Encuestas postelectorales, ¿por qué no?
Por Domingo Sanz
O mucho me equivoco, o tras las elecciones los partidos no encargan sondeos para conocer los motivos que impulsaron a los votantes a confiar en unos o en otros, y eso que se volverán a jugar mucho en la siguiente ronda. Las encuestas “a pie de urna” solo preguntan por el voto depositado y, aunque siempre hay alguien que paga lo que cuestan, lo único que buscan es adelantarse unas horas a los resultados definitivos. Y a veces fallan.
También me llama la atención el hecho de que, aunque informar sobre los motivos de la confianza entregada en las urnas implicaría un plus de los que mejoran las audiencias, tampoco a los medios de comunicación parece interesarles, aunque, eso sí, durante las campañas electorales no paran de competir unos con otros publicando encuestas que parecen los números de una lotería para ver quien se acerca más a los resultados de las urnas y así presumir de eficacia demoscópica para el futuro.
En cambio, ningún resultado, salvo el de otra encuesta más fiable, podría cuestionar los resultados de un sondeo sobre, por ejemplo, los porcentajes que obtuvieran una lista de motivos que habrían podido animar el voto a favor de tal o cual candidatura. Garantizando la confidencialidad de las respuestas, por supuesto.
Por tanto, como estoy con algo que no existe, o casi, me permitiré ser creativo y, aunque en todos los procesos electorales celebrados hubo motivos que nunca sabremos en qué porcentaje afectaron a sus resultados, citaré tres ejemplos de elecciones que me llaman la atención.
Sobre las dos últimas presidenciales en USA, si se hubieran realizado encuestas post habríamos conocido, por ejemplo:
Los votantes que en las de noviembre/2020 no quisieron que Trump repitiera, pues siempre hay un porcentaje que echa la culpa de las desgracias a quien le toca cuando gobierna, aunque se trate de una pandemia.
En este caso, es legítimo que nos hagamos una pregunta: ¿se habría montado el golpe del Capitolio en enero del 21 si las encuestas post hubieran informado a Trump, a los suyos y a todo el mundo, de los motivos que animaron a los votantes de noviembre del 20, fueran el COVID u otros?
Y, ya que estamos con un Capitolio cuya sombra ha planeado sobre la última campaña electoral, una encuesta post nos habría informado sobre los votantes de 2024 que han apoyado a Trump, o han dejado de apoyar a Harris, para que no volviera a salir derrotado el mal perdedor de 2020 ante el riesgo de que organizara otro asalto, esta vez con consecuencias quizás peores y después de que millones, atónitos, hayan contemplado que las leyes y la Justicia no hayan sido capaces de meter en la cárcel a Donald y, como compensación indefendible, el fracasado Joe haya decidido indultar a su hijo delincuente en los estertores de su presidencia.
Las inolvidables elecciones generales de 2004 en España.
En el año 2000 el PP consiguió el 44,52%, pero en 2004 sólo el 37,71%.
Una encuesta post nos habría permitido conocer, por ejemplo, cuántos de los 6,81 puntos de confianza que perdió en las urnas respecto a los resultados en 2000 lo fueron para castigar la gran mentira sobre los atentados del 11M, o cuantos para que no siguiera gobernando el mismo PP que nos había metido en la guerra de Iraq.
Si se hubiera realizado esa encuesta post es probable que Aznar se dedicara hoy al cultivo de camelias, que allá usted si piensa que yo estoy pensando en el general golpista Alfonso Armada tras salir de la cárcel, y quien sabe, también, si la mentira sería hoy una moneda de cambio que circulara con tanto éxito por los mercadillos de la política.
Las elecciones autonómicas de 2003 en les Illes Balears
Me lo ha recordado su reciente deceso y, sobre todo el hecho de que no haya leído ninguna mención en los muchos obituarios de rigor publicados, aunque puedo estar equivocado, pero para escribir con propiedad lo que sigue he tenido que visitar las hemerotecas de papel.
Diez días antes de las elecciones que se celebraron en Illes Balears el día 25 de mayo de 2003, Gabriel Escarrer (miles de trabajadores) declaró que se “llevaría sus hoteles a Canarias si tras las elecciones continuaba el mismo conseller de Turismo”. Lideraba entonces la lucha de los hoteleros contra el Pacte de Progres que se proponía implantar una ecotasa cuyo coste al turista incluso los del PP quieren ahora incrementar.
En aquellas urnas, tan lejanas, los partidos del Pacte perdieron 3,5 puntos, lo que permitió formar gobierno a un PP que solo había conseguido 0,67 puntos más que en 1999.
Si se hubiera realizado una encuesta postelectoral yo habría incluido una opción de respuesta que permitiera evaluar el impacto en las urnas de la amenaza de Escarrer de “cerrar sus hoteles y llevarlos a Canarias”.
A la vista de las escasas diferencias entre los resultados de las elecciones de 1999 y las de 2003, no necesitaría ser muy grande la diferencia a favor de los electores que, por ese motivo, no votaron a las candidaturas del Pacte, o eligieron votar a la del PP, para confirmar que se alteró el curso de la historia a través de las urnas, pero sin dedicar ni tiempo ni dinero a hacer política como tal ni, por tanto, arriesgarse al rechazo espontáneo que se habría producido en un porcentaje de votantes si el propio Escarrer hubiera sido candidato.
“El muerto (o derrotado en las urnas) al hoyo y el vivo (con el mayor margen de maniobra posible) al bollo” parece ser el casi único principio que mueve a los partidos políticos que quieren gobernar. De hecho, ya que hemos terminado en Illes Balears justo es recordar que desde allí se impulsó, antes de las elecciones de mayo de 2023, una propuesta que, aunque muy distinta en su ejecución y mucho más valiosa para las candidaturas, trabajará, pues no se da por perdida, en la misma línea de las encuestas post, la de conseguir que las personas elegidas en las urnas conozcan más y mejor a las personas que depositan la confianza en ellas.
El Diario de Mallorca dedicó esta editorial a la iniciativa y también puede leer aquí una información más detallada.
Hay a quienes no les gustarán las encuestas postelectorales con el argumento de que “agua pasada no mueve molino” pero yo les diría que, tal como está el molino de la democracia, todo hace pensar que el agua que lo mueve, es decir, la relación entre los políticos y sus electores, hace mucho tiempo que es de la peor calidad.
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