El valor de rechazar las fórmulas imperialistas: Thomas Sankara

El valor de rechazar las fórmulas imperialistas: Thomas Sankara

Por Tania Pasca Parrilla.

Treinta y seis años después de su asesinato, el 15 de octubre de 1987, la figura de Thomas Sankara es recordada en todo el mundo, este texto no busca recordar el aniversario, busca rescatar el espíritu de lucha de Sankara

Si la revolución socialista en África tuviera un nombre, ese sería sin duda el de Thomas Sankara. La persona que llevó a cabo en Burkina Faso las medidas sociales y económicas que cualquier socialista de base desearía para su país. Aquellas reformas, consideradas imposibles y utópicas, sencillas en su complejidad y profundas, se llevaron a cabo durante su mandato como presidente, desde 1983 hasta 1987, año en el que dejó la presidencia al perder la vida. Fue asesinado (en este caso por los tentáculos africanos de Mitterrand), como suele ocurrir con aquellos que desafían al imperialismo.

En 1983, el país aún se llamaba Alto Volta, nombre impuesto en 1919 por Francia, la nación colonizadora. Cuando Sankara asumió la presidencia, se decidió cambiar este nombre por el actual Burkina Faso, que significa “Patria de hombres incorruptibles”. Sankara consideraba que la honestidad era un principio fundamental e irrenunciable para avanzar y sacar al país de la miseria en la que se encontraba sumido.

Esta primera medida debió alertar a los franceses, quienes tenían intereses económicos en Burkina Faso. El país sufría altos índices de analfabetismo, pobreza y estaba endeudado debido a mecanismos ajenos al pueblo, a través de los cuales los países colonizadores les prestaban dinero, financiaban guerras y saqueaban los recursos naturales mediante la colonización de África, lo que permitía a las empresas occidentales hacerse con las riquezas del país a miles de kilómetros de distancia, generando miseria a través de la explotación desenfrenada. Nada diferente por otra parte, de lo que sucede en la actualidad.

Tomando la expresión de Fidel Castro “¡cambiar todo lo que deba ser cambiado!”, Sankara impulsó algo tan sencillo como revolucionario; negarse a pagar la deuda externa contraída a perpetuidad, la “deuda odiosa” que asfixiaba a los burkineses. Nacionalizó las tierras y potenció que los productos fueran fabricados en el país y para el consumo interno sin tener que depender de financiación extranjera. Y por primera vez, un dirigente africano reconocía a la mujer como parte integrante del proceso revolucionario. Un reconocimiento que es recogido en La emancipación de la mujer y la lucha por la libertad, un hermoso texto entorno al discurso que Sankara ofreció a miles de mujeres el 8 de marzo de 1997 en Uagadugú, en el que ponía el foco en el hombre como ser oprimido por el capitalismo y a la vez opresor de las mujeres, describiendo los privilegios de los que gozaban ellos como sujetos sociales, por el mero hecho de nacer hombres.

Los avances sociales logrados en tan breve espacio de tiempo, la obstinada voluntad del capitán Sankara por cubrir de dignidad cada rincón y habitante de Burkina Faso han quedado vergonzosamente relegados al olvido, al ostracismo y cuando no, al desconocimiento y la ignorancia por gran parte de la humanidad. No es de extrañar, porque todo lo que ocurre en África pasa por el tamiz norteamericano o europeo -que son quienes se reparten los recursos del planeta-, que la figura de Sankara aún sea el gran desconocido africano, incluyendo a buena parte de la izquierda eurocéntrica.

Las teorías marxistas puestas en práctica en Burkina Faso en la década de los ochenta glorifican ese momento histórico a un territorio que sigue sin escapatoria a día de hoy, secuestrado de facto por las mismas fuerzas imperialistas de siempre donde la población no es dueña ni soberana del devenir de su cultura, de su economía, de su futuro.

Como feminista, reconozco en Sankara el sincero deseo por alcanzar justicia social, y en ese camino se encontraban las mujeres, que como en el resto del mundo se hallaban (y se hallan) subordinadas a los hombres, de ahí su anhelo y esfuerzos por erradicar la desigualdad desde un análisis marxista de las condiciones materiales de las burkinesas.

África se merece más, de hecho, se merece todo, porque la deuda del mundo occidental con África es impagable. Apremia devolverle al continente el control de sus recursos naturales, políticos y económicos sin injerencias. Thomas Sankara marcó el camino dejando una estela que África merece y debe recuperar. ¡Patria o muerte!

* Autora del relato gráfico “Un auxiliar ante el coronavirus. Kuaderno de bitáKora”
A modo de presentación… Tania Pasca Parrilla
– Ilustración de J.Kalvellido

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