“Esta guerra no era inevitable”
Por Francisco Claramunt*. LQSomos.
Investigador de los movimientos de protesta en su país, Volodymyr Ishchenko habló con el diario uruguayo Brecha de los debates sobre Ucrania en la izquierda global, del crecimiento del extremismo y del futuro de la identidad ucraniana
Volodymyr Ishchenko es doctor en Sociología por la Universidad Nacional Tarás Shevchenko de Kiev e investigador asociado del Instituto de Estudios sobre Europa Oriental de la Universidad Libre de Berlín. Su trabajo se ha centrado en el estudio de la sociedad civil, las protestas y los movimientos sociales de Ucrania y la región. Es autor de varios artículos académicos sobre la política ucraniana contemporánea, el levantamiento de Euromaidán y la guerra en el Donbás. Ha publicado en Post-Soviet Affairs, New Left Review, entre otras revistas especializadas, y ha colaborado con The Guardian Al Jazeera y Jacobin, entre otros medios internacionales. Actualmente está trabajando en la obra colectiva El levantamiento de Maidan: movilización, radicalización y revolución en Ucrania, 2013-2014.
—Fuera de Ucrania y de Rusia, existe un debate en la izquierda y sus intelectuales acerca de cuál debe ser la postura ante esta guerra. Algunas voces, como la de Noam Chomsky (véase en este número «Abrir la puerta de salida»), favorecen una salida negociada a la invasión y defienden esta búsqueda de un compromiso diplomático como el único enfoque sensato desde un punto de vista progresista. Otros, como por ejemplo Étienne Balibar (véase en este número «Sobre la guerra europea»), reclaman que la izquierda internacional dé todo su apoyo a la resistencia ucraniana y, al menos de momento, deje otras consideraciones de lado o en un lugar secundario. ¿Cómo ve usted este debate?
—Mi opinión es que la prioridad por sobre todas las cosas debe ser salvar las vidas ucranianas, las ciudades ucranianas, la economía ucraniana. Mientras más pronto consigas un acuerdo de paz, más vidas salvarás, menos ciudades serán destruidas y menos dañada resultará la economía. Si la guerra tiende a prolongarse, si ya no se trata de parar la invasión rusa, sino de, por ejemplo, lograr la caída de Putin cueste lo que cueste –lo que puede no ser un objetivo accesible–, significará transformar Ucrania en Afganistán. Un lugar donde una guerra eterna se sucede por años sin pausa, con un Estado fallido, con la economía retornando a un estado premoderno, con la industria completamente destruida y millones de refugiados que no pueden volver a su hogar por años [véase «Noticias de Moscú»]. Y este escenario, honestamente, sería solo el segundo peor para Ucrania si esta guerra llegara a degenerar en un conflicto nuclear. Claramente, no deseo esto para mí país.
—Yendo a Ucrania, y dejando de lado la propaganda rusa sobre una «Ucrania nazi» inexistente, ciertamente hay elementos de extrema derecha en Ucrania. Grupos que hoy en día son insignificantes desde el punto de vista electoral, pero que, durante la guerra en el Donbás, han fortalecido su penetración en las fuerzas armadas. ¿Cree que es inevitable que una situación de guerra prolongada en todo el país suponga un aumento y empoderamiento de estas fuerzas ultranacionalistas que crecieron durante la revolución de Maidán y luego accedieron a posiciones de poder en el aparato de defensa y seguridad?
—Sí, sin dudas. En caso de una guerra prolongada, se daría una destrucción progresiva del Estado y las instituciones militares ucranianas, lo que daría más oportunidades para que grupos radicales tomen las riendas. A más muertos y heridos entre la población causados por la invasión rusa, a más destrucción, mayor será también el odio. Y los movimientos que centran su retórica en el odio y capitalizan el odio con mayor facilidad, por supuesto que crecerán en ese escenario. Aquellos que hablan de hacer de Ucrania un nuevo Afganistán para las tropas rusas [en referencia a la derrota soviética de 1989 y la estadounidense de 2021], aquellos que dicen que hay que prepararse para resistir en una guerra de largo aliento están abriendo la ventana por la que las fuerzas de ultraderecha entrarán para tomar el control.
Ocurrirá exactamente como ha ocurrido en Oriente Medio: fue el colapso de las instituciones estatales causado por la invasión extranjera en Irak, el colapso institucional en Libia, en Siria, lo que creó el espacio para que grupos extremistas se hicieran con el poder en amplias zonas de esos países, con consecuencias funestas. No entiendo cómo hay gente que puede esperar un escenario distinto en el caso de una guerra prolongada en Ucrania.
—En un reciente artículo para Al Jazeera, usted lamenta el fin de la Ucrania multicultural en la que creció. ¿Esto se debe al crecimiento esperable de estos grupos de ultraderecha, de esta ideología ultranacionalista? ¿Ve como inevitable el fin de esta idea de una Ucrania multicultural, multiétnica?
—Esa es una de las varias razones. Antes de la guerra eran posibles en Ucrania lo que se ha llamado identidades ambiguas. Algunos ucranianos entienden su identidad nacional como una oposición a Rusia, pero muchos otros no entienden su ucranidad así. Mucha gente se siente ucraniana y rusa al mismo tiempo. Por ejemplo, en muchas familias el padre es ruso y la madre, ucraniana. O al revés. Todo esto será muy difícil después de esta guerra. Lo ruso es ahora lo enemigo. Miles de personas están sufriendo a causa de esta invasión. La posición que goza hoy la lengua rusa dentro de Ucrania probablemente se perderá. Esta guerra será –está siendo– una gran transformación en cómo los ucranianos piensan sobre ellos mismos, sobre su identidad y sobre lo ruso y los rusos. La reconciliación es posible, claro. Fue posible incluso después de la Segunda Guerra Mundial. Incluso después del Holocausto. Pero tomará muchos años y requerirá cambios políticos muy serios, tanto en Ucrania como en Rusia.
—En esa columna para Al Jazeera, usted critica la reciente decisión del gobierno ucraniano de suspender 11 partidos de la oposición por sus puntos de vista «prorrusos» sostenidos antes de la invasión. Entre ellos, el segundo partido más votado del país. En ese artículo también le recuerda al lector que la izquierda ya estaba muy debilitada en el panorama político ucraniano, y decisiones como esta, que reducen las voces disidentes, solo la debilitan aún más. En este escenario, ¿cuáles son las perspectivas para los movimientos sociales y las fuerzas progresistas ucranianas en medio de la invasión de Rusia? ¿Hay un lugar para ellos en la resistencia contra el ataque y la ocupación rusa?
—¿Cuáles son las oportunidades para los sindicatos y los movimientos sociales hoy en Siria o en Libia, por ejemplo? Uno de los horrores de la guerra es que cierra cualquier espacio para cualquier movimiento social progresista tal como los conocemos. La guerra requiere movimientos completamente diferentes, como una guerrilla, movimientos militarizados, paramilitarizados. Y no hay absolutamente ninguna oportunidad para lanzar un movimiento de izquierda de este tipo en la Ucrania actual. Algunos integrantes de movimientos sociales y de izquierda en Ucrania se están alistando en las Fuerzas de Defensa, pero su impacto político, en estas circunstancias, será insignificante. En la actualidad, no hay chance de cambiar nada en la ideología dominante o en la orientación de la guerra.
—El debate fuera de Ucrania sobre dónde se debe enfocar el análisis para comprender lo que está sucediendo se complica, además, por el hecho de que existe una presión constante del mainstream político, que acusa a la izquierda de ser sospechosa de sesgo prorruso y, por lo tanto, cómplice de la invasión. ¿Ve una división dentro de la izquierda de Europa central y oriental entre un campo más anti-OTAN y otro más antirruso? ¿Cree que este es un buen marco para un debate dentro del campo progresista?
—Esta guerra tiene un impacto global y no solo regional en la manera en la que provoca una reacción macartista de derecha contras las izquierdas. Como bien señalás, toda la izquierda va a estar bajo ataque y será más difícil ahora decir incluso cosas básicas de izquierda sin ser acusado de «prorruso». No son pocos los que ahora están evocando los años y meses pasados para decir que la invasión rusa era inevitable, que estuvo claro desde el principio que esta sucedería, y que la izquierda falló en preverla por algún tipo de complicidad o ceguera frente a Rusia. En el contexto ucraniano, por ejemplo, llega a decirse que es hora de reconsiderar el rol de los grupos de extrema derecha que estaban preparándose para la guerra contra Rusia desde hacía años, desde la década del 90 para ser exactos, desde el momento mismo de la independencia ucraniana.
¿Pero eso es realmente así? ¿Esta invasión hace a la extrema derecha menos extrema? ¿La convierte en algún tipo de organización patriótica anticolonial y visionaria? Claro que no. Y la guerra no era inevitable. Sabemos que recién en febrero la CIA comenzó a ver signos de una decisión definitiva de Rusia proclive a la guerra, cuando esa concentración de tropas ya venía desde octubre. Durante todos esos meses, hubo oportunidades para una solución diplomática de este conflicto y mucho pudo haber sido hecho de otra manera.
La izquierda debe tener posiciones de ofensiva y no solo estar todo el tiempo disculpándose, «oh, estuvimos hablando demasiado sobre la OTAN y no lo suficiente sobre Rusia, etcétera». Debemos mantenernos en nuestras posiciones, apuntar a la complejidad del problema, defender la verdad. No abrazar el oportunismo de saltar de un extremo –hablar solo de la expansión de la OTAN como si Rusia no fuera culpable por la guerra– al otro –una mirada completamente rusocéntrica, en la que la discusión sobre la OTAN y el nacionalismo ucraniano es marginalizada, incluso tabú–. Discutir la OTAN y el nacionalismo ucraniano no es justificar la invasión rusa. Es necesario ver estos factores como parte del escenario general, y como parte del problema que nos ha llevado a esta guerra. De otra manera, buscarán presentarse como parte de la solución.
Sabemos que hay muchos factores que llevaron a esta guerra. Sobre Putin pesa la responsabilidad primera y principal, sin duda. Fue él quien apretó el botón, aun teniendo otras opciones. La guerra fue su opción, y él es y será culpable por ello. Pero, al mismo tiempo, no podemos olvidar que hubo otras fuerzas contribuyendo a que llegáramos hasta aquí. No alcanza con simplemente darle un tono «izquierdista» a la narrativa de guerra de tu clase dominante y salir a repetir trivialidades sobre el «imperialismo ruso». Hay mucho para estudiar y para entender del imperialismo ruso como fenómeno real, y simplemente repetir clichés superficiales no mejorará nuestro análisis ni nuestra capacidad de proponer caminos para salir de esta guerra.
* Brecha
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