Esta boca es mía
Dicen que no puedo decir que hay muertes que me resultan indiferentes, que si lo digo, no soy solidaria, que apesta mi violencia, que me coloco por escribirlo en ese lugar peligroso y perseguido donde es posible el golpe, el insulto o el presidio.
Dicen que debo cerrar la boca, tragarme la lengua, enjaular las ideas y seguir la vida como si nada.
Pero no puedo.
Dicen también que cualquier cosa que se diga es enaltecimiento del terrorismo, bien si cantas, bien si haces poemas, bien si aúllas a contraviento en este mar de indiferencia o si te expresas tal cual te revienta la rabia.
Dicen todo esto para sitiarnos uno a uno en un coto de silencio, donde el miedo a pensar es la cuerda que nos ahorca.
Dicen todo esto algunos de los que se dedican a escribir o que les gusta que les llamen intelectuales o pensadores o lo que es peor, librepensadores.
Y lo expresan allá donde pueden, sabiendo que la palabra es su materia prima y que la voz que disiente hoy más que nunca peligra y lo dicen para no desafinar en esta canción tenebrosa que acorrala la palabra, su palabra, nuestra palabra.
En fin, da vergüenza estos días ver a alguna gente del oficio temblando al escribir, titubeando al hablar, agachando la cabeza.
Balbuceando mansas proclamas pacíficas, cerrando los ojos, participando, cómplices, del escarnio al que son sometidos aquellos que sí quieren ser libres.
– Viñeta de Kalvellido