El Obelisco de Buenos Aires decapitado

El Obelisco de Buenos Aires decapitado

Ciudad_CLAIMA20150920_0089_29Arturo Seeber Bonorino*.LQSomos. Septiembre 2015

El Obelisco de la ciudad autónoma de Buenos Aires, erigido en 1933 en la intersección de la avenidas de Mayo, Corrientes y Diagonal Roque Sáez Peña, se ha ido convirtiendo, con el tiempo, en un rasgo distintivo de la ciudad, y en el gran mito de hormigón de los porteños.

Desde que yo recuerdo, los bonaerenses (que es otra manera de llamarnos a los vecinos de Buenos Aires) por disfrute del misterio, nos hemos preguntado qué encierra en su interior aquella mole, cerrada siempre al público. ¿Tendrá un ascensor para subir sus sesenta y siete y medio metros de altura?, es acaso lo primero que llama a la curiosidad.

Hace unos años, de visita por Buenos Aires, tuve la oportunidad, acompañado de un amigo astrónomo que, en las noches despejadas, se plantaba en la plaza de la República (en la que se erige el Obelisco) con su telescopio a mostrar a los transeúntes el cielo, de amigarme con el que en ese momento era guardián nocturno del monumento, y, mate va mate viene, nos dejó traspasar las puertas del misterio, por la pagana necesidad de poner la pava con agua en el calentador.
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Peores cosas me han pasado en la vida, pero es cierto que sentí una gran decepción al entrar en las tripas del monumento. Porque allí adentro, algo que no fuera el calentador del cuidador y algunos cachivaches desparramados sin orden, no había más. Ni ascensor. En uno de sus ángulos, una escalera de peldaños de hierro en U acopladas a la pared, con rellanos de tramo en tramo.
Pero, el domingo 20 de septiembre, el Obelisco amaneció decapitado ante la sorpresa de todo el porteñaje. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Dónde estaba el penacho faltante? Si se hubiese desprendido, sus cascotes se verían desparramados por el suelo.

Nada de eso. No se estaba más que ante una ilusión óptica, creada con un juego de espejos por el artista conceptual Leandro Erlich.

Y así, aunque artificial y por poco tiempo, el Obelisco recobraba una cuota de misterio.

 

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* Arturo Seeber es miembro de la Asamblea de redacción de LQSomos

 

Mónica Oporto

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