El príncipe y los mineros

El príncipe y los mineros

Hace unos días, un grupo de mujeres, esposas de los mineros, se personó en el Senado para exponer su protesta y fueron cacheadas y desnudadas como si se tratara de potenciales terroristas. Hoy parte hacia Madrid una marcha de mineros que se presentará a primeros de julio ante el Ministerio de Industria para que se les escuche. No quieren que el Gobierno les deje sin su trabajo y sin ninguna otra alternativa al oficio que ejercen.

Todo esto, lo de los recortes del Gobierno al sector del carbón que deja sin porvenir a sus operarios, lo debe de saber don Felipe de Borbón, príncipe de Asturias, casado con una experiodista asturiana, que junto a su señor esposo suele hacer alardes y cucamonas de asturianismo muy campechano y populista cada vez que se asoman por aquellas tierras, bien sea para presidir los premios internacionales que llevan su nombre, bien sea para disfrutar de cualquier otra estancia por motivos de ociosa y breve vacación.

Pues bien, mientras los mineros de las cuencas de Asturias, junto a los de León, Aragón y Palencia, pasan por uno de los peores momentos de su vida -pues se la están jugando junto a la de los suyos y la de sus pueblos- don Felipe de Borbón y su consorte inauguran en Manhattan la escuela de negocios del IESE, instituto que viene a ser una especie de brazo formativo del Opus Dei. Lo hace el príncipe con una alocución que rebasa en falacias la que daría cualquier representante del vigente gobierno y cuyas palabras no me resisto a transcribir, a pesar del efecto que podrían tener en el cúmulo de enojos que afecta a las familias mineras:

Dijo quien puede llegar a ser Felipe VI, aunque lo que sigue vaya en contra de tal posibilidad: Nuestros precios y salarios están marcando el ritmo del retorno al sendero de la competividad y, al mismo tiempo, nuestras familias están reduciendo sus niveles de deuda mientras mejoran su ahorro. Nuestro Gobierno está introduciendo reformas muy profundas que deberían ponernos en camino de corregir los desequilibrios económicos que hemos acumulado en épocas recientes.

Desconozco si quien escribió el texto de ese discurso es un furibundo republicano, pues me parece que, con la que está cayendo sobre la cuencas del carbón y la mayor parte de la población del país, tan desfachatadas afirmaciones contribuyen con determinación al desprestigio de la institución monárquica, ya bastante ostensible últimamente.

 

 * Diario del Aire

 

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