En torno a los desafíos en la Cumbre de la Eurozona
Daniel Albarracín*. LQSomos. Septiembre 2014
La celebración de esta nueva Eurocumbre parece que no tiene motivos para el festejo.
Las últimas medidas del Banco Central Europeo, presentadas como una iniciativa de política monetaria audaz puede que estén ocultando una situación de alarma y urgencia. A nosotros se nos antoja tanto una respuesta desesperada como un paquete de medidas que sólo persiguen socorrer una vez más a la banca privada, haciéndonos preguntar si no estamos ante una nueva grave crisis de insolvencia bancaria a gran escala y la inminencia de una nueva quiebra de varios bancos sistémicos.
Sin duda, el diseño de la arquitectura del Sistema Euro ha constituido un fracaso para Europa y un ejercicio de blindaje de privilegios del sistema financiero privado. Este Sistema Euro se ha forjado sobre tres pilares que consisten en:
– Tratados y políticas de austeridad que deprimen la economía. Unas políticas de ajuste (Tratado de Lisboa, Pacto Fiscal, etc…) que sólo sirven para que las grandes corporaciones sobrevivan y acaparen los mercados abandonados por multitud de pequeñas empresas en bancarrota; para que las condiciones laborales del mundo del trabajo se deterioren para tratar de restauran las tasa de beneficio de las grandes empresas; y para que los sectores públicos nacionales se vean presionados a reducir permanente sus impuestos y los servicios que proveían.
– Un Banco Central Europeo al servicio de un objetivo obsoleto y absurdo en el actual contexto, como es el control de la inflación, precisamente cuando el escenario es el de repetir el marco macroeconómico japonés, conocido por 25 años de deflación y estancamiento. Un Banco Central que no presta a los Estados y rescata a la banca privada abriéndole el negocio de la deuda.
-Una moneda única, el Euro, que en ausencia de mecanismos correctores y de compensación, sólo puede alimentar un esquema dual en Europa, con países en permanente déficit de balanza de pagos y devaluaciones internas antisociales, los de las diferentes periferias, y otros con superávit, con disponibilidades de capital que ya sólo emplean para acaparar la riqueza de los maltrechos países periféricos, tanto con la compra de bienes raíces como a través del mecanismo extorsionador de la deuda, como acreedores.
Este sistema inestable y en permanente desequilibrio ha demostrado su fracaso en su diseño actual. Un Sistema Euro más frágil aún en un contexto en el que el sistema económico ha pasado de la recesión al estancamiento, en el que el principal incentivo que conoce el sistema en vigor es la rentabilidad y que se encuentra en sus horas más bajas, incapaz de animar ni el crecimiento ni mucho menos el desarrollo social de los Pueblos de Europa. Un Sistema Euro que no previó los graves problemas de endeudamiento privado y de insolvencia del sistema financiero privado.
Llevamos así varios años a la desesperada con una huida hacia adelante. La Unión Europea se inhibe e inhibe a los Estados Miembros con sus reglas contra la iniciativa pública, a través la superación de los problemas económicos mediante una inversión decidida, útil socialmente y que desarrolle un nuevo modelo energético sostenible y genere empleo en las sociedades europeas. No quiere enterarse lo que es una constatación desde hace tiempo: que el capital privado es incapaz de otra cosa que de mirar por su ombligo.
Así se ha confiado toda la política a una institución como es el Banco Central Europeo. A la desesperada ha emprendido una bajada de tipos de interés que los sitúa en el 0,05% y una reducción del tipo de facilidades de depósito desde el -0,1% al -0,2% -para desincentivar el tener activos sin movimiento-, cuando todos los expertos serios muestran que el problema no es que el crédito sea caro, sino que la economía no muestra incentivos para las inversiones privadas, que las expectativas de negocio están de capa caída. En definitiva que la banca tiene tres gravísimos problemas: que no encuentra a quien prestar dinero si no es con un alto riesgo, que si presta dinero puede que no lo recupere, y que tiene los ratios de solvencia que convierte a gran parte del sector financiero privado en organizaciones zombie.
El Banco Central Europeo no animará así la economía, porque la política monetaria en este contexto es ineficaz, o si lo es, sólo lo será para que algunos bancos a punto de quebrar sigan unos meses más haciendo como que funcionan. El Banco Central Europeo parece que está decidido a ser instrumento de salvamento del sistema financiero privado, mientras la crisis hace que los Estados permanezcan en crisis y la compra de la deuda pública siga siendo uno de los pocos negocios (junto al acaparamiento de inmuebles y compra de bienes y servicios elementales de los que la población no puede prescindir) que le quedan a la banca. Una política suicida porque más tarde o más temprano varios bancos quebrarán, los fondos MEDE de la UE se agotarán, y la deuda de la UE explotará. Y el euro, bajo estas políticas y este diseño institucional, hará aguas, tras haber ahogado a la población europea.
¿Qué alternativas, por tanto?
Pues para empezar necesitamos una Unión Europea decidida con la inversión en áreas estratégicas, y la creación de empleo en actividades de futuro: energías renovables, infraestructuras para un nuevo modelo productivo y energético. Esto implica elevar el tamaño del presupuesto público y dar más peso a este tipo de funciones.
Necesitamos una Unión Europea comprometida con una integración y convergencia real de los pueblos europeos, lo que implica conducir una reestructuración de las deudas, propiciando un reciclaje y redistribución de los excedentes de los países aventajados a los que han padecido los corsés de las reglas europeas. Necesitamos una UE que deje de pisar el cuello a los países de las periferias, de las clases trabajadoras europeas, en beneficio del gran capital centroeuropeo.
Para proseguir, necesitamos un Banco Central Europeo que preste directamente a los Estados y que gobierne realmente al sistema bancario privado y no sea su lacayo.
Necesitamos acabar con unas políticas neoliberales y un diseño particular de políticas monetarias expansivas (quantitative easing) que no llegan donde deben llegar, que hacen que el crédito se estanque en el recinto de los mercados interbancarios sin llegar a empresas y familias. Necesitamos otro diseño económico de la UE. Porque en este contexto, si no se producen cambios de calado, el Sistema Euro no forma parte de las soluciones sino de los problemas que atraviesa Europa