El ruido y la razón
Estamos en la terraza de un bar y antes hemos subido a la ermita de un monte en un precioso parque natural. En ambos lugares, los gritos de los cachorros humanos hacen trizas la buscada posibilidad del silencio. Los padres están ahí y no dicen nada, incluso parecen complacidos con la potencia pulmonar de sus niños. Ellos, a su vez, despachan palabrería a buen volumen por el móvil. ¡¡Estamos aquí!! Me pregunto para qué quieren y pagan el aparato digital. Tal vez les bastaría con orientar la voz hacia donde se halla la oreja receptora de su interlocutor.
España es uno de los países más ruidosos del mundo y, por lo tanto, más sordos de entendederas. Es sabido que el ruido constante y excesivo daña las neuronas cerebrales de manera irreversible.
Somos un país muy de la boquilla como instrumento de desahogo. Pero difícilmente se puede ganar altura y lograr algo cuando asumimos que quien más grita es el que tiene razón.
* Director del desaparecido semanario "La Realidad"