Emigrante, no hay camino…
Por Simone Vögele
(…Y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar). Hace a un año que adquirí una preciosa criatura perruna que se llama Belo. Era entonces tan pequeñito que su fragilidad me oprimía el corazón. Pensaba, ¿sobrevivirá? Sigue con vida y ha crecido.
Pasa mucho tiempo en casa, pero dispone de refugio propio en mi pequeño jardín donde juega. Diré que es el miembro perruno de la familia. Su crianza me enseñó muchas cosas y quiero compartirlas con los lectores de Loquesomos.
Como dueña responsable de un perro, lo primero que hice fue llevarle a un veterinario y él me explicó que mi perro necesitaba carné, pasaporte europeo, varias vacunas y además había que desparasitarle de vez en cuando. El veterinario me explicó que había que vacunarle contra enfermedades múltiples y ponerle un microchip para encontrarle en caso de pérdida. Le fueron vacunando y yo pregunté: “bien ¿y cuando le pondrá el microchip?” Ante mi sorpresa me explicó que ya estaba puesto, porque el chip pasó por la jeringuilla de vacunación y estaba emplazado en el lateral izquierdo del cuello de Belo. ¡No me lo podía creer! Pero pasó un aparatito por el cuello del animal y: ¡Beep…Beep! Estaba impresionada.
Pero… ¿por qué un microchip?… ¿no bastaba un colgante con el nombre y teléfono de la dueña? El veterinario me lo dejó muy claro: “ en este chip almacenamos todos los datos acerca de su perro: enfermedades, vacunas, delitos…”
Me alarmé: ¿delitos? Sí, me contestó: “Datos respecto a si ha mordido a alguien, ha causado un accidente o ha cometido una infracción del tipo que sea” y me invadió una terrible sospecha: “¿No es ese Albert Bourla, jefe de Pfizer, también veterinario?” Desde entonces, mi perro y yo somos adversos a las vacunas y por supuesto, discriminados por ello. En cualquier caso, pensaba contratar un seguro para Belo.
Belo es de raza Alano Español y me informé muy bien acerca de esa raza de perros de presa. El perro alano se considera autóctono de España, aunque se cree que llegó a la península desde oriente medio, durante las Cruzadas. Pero investigando más, encontré testimonios anteriores, del tiempo del Imperio Romano, porque parece que esos perros eran reclutados desde la península de Crimea para ser utilizados como perros de combate. Eso significa que Belo es de lejana ascendencia rusa. El perro alano, mencionado en el Libro de Montería del rey Alfonso XI fue también retratado por Velázquez en el cuadro La caza del jabalí por Felipe IV. De modo que el perro alano es estimado por su pedigrí y su carácter noble y tranquilo… mientras no se le provoque.
Pero ¿Qué tiene que ver Belo con la emigración?
Para aclarar eso, debo extenderme un poco; amigos de Alemania me insisten desde hace tiempo: “¿Cuándo vienes de vacaciones para vernos?”. Siempre el viajar con un perro plantea algunas dificultades, pero, además apuntaré unas cuantas razones propias para no viajar a Alemania:
-Belo lleva la mascarilla de forma incorrecta y por eso sería rápidamente castigado en la vía pública, en el transporte, etc.
-Belo ya no quiere más vacunas con sustancias dudosas porque, sin estudios convincentes, ya existe la vacuna ARNm para animales (una de Merck y otra de Pfizer…y si no preguntas, ni te enteras de que se la han pinchado).
-Belo es macho y dominante y eso no gustaría a la comunidad alemana LTGBQ, que es especialmente intransigente.
-Dada la rusofobia reinante y siendo Belo de lejana ascendencia en Crimea, podría ser víctima del fanático mobbing de linchamiento en una Alemania, decidida a perseguir todo lo que tenga origen en Rusia. Además, a Belo le gusta la música de Schostakovitch. No hay que tomarlo a broma: un amigo me privó de su amistad cuando le comenté que los ancestros de mi perro son rusos.
-Belo nunca será vegano. No le gustan las verduras y tampoco los insectos y tampoco comidas similares que la política actual alemana propone con todo ímpetu el consumir (con pretexto de salvar el clima). Conozco a una mujer alemana que fracasa siempre intentando que su perro solo coma verduras.
– Belo se tira muchos pedos y supongo que su huella de CO2 es muy discutible y eso, en un país en que crece el activismo para la prohibición de mascotas por “emisión de gases nocivos para el medio ambiente” es peligroso. No queremos enfrentarnos a activistas climáticos agresivos.
-Belo no reacciona en “políticamente correcto” sino que ladra a los que considera malos y abraza a los que considera buenos…incluso los últimos se molestan por sus efusivos gestos de afecto.
-Belo no muerde, es de naturaleza pacifista y también lo es su apariencia. Pero no le gustan quienes chillan y alborotan tontamente. De modo que la ministra alemana de exteriores, Annalena Baerbock, correría peligro en su presencia, y esa es una responsabilidad que yo no quiero asumir.
-Belo todavía es un cachorro y es “destrozón”. En Alemania se ha extendido una cultura de la indignación y el sentirse ofendido. Cualquier cosa puede ofender, incluso a alguna minoría que nunca imaginaste que existiera. No puedo exponerme a ataques de gente que pudiera sentirse ofendida por la apariencia de Belo.
-A pesar de su carácter tranquilo, Belo figura en la lista alemana de perros de presa supuestamente peligrosos. La gente buscaría cualquier oportunidad para denunciarnos y podrían dañarle si les cae en las manos. La actual cultura de denuncia -solo basta con llamar al ministerio de interior, con anonimato garantizado- está muy generalizada y genera muchos problemas.
Lo que se diseñó para combatir “tendencias islamistas” se ha extendido para denunciar a “conspiranoicos”: los “querdenker”, una forma de difamar a librepensadoras y críticos de la política oficial: islamistische, rechtsextreme und linksextreme Radikalisierung, que hoy se camufla como “asesoría”: bamf.de/DE/Behoerde/Beratungsstelle/beratungsstelle-node.html
-Belo sería culpabilizado de “apropiación cultural” por su pelaje atigrado, que es más propio de algunos felinos y alguna otra especie animal.
…Y si no encontrasen nada castigable, le denunciarían por antisemitismo y radicalismo nazi, como suelen hacer cuando no se les ocurre otra cosa. Así que lidiar con la vida cotidiana es casi imposible, porque cada semana aparecen nuevas reglas, nuevas imposiciones que obligan a sortear una interminable carrera de obstáculos.
La población, ocupada en problemillas para que no tenga tiempo de pensar en lo auténticamente importante, configura un país al que yo NO puedo ir de vacaciones.
A pesar de que la simple existencia de Belo viola algunas reglas, tiene una ventaja y es que sus derechos están garantizados por la Ley Protectora del Bienestar Animal (24-07-1972) una ley que, lamentablemente, no me cubre a mí. A los humanos nos han quitado derechos fundamentales de ciudadanía que se han convertido en privilegios y esos privilegios se otorgan a quienes coinciden con el relato oficial, siempre que tragues todo lo que te pongan delante.
Belo tiene más derechos en lo que respecta a su libertad de movimiento al aire libre, a reunirse con sus congéneres y al mantenimiento acorde con las necesidades de un mamífero: (https://www.gesetze-im-internet.de/tierschhuv/BJNR083800001.html)
Belo aún no tiene blog, donde pudiera dejar sus inmundicias, como hace el periodismo dedicado a la falsificación propagandística.
En conclusión:
No quiero ir de vacaciones a un país que aterroriza a sus habitantes. No puedo imaginar que nos esperaría a Belo y a mí en semejante país, pero tampoco puedo callarme y renunciar a la denuncia de lo que ocurre. Porque callar es consentir. Prefiero que mi perro ladre.
La traducción de su nombre en alemán es, “Belo: el que ladra”.
– Las ilustraciones son de Simone Vögele, recreaciones en torno a un arco iris circunsolar.
– Portada: Los cruzados en el desierto, de Karl Friedrich Lessing. Galería de arte estatal en Karlsruhe.
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