Entre las Inca Fries y las papas platónicas
Francisco Cabanillas. LQS. Enero 2019
Más que recordarlo, siento el pasado.
Eduardo Lalo
La modernidad, como proyecto de expansión capitalista,
ha sido ‘irracional,’ según Enrique Dussel…
Adolfo Albán Achinte
I
Por necesidad histórico-poética, hay que empezar con las de Neruda: “Oda a la papa” y “Oda a las papas fritas,” ambas de 1956. Las más literarias, “purísima / rosa blanca / enterrada,” de la huerta latinoamericana que, feraz, cuenta con hortalizas a granel, como la “Silva a la agricultura de la zona tórrida” (1826) de Andrés Bello: “tú en urnas de coral cuajas la almendra [el cacao] / que en la espumante jícara rebosa.”
Imantación agropoética; desde Neruda, la poesía se deja llevar por la fuerza de gravedad literaria: “Papa, / materia / dulce, / almendra / de la tierra.”
La oda de Neruda mueve montañas, en las que, desde una geopolítica de la feminidad lunar, como se verá en breve, la papa andina (“sorda” y “ciega,” dice el poeta) ha cavado sus fosos: “Papa / te llamas / papa / y no patata, / no naciste castellana.”
No del sol, sino de la luna; la papa, según Rodolfo Sánchez Garrafa en “Simbolismo y ritualidad en torno a la papa de los Andes” (2011), complementa, desde lo femenino, la masculinidad solar del maíz.
Subterránea y húmeda, ella es, oscura y terrosa, la luna de los Andes.
La papa de Neruda, “compacta como un queso / que la tierra elabora / en sus ubres / nutricias”; estoica, “Apenas / si hablas en el infierno del aceite”; solidaria, “enemiga del hambre, / en todas las naciones,” la papa de Neruda, botánica del demos, se plantea como lo que ha sido: “tesoro / interminable de los pueblos.”
Tesoro que acompañó a los “capitanes derrotados” de la “España inquisidora” del siglo XVI —en busca del “oro salvaje / en la matriz / quemante de la araucanía”; “sus uñas / codiciosas / fueron exterminadas”— cuando regresaron, cabizbajos, a las “piedras de Castilla”: “los pobres capitanes derrotados / levantaron en las manos sangrientas / no una copa de oro, / sino la papa / de Chiloé marino.”
Por eso, en la “Oda a las papas fritas,” Neruda empieza con esta fricción: “Chisporrotea / en el aceite / hirviendo / la alegría / del mundo.”
II
Desde Marruecos, donde radica, en Kinitre, desde 2015, invitado a Usamérica para la celebración del Mes del Legado Hispánico (septiembre y octubre, 2018), el poeta nuyorican, o mejor, diasporriqueño (Puerto Rico-Nueva York; Nueva York-California; California-Puerto Rico; Puerto Rico-Marruecos), Víctor Hernández Cruz, autor, entre otros poemarios posnuyoricans, de By Lyngual Wholes (1982), se presenta en una universidad del norte de Ohio: Bowling Green State Univeristy.
Nacido en Aguas Buenas, Hernández Cruz trae en el equipaje, a prueba de rayos x y de kriptonita, los tres últimos poemarios de su nueva diasporidad marroquí (¿una rizomaticidad boricua diría la poeta Área María Sotomayor?): The Mountain in the Sea (2006), In the Shadow of Al-Andalus (2011) y Beneath the Spanish (2017).
Ante el público universitario, Hernández Cruz se presenta con la cadencia pausada, quizás imantada o caleidoscópica, de un poeta que, a los diecinueve años, puso en las bibliotecas un poemario nuyorican, demasiado nuyorican, como Snaps (1969), sobre el que Allan Ginsberg, el Poeta de la Generación Beat, se dio el placer de usar un arcaísmo resplandeciente: “poesy.”
Entre los libros, Hernández Cruz baraja poemas como si fuera un jugador de páginas.
En medio de una incursión histórico-poética por el imaginario cultural de la América mestiza y mulata, Hernández Cruz gravita de golpe —¡vórtice, imantación!— hacia la poesía de Neruda, cuando toca, en una referencia a la cultura popular boricua, el tema culinario de las Antillas, presente en su poesía sinestésica y melómana, además de gastrocéntrica, desde Snaps (1969): “Energy / is red beans” / Energía / es la habichuela roja.”
En otros poemas que celebran y “cerebran” la agricultura prehispánica en general y la taína en particular; tradición que, hasta la irrupción de la papa y el maíz transgénicos al final de la segunda mitad del siglo XX, ha dado mucho de comer al mundo poscolombino, la poesía de Hernández Cruz, desde Nueva York, Puerto Rico, California y Marruecos, huele a tierra de Aguas Buenas y de las Américas.
En otra reflexión mito-poética del poeta se da un momento de silencio cargado de poesía; condensación. Desde una referencia a la yuca taína, Hernández Cruz salta a la papa andina, pero ahora con una envoltura nueva que busca contrarrestar el afrancesamiento de las papas fritas usamericanas (French fries): ¡Inca Fries!
Papas fritas, dice Neruda: “somos americanos, / papa, / somos indios.”
III
Desde la poesía, las Inca Fries del poeta boricua cargan el espacio literario de espejismos. En uno de sus poemarios, Red Beans [Habichuelas rojas] (1991), se derrama la salsa de tomate; “red be-ings [seres rojos]” que se pasan el tiempo en la cocina “Cooking red beans [cocinando habichuelas rojas]” emergen como si fueran entes del recetario de Oswald Rivera: Puerto Rican Cuisine in America: Nuyorican and Bodega Recipes (2002).
Las imágenes en flujo que produce el poeta boricua neomarroquí, Hernández Cruz, en tándem con el guiso poético de Red Beans, llenan de humo y de sabor las páginas de sus poemarios y su conversación con el público.
Las Inca Fries se quedan con la poesía.
A su vez, intersecan con otra papa. Otro tipo de metáfora, de diferente textura, puesta sobre la mesa, desde La botánica del deseo. El mundo visto a través de las plantas (2008), por un ensayista, Michael Pollan; quien, además de jardinero y periodista investigativo de temas culinarios, parece poeta al acuñar la nueva realidad transgénica del tubérculo andino, apropiado por la transnacional Monsanto, como “la papa platónica.”
Agropolítica; del monocultivo que promueven las transnacionales como Monsanto —una agricultura “apolínea,” demasiado apolínea, de la que no puede sino surgir un concepto paradójico, como el “sublime agrícola,” también acuñado por Pollan, según el cual la perfección del monocultivo, sus líneas rectas y su limpieza total, ensalza el poder del hombre (en vez de evanescerlo)—; de esos monocultivos transgénicos, dice La botánica del deseo, surgen papas perfectas, idóneas, como las ideas de Platón. Papas platónicas que seducen el paladar del comensal socializado en las sazones corporativas de la cocina fast food de McDonald’s.
Las papas platónicas de McDonald’s crean el deseo de comerlas, dice Pollan; y el deseo de comerlas, subraya, las perpetúa. Circuito de tres colonialidades, nos vemos compelidos a subrayar: la del poder (una brutalidad trabada entre la raza y el trabajo), la del saber (un terrorismo científico-corporativo que privatiza genomas milenarios) y la del sabor (un gustema transnacional manufacturado para el éxito comercial).
Choque; entre las papas andinas de los poetas y las platónicas del ensayista —y no porque este las defienda— se produce un estallido; estruendo que solo oyen los que, autocríticos, han dejado de comer las papas platónicas —en el fondo, ¡caras, demasiado caras!— que otro ensayista, Michael Apple, ha puesto bajo el microscopio del “pensamiento relacional” en su crónica “Comiendo papas fritas baratas” (2003).
Pensamiento relacional que, como el decolonial, rastrea las conexiones invisibilizadas por el Poder. Como las relaciones entre el espacio de la “blanquedad,” según Apple, el cual hace realidad las “papas fritas baratas” de McDonlad’s para el consumo usamericano; y el espacio de la “otredad” —añadimos desde una charla de Ramón Grosfoguel; espacio del “no-ser” acuñado por Franz Fanon—, espacio donde habita “el lado oscuro” de la modernidad —la subordinación racista y sexista— que Walter MIgnolo alumbró, en The Darker Side of the Reniassance (1995), con luz decolonial: la modernidad como inseparable de la colonialidad, fuerza que domina desde una “diferencia colonial” eurocentrada.
La Filosofía Latinoamericana de la Liberación, encabezada por Enrique Dussel, tiende un puente político entre las Inca Fries de Hernández Cruz y las papas andinas de Neruda: “honrada eres / como / una mano / que trabaja la tierra.” Papas cargadas de una sociabilidad incaica que democratiza la agricultura y por ello el acceso a la comida: “enemiga del hambre, en todas las naciones / se enterró su bandera / vencedora.” Papas marcadas por la poesía: “[papa] harina de la noche / subterránea.”
Las Inca Fries de Hernández Cruz y las papas de Neruda atraviesan, como una flecha en busca de un mejor futuro, la modernidad/posmodernidad de la papa platónica-transgénica-neoliberal de Monsanto, horadando por aquí y por allá las colonialidades que la Filosofía de la Liberación desmonta desde la “exterioridad relativa” del pensamiento “transmoderno,” elaborado por Dussel. Un pensamiento que rearticula filosofías y políticas que, como las indígenas, la modernidad no pudo erradicar, pero que excluyó, como el “mandar obedeciendo” de los zapatistas, tras el golpe de gracia imperial de 1492.
Porque las Inca Fries y las papas de Neruda se inscriben en la terrosidad de la sabiduría prehispánica, combaten desde la poesía el “epistemicidio” que, como crítica a la colonialidad del saber de la “universidad occidentalizada,” Ramón Grosfoguel resume en tanto clave de una política latinoamericana “pluriversa,” liberada de los espejismos racistas y sexistas, entre otros, de la modernidad eurocéntrica: “la transmodernidad… rechaza una universalidad de soluciones donde una epistemología defina para el resto lo que es la solución” (“Racismo/sexismo epistémico, universidades occidentalizadas y los cuatro genocidios/epistemicidios del largo siglo XVI,” 2013).
(En un McDonald’s belga, Zizek comparte con Mario Vargas Llosa su fe en la modernidad, mientras que este comparte con aquel su fe en el liberalismo).
IV
Desde la poesía y la filosofía, la papa, que no se reproduce por semillas sino por tubérculo-semilla, se solidariza —por necesidad antropológica, diría Garraga: la papa como lo femenino en diálogo con lo masculino del sol— con el agrofeminismo de la activista de la India Vandana Shiva en su “Declaración de las semillas” (2013): un contraataque a las semillas transgénicas-patentizadas/privatizadas de los agromonopolios: “La semilla es fuente de vida, es el ansia de vida por expresarse a sí misma, para renovarse, para multiplicarse, para evolucionar libremente en perpetuidad” (Shiva).
Protectora de la vida, como la Filosofía de Liberación, Vandana Shiva reafirma su feminidad desde un feminismo que, a partir de la madre, protege el saber milenario acumulado en las semillas tradicionales.
V
Solidaridad feminista de la papa con las semillas orgánicas, contrarias a la apropiación genético-corporativa de la vida; “poesy” de una papa decolonial que también, y con mucha razón, se solidariza con la yuca taína. Otro tubérculo prehispánico que, clave de la dieta en las Antillas, llega también a la poesía de Victor Hernández Cruz, cuya poesía, además de honrar la guayaba, el tabaco, el plátano…, testimonia, en Mainland (1973), el traslado de semillas de Puerto Rico a Nueva York más dramático de la poesía nuyorican.
La yuca de los taínos que llegaron a Puerto Rico del norte de Suramérica, quienes crearon una técnica para sembrarla encima de la tierra, los llamados “montones”; la yuca es otro tubérculo que, como vio primero que nadie Carmelo Ruiz Marrero en “Puerto Rico y la yuca de Bill Gates” (2010), está siendo reclamado por la colonialidad del poder-saber-sabor-ser que ejerce Monsanto, ahora en asociación con la Fundación Bill y Melinda Gates, “filantrocapitalismo” que Ruiz Marrero describe como entidad neoliberal.
“La yuca de Bill Gates,” expone Ruiz Marrero, tiene como objetivo, no alimentar a los empobrecidos africanos hambrientos, como reza la narrativa corporativa oficial, sino conquistar para la agroindustria monopólica de Monsanto el último espacio intocado —África— por la corporatización de la agroeconomía neoliberal. Misma que, en El hambre al servicio del neoliberalismo (2006), Juan Carlos Morales González describe como una “industria del hambre.” Tema que también aborda, con prosa literaria, Martín Caparrós en El hambre (2015): “Comemos sol. / Sol, algunos / tanto más que otros.” Y que, desde la historia personal, el salvadoreño Elmer Hernán Rodríguez Campos testimonia en Bajo el sol. Agrio sol. El hambre desde los ojos de un niño (2016).
Solidaridad feminista; entre la papa de los poetas y la tradición femenina de la yuca taína —eran las mujeres las que cultivaban los “montones”— se trenza una resistencia decolonial que, a la altura del año 2010, Ruiz Marrero saca a la luz pública para visibilizar la política genética que lleva a cabo Monsanto en Puerto Rico, con la complicidad aparentemente insospechada de profesores boricuas que, desde el Colegio de Mayagüez, participaban del “mejoramiento” molecular de la yuca sin saber que eran parte de un proyecto que le daría a Monsanto el derecho de propiedad intelectual de la yuca mejorada.
Desde el giro decolonial, “la yuca de Bill Gates” aparece como clasista, racista y machista. Pura hipermasculinidad corporativa que, a partir del “ego conquiro/yo conquisto” de Hernán Cortés en 1519, el cual la Filosofía de la Liberación (1977) de Dussel subraya como antecedente directo del “pienso, luego soy” de Descartes en el siglo XVII, se apropia por la fuerza de todo lo que no puede crear.
En los archivos que documentan la lucha boricua contra los OGM (organismos genéticamente modificados), donde están testimoniadas las tres protestas anuales que, de 2013 a 2015, llevó a cabo el grupo de activistas por una agricultura ecológica, Nada Santo sobre Monsanto; en ese archivo, el texto fundacional de Ruiz Marrero, Balada transgénica: biología, globalización y el choque de paradigmas (2005), queda como una luz que visibiliza la corporatización de la agricultura y las luchas sociales contra su poder monopólico.
“Satyagraja contra los transgénicos” reza la balada activista de Ruiz Marrero, cuya resistencia no violenta, gandhiana, apuesta a un “futuro posible” en el devenir de una agricultura ecológica.
VI
Desde el inglés que marca su poesía ultradiaspórica puertorriqueña, Hernández Cruz, en estado de frenesí americanista y por ello, con espíritu contraplatónico, traduce bien las papas de Neruda como Inca Fries; papas indias, como la yuca que, junto al resto de la canasta boricua, llega a la poesía de Hernández Cruz (la cual traduzco a continuación):
Okra / Quimbombó
that slides / que se pasa
with malanga as the bacalao / con malanga según el bacalao
wet with olive oil / mojado en aceite de oliva
pushes into the yucca / se acerca a la yuca
still dry / todavía seca
moving forward / empujando
the edge of the plate, / el límite del plato
oh, how delicious it is. / oh, qué delicioso.
¡”Satyagraja”! contra la “papa platónica” y la “yuca de Bill Gates” (que es también el maíz transgénico de Monsanto).
¡”Satyagraja”!
Más artículos del autor
* Francisco Cabanillas (1959, Puerto Rico) enseña lengua castellana, cultura y literatura hispanoamericana en Bowling Green State University, Ohio. Ha publicado cuatro libros de ensayo: Escrito sobre Severo (1995), Pedreira nunca hizo esto (2007), K-lores del trópico: ensayos transboricuas (2012) y Ensayos silenistas (2014). Miembro de LoQueSomos
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