar dinero.
¿Cuándo y por qué se produjo exactamente ese cambio, según tu opinión?
Debió de ser allá por el 1994 o 1995. La Ministra de Justicia intensificó las medidas represivas tras unas declaraciones del presidente de Francia, en las que calificaba a los Países Bajos de “narcoestado”. Gracias a ella, ya nadie podía tener clones, y la cantidad de hierba que podías llevar pasó de 35 gramos a 5, cuando en 1992, tanto el Ministerio de Justicia como la policía y algunos jefes económicos estaban a favor de la legalización.
¿Cuándo crees que se produjo ese giro en el sentimiento público respecto a este tema?
Creo que los partidos políticos cristianos tienen gran parte de culpa. No aprueban las drogas blandas por motivos morales. Van exigiendo respeto hacia sus creencias absurdas cuando ellos mismos no respetan ninguna otra forma de vida que no sea la suya. Parece que vean el cannabis como una especie de rival de Dios. No soy nada religioso, pero el cannabis es una creación de su Dios, también, ¿no? Por tanto, lo que intentan hacer es cuestionar su creación. Es un acto de arrogancia.
¿Qué te depara el futuro?
En primer lugar, voy a presentar un recurso contra la sentencia. Esperaba que haciendo esto publico conseguiría forzar un avance en la legislación sobre las drogas blandas. Pero creo que no lo he logrado.