El neoliberalismo como heredero estético del fascismo

El neoliberalismo como heredero estético del fascismo

Por Nònimo Lustre.

Lámparas de arañas con caireles y lágrimas de cristal de roca, candelabros de oro cochano que parecen de bisutería, espejos rococó más retorcidos que las jetas de los dueños de estas mansiones, ¿sin bidé?… hasta el picaporte es atrabiliariamente dorado. Es imposible exhibir peor gusto estético -y político, no digamos. Una vez repuesto del ataque oftalmológico sufrido al contemplar esta foto, me apresto a explicar el título de esta nota. No hacen falta sesudos párrafos puesto que, en una primera instancia y sólo a efectos identificatorios del crimen, se pueden resumir en un primer detalle aparentemente accesorio: la manera más rápida para detectar quiénes son los neoliberales es fijarnos en sus gustos decorativos.

Profundamente horteras, estos nuevos ricos -eternamente nuevos aunque sus Patriarcas iniciaran sus respectivas dinastías a finales del siglo XIX-, consolidaron su botín durante más de un siglo y, encima, las democracias (burguesas, socialistas, hasta las ‘orgánicas’) se lo legalizaron gratis et amore para el resto de los milenios. Veámoslo por partes:

España, ¿desamortizada?

A principios del siglo XX, en Occidente parecía imposible superar el mal gusto de la monarquía borbónica-alfonsina. Sin embargo, la estética característica de un bazar chino -pero sin su poso milenario-, fascinaba a la oligarquía gringa, en puridad una pandilla de serial killers cuya intelligentsia se estaba especializando en el saqueo del patrimonio histórico español. Visto desde el reyno de España y puesto que las frecuentes desamortizaciones expoliaron una parte ínfima pero llamativa del botín acumulado por el clero católico -y, subrayo en letras gordas, una parte enorme de los bienes comunes; los ejidos, por ejemplo-, podríamos remontarnos hasta antes de Godoy 1798 pero sólo recordaremos a la más famosa: la de Mendizábal 1836. En aquella ocasión, las manos muertas -básicamente, clerigalla ociosa-, vieron cómo disminuían aquellas sus malhabidas riquezas al ser compradas velozmente a precios de gallina flaca por los potentados enchufados. Pero la gallina no era tan flaca como para que pudiera ser adquirida por la clase media, rural y/o urbana, de ahí la eterna queja de que aquella España finisecular no llegó a desarrollar una burguesía tolerante o lo que muchos creen equivalente: una clase media. Es decir, la desamortización de 1836 (y todas las demás) no tuvo nada de revolucionaria o igualitaria sino, al revés, fue un corrompido regalo para los regalados de siempre y una impoluta capitalización de la que sólo se beneficiaron los nuevos ricos de entonces. Como suelo decir, el liberalismo siempre ha sido ansí… y el rampante neoliberalismo actual, es aún más elitista y cruel.

Saltando un siglo, pasamos a la contemporaneidad borbónica y su correlato político-criminal, el franquismo. En este cansino lapso temporal que ya dura cien años, los ejemplos del saqueo patrimonial perpetrado por gringos “enamorados del arte español” (tal cual se les adulaba en la prensa) pasan a ser innumerables. Me limitaré a enumerar unos pocos ejemplos seleccionados al buen tuntún:

En estas semanas, hemos visto que los medios de banalización peroran sobre el robo del “ábside de san martín de Fuentidueña”, una joya románica del siglo XII. En la década de los 1940’s, en pleno franquismo, “en seis meses y sin grúa alguna se retiraron y empaquetaron 3.396 sillares y piezas varias en 839 cajas” informó la prensa. Hoy, gracias a la complicidad no exenta de mordida del franquismo dizque ‘nacional’, está en The Cloisters, dependencia del museo Metropolitan de Nueva York.

Años 1940’s: el expolio de Fuentidueña

Al venerable ábside de Fuentidueña puedo añadir un puñado de incautaciones similares: la ermita soriana de San Baudelio de Berlanga –la Capilla Sixtina del mozárabe, recuperada a medias-, el segoviano cenobio de Sacramenia, el burgalés pórtico románico de San Vicente de Frías y un larguísimo etcétera que, recordemos, sólo incluye piedras así que podemos imaginar qué ocurrió con tesoros más fáciles de saquear como son los mobiliarios -desde óleos y menajes hasta capiteles y esculturas. Todo ello fue superado en despotismo impune cuando, a doña Carmen la Collares, esposa de Franco, se le antojó llevarse para su Pazo de Meirás nada menos que dos esculturas de tamaño natural del Pórtico de la Gloria, en Santiago de Compostela, insignes obras del Maestro Mateo. Es delirante que media España contempla, con cierta abulia, este clamoroso delito pero lo espeluznante es que Abraham e Isaac siguen en manos de los ladrones -con cierta precariedad legal y fuera de Meirás pero todavía los poseen los herederos del Genocida quienes, encima, alardean de que son sus legítimos propietarios.

Otrosí, los franquistas, albaceas del botín obtenido merced al genocidio del pueblo español, se dedicaron durante la eterna posguerra -oficialmente, La Paz– a vender a los Aliados vencedores de la II Guerra Mundial el patrimonio histórico y los bienes comunes. Durante su Dictadura, proliferaron pillos cosmopolitas como Elmyr de Hory (estrella del documental Fake, Orson Welles 1973) o como Erick el Belga, de fama más reciente. Todos ellos compinchados con esos obispos y cardenales a quienes dizque ‘transfirieron’ hasta las hostias consagradas -no exagero, así sucedió si el cáliz que las contenía era de plata o el sagrario de oro. Resumen: ni la invasión napoleónica ni los desastres de la guerra civil ni siquiera la histeria desarrollista de los años 1960-1970’s: el mayor saqueo de la Historia española ha tenido lugar durante el franquismo. Dicho de otro modo, de natural los franquistas no son patriotas sino rateros patrioteros. Y, en definitiva, siempre fueron muy poco nacionales los Nacionales.

Mar-a-lago

Entre 1924 y 1927, una ricachona gringa, heredera de la mórbida Kellog’s, construyó en Palm Beach (Florida) la mansión Mar-a-lago. Los arquitectos fueron Joseph Urban (europeo) y Marion Sims Wyeth (gringo) quienes se decantaron por el Mediterranean style, entonces en boga en Florida. Dispusieron de 10.000 mts.2 para levantar una confusa -pero pragmática- aldehuela de salones, capillas, discretos fumaderos de opio, canchas esportivas y 118 habitaciones -ahora, no menos de 126. Que Donald Trump se apropiara con “malas artes “de este edificio protegido demuestra que no existe el mercado -ni libre ni transparente- pero sí el árbol genealógico.La cacareada Meritocracia. Año 1887: foto de Friedrich Drumpf (1869-1918, luego Trump), el alemán que fundó la Dinastía Trump, inmigrante ilegal, matón buscavidas, proxeneta profesional y miembro activo del Ku Klux Klan. Su nieto Donald y el resto de sus herederos disimulan (poco) “lo del KKK” pero siguen presumiendo de misoginia, pornografía y de explotar eso que su Clan (con C y con K) llama “el puterío.”

Ahítos de esos oropeles que fueron estafados, contrabandeados y privatizados, los ricachones gringos encabezados por W.R. Hearst y su marchante Arthur Byrne, desde principios del siglo XX olvidaron sus meticulosos robos y pasaron a construir sus respectivos mar-a-lago. ¿Huelga añadir que son mamotretos estilo Hortera? Así son pero, ¿cómo traducir ‘hortera’ al castellano universal? Es deprimente que, siendo una de las palabras más usadas en el castellano ‘español’ cuyo origen se remonta a los subalternos de las tiendas pequeñas, no sea fácil encajarla en el panorama latinoamericano. Si consultamos los diccionarios de sinónimos y parónimos encontraremos “ordinario, basto, chabacano, vulgar, macarra”, etc. Pero ninguno de esos vocablos es cabal -algunos ni siquiera son aproximados. A mi juicio, en la España actual, hortera es quien presume de original pero profesa con delectación la moda más en boga -léase, la más burda. Excuso añadir que los horteras son siempre pobres; si son ricos entonces son extravagantes e incluso, aunque caiga en una flagrante contradicción, ¡originales!

Horteridad o fatalidad histórica, sobra demostrar que el nazismo y el neoliberalismo no distan mucho entre sí. De hecho, el capitalismo europeo de entreguerras no sólo simpatizó con la mafia hitleriana sino que, más aún, su descarado apoyo llegó a las más altas testas coronadas, incluidas las borbónicas españolas. En este sentido, es paradigmático el caso de los Duques de Windsor – en 1936, Eduardo VIII, monarca del Reino Unido, abdicó dizque para casarse con Wallis Simpson… y, de paso, para rendir pleitesía a Hitler. En la práctica empresarial gringa, europea y suiza, a los duques de Windsor les corearon un sinfín de multinacionales (Kodak, Bayer, Coca Cola, Nestlé, Adidas, IBM, etc.) Y, entre los magnates teutones, marcas tan potentes como (Ferdinand) Porsche y/o Bayerische Motoren Werke-BMW. Entre los individuos cuyas simpatías por Hitler son secreto a voces, destacaron Henry Ford (cf. infra, foto) y el fundador de IBM, Thomas Watson, asimismo galardonado con la altísima Gran Cruz del Águila.

1938: la Alemania nazi condecora a Henry Ford
con su más preciada distinción, la Gran Cruz del Águila

En 1999, Alemania instituyó un fondo compensatorio para las víctimas del nazismo -que, ay, sólo contemplaba indemnizar a personas alemanas. La nómina de las empresas culpables de colaboracionismo es un who’s who de las mayores fortunas de ese país. A saber: Allianz, BASF, Bayer, BMW, Daimler-Chrysler, Deutsche Bank, Friedrich-Krupp, Krupp-Hoesch, Hoechst, Siemens, Volkswagen y Dresdner Bank.

Mar-a-lago, ¿estilo mediterráneo o estilo hispano-árabe?

El poder de los grandes (dizque) mecenas esteticistas -i.e., los Thyssen-Krupp-, no logra disimular que el pésimo gusto de los Trump & Co surgió de sustituir la predilección de los nazis por la seudo-hermosura neoclásica por lo primero que encontraron en su limitadísimo repertorio estético. Tenían que abjurar de sus veleidades brutalistas filonazis, edulcoradas o exacerbadas con pinceladas de las mitologías teutonas y escandinavas. Ayer y hoy, sólo se les ocurrió implantar iconos sobre cuya mercantilización tuvieran alguna clase de control. Que fueran rematadamente feos les importó un rábano. Más importante fue que no parecieran nazis, que su exhibición urbi et orbe fuera rentable… y, quizá, que los saborearan personalmente sus depravados socios.

Mar-a-lago, estilo Inodoro de Oro

Imagen de portada: Uno de los cuartos de baño atiborrado de papeles secretos en Mar-a-lago, residencia de Donald Trump en Palm Beach, Florida.
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