Entre brujas, katanas y conquistadoras

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

De una serie de seis collages sobre la reproducción animal y humana…

Porque es la madre de la destrucción, la guerra también es la madre de la reproducción. Pongamos el ejemplo de la Invasión de México: olvidando por un momento a las incontables indígenas violadas y preñadas, la más famosa paridora fue Malitzin (Malinche) quien diera a luz a Martín Cortés, el primer mestizo con nombre conocido; y, además tuvo descendencia con su segundo marido español. Pero hubo otras indígenas no tan conocidas que también parieron mestizos. Como la tlaxcalteña Tecuelhuetzin (María Luisa Xicoténcatl) quien, de grado o a la fuerza, dio dos hijos a Pedro de Alvarado. O como Techuichpo (Isabel), hija de Moctezuma II y, por tanto, heredera del imperio ‘azteca’, madre de Leonor Cortés y, con otro español, de Juan Andrade Moctezuma –cinco veces contrajo matrimonio, incluyendo la primera que fue a sus 11 años, con su tío Cuitláhuac.

Entre las sanguinarias invasoras, Isabel Rodríguez fue soldada y médica con aureola de milagrosa gracias no tanto a su sapiencia como a la imposición de su fe puesto que, a los heridos ”les ataba las heridas y se las santiguaba, diciendo: ‘En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, un solo Dios verdadero, Él te cure y te sane’, y los que tenían pasados los muslos iban otro día a pelear” (Juan Torquemada) Asimismo, hay que mencionar a la mulata Beatriz de Palacios, alias La Parda, una de las escasas negras que guerrearon en Tenochtitlan durante la primera Invasión. Esta afroespañola fue enfermera al servicio de Isabel Rodríguez y una de las primeras negras en establecerse en las Yndias. Como soldada, ejerció de furriel, armera, forrajeadora, cocinera y moza de caballeriza. No sabemos si tanto Isabel como Beatriz tuvieron hijos.

Pero la más señalada de las Conquistadoras fue María de Estrada (c. 1486-c.1548; quien probablemente era judía, por nombre Miriam Pérez) Naufragó en Cuba pero fue salvada por los aborígenes cubanos. Según un historiador español, “hasta es posible que su hermosura la salvara de morir [¿], pues un cacique la tomó para sí: duró hasta que los españoles se recuperaron de la derrota y volvió con su marido”. A la entonces casi provecta edad de 30 o 40 años, marchó a México. En aquel menguante Tenochtitlan, una de sus primeras hazañas –nunca confirmada- consistió en herir gravemente a Narváez, el rival de Hernán Cortés.

Durante la nombrada Noche triste, defendió a Malintzin y Tecuelhuetzin cuando estaban a punto de caer prisioneras de los tenochcas, hazaña –entre otras- que la animó a exigir un rango superior como soldada: “No es bien, señor capitán, que mujeres españolas dexen a sus maridos yendo a la guerra; donde ellos murieren moriremos nosotras, y es razón que los indios entiendan que somos tan valientes los españoles que hasta sus mujeres saben pelear” (Francisco Cervantes de Salazar) Puesto que, en efecto, “con una espada y una rodela en las manos hizo hechos maravillosos, y se entraba por los enemigos con tanto coraje y ánimo, como si fuera uno de los más valientes hombres del mundo, olvidada de que era mujer” (Juan Torquemada). En Cuba y en México, casó dos veces con españoles. Es probable que alumbrara a dos hijas en su primera coyunda –no hay constancia de que concibiera hijos varones.

Otra mujer de armas tomar es la contemporánea japonesa Miwa, aquí representada con espada katana. No es una geisha ni tampoco una maiko –aprendiz de geisha, de cara blanca y dientes negros- sino una acróbata ecuestre. No sabemos si es madre. Pero es obvio que nace de una cohorte de brujas retratadas mediante las teselas de un gran mosaico. Otras guerreras históricas fueron Tomoe Gozen (siglo XII), Chiyome Mochizuki y las Kunoichi (s. XVI), Nakano Takeko (s. XIX) y Niijima Yae (1845-1932)
Ilustración: Miwa Hosokawa, caballera armada con katana. Mosaico de brujas. Supuesto retrato -en El Lienzo de Tlaxcala, 18ª lámina bis- de María de Estrada.