La atmósfera de “Peace & Love” que impregnó todo el festival, contrariamente a como sucedió dos años mas tarde en la trágica jornada de Altamont, contó con el apoyo fundamental, como encargados de la seguridad, de los Ángeles del Infierno
“Peace & Love” el auténtico primer festival de rock
Cuando empecé a publicar “Papeles del rock” a mediados de 2017, recuerdo que uno de los primeros artículos estuvo dedicado al medio siglo de vida, el 50 aniversario del Festival de Monterey, que convencionalmente se ha considerado, por la gran trascendencia que adquirió, el primer gran festival de rock y el evento que expandió el fenómeno de la contracultura de la década de los 60. No fue del todo así –siempre recuerdo las palabras de una de las más reputadas y reconocidas biógrafas de Janis Joplin, Myra Friedman: “La gente piensa que Monterey’67 fue el inicio de la cultura del ácido. En realidad, fue su fin”- sin perjuicio de que no dejemos en todo momento de reconocer su trascendencia, pero ahora, al cumplirse 55 años de su celebración, tal vez sea el momento adecuado para recordar y reivindicar el frecuentemente olvidado precedente de Monterey: el Fantasy Fair & Magic Mountain de los días 10 y 11 de junio de 1967 en Mount Tamalpais, al norte de California.
Si se bucea un poco en la historia de este poco conocido festival, resulta sorprendente como por un lado, es quizá el evento que puede considerarse el nexo de unión entre los viejos festivales de jazz y folk de los años 50 y primeros 60 y lo que serían los festivales de rock a partir de Monterey. Si cabe, hay quien mantiene – y no estoy en desacuerdo- que el Festival de Newport de 1965 en el que Bob Dylan cambió la historia tocando por primera vez en eléctrico con una banda de rock y provocando todo un cisma, fue el festival que marcó el inicio de un nuevo camino. Antes de llegar a Monterey, al lado de los “happenings” de las universidades, los “Be In” de Golden Gate Park con Owsley y los primeros conciertos en San Francisco contra de la guerra de Vietnam y por la paz, hay que hacer parada en el Fantasy Fair & Magic Mountain Festival.
El cartel no llegó a ser tan espectacular como el de Monterey, pero no le iba tanto a la zaga como cabría suponer: The Doors, Jefferson Airplane, The Byrds, Captain Beefheart & The Magic Band, The Blues Magoos, Wilson Pickett, The Steve Miller Band, Kaleidoscope, Canned Heat, Tim Buckley y Country Joe & The Fish conformaron entre otros un programa en el que de hecho, gran parte de los grupos eran bandas hippies locales apenas conocidas. Se calcula que en total, entre 20.000 y 25.000 personas acudieron al festival.
La ubicación fue una elección natural. El Verano del Amor estaba floreciendo en las cercanías de San Francisco y la contracultura hippie estaba lista para unirse en una suerte de celebración inaugural. La emisora de radio local KFRC fue la anfitriona y principal patrocinadora del evento, y las ganancias de la venta de entradas cuyo precio era de 2 dólares, se destinaron a organizaciones benéficas locales.
La atmósfera de “Peace & Love” que impregnó todo el festival, contrariamente a como sucedió dos años mas tarde en la trágica jornada de Altamont, contó con el apoyo fundamental, como encargados de la seguridad, de los Ángeles del Infierno. Los organizadores, para evitar atascos de tráfico, limitaron el acceso por carretera al pintoresco recinto del festival, haciendo que la gente tuviera que dejar sus coches en un área de estacionamiento habilitada en las cercanías de Marin County y tomara autobuses escolares alquilados para el evento, apodada la línea de autobuses “Trans-Love”. Los Ángeles coordinaron todo aquello sin que se produjera un solo incidente. “No fueron contratados”, aclaró más tarde el coproductor del festival, Tom Rounds. “Era su territorio y necesitábamos su apoyo. No era nuestra intención encargarles la seguridad, simplemente les contamos nuestra idea y nos dijeron: “Ok. ¡Os ayudaremos!”.
Aunque en esencia era un festival de rock, el nombre de “Feria de la Fantasía” no resultó incoherente. Tal y como sucede en la actualidad en festivales como Glastonbury, todo el recinto estaba lleno de puestos y pequeñas tiendas que vendían comida, joyas, velas aromáticas hechas a mano, ropa artesanal, y casi cualquier otra cosa que pudieras imaginar, juntos a espiritistas, gurús del ácido y representantes de colectivos y asociaciones por la paz. “Todo aquello se concibió muy al estilo de las Ferias del Renacimiento, donde la gente se disfrazaba con ropa de época y había malabaristas, acróbatas y gente que recitaba poesía antigua”, señaló el bajista de Jefferson Airplane, Jack Casady. Por su parte, la fotógrafa Elayne Mayes publicó en la Marin Magazine: “Había niños deslizándose colina abajo sobre cartones, gente vendiendo incienso, pintándose caras, todo tipo de personas en el bosque fumando marihuana; eso fue lo más asombroso. Y todo en un clima de una paz irreal, increíble. Había policías y Hell´s Angels por todas partes y nadie les prestaba atención, ni había ninguna discusión. Eso nunca había ocurrido antes.”
La prensa de la época hizo comentarios muy elogiosos de las actuaciones de Canned Heat y Jefferson Airplane y pasó un tanto por alto los no muy afortunados conciertos de Captain Beefheart y de The Doors. “Recuerdo haber visto a los Doors y pensé que era más teatro que música”, recordó más tarde John York, que tocaba con los Byrds en ese momento. “Jim Morrison era como Hamlet o Macbeth; había creado una especie de personaje que genera esta energía en la que la gente quiere ver qué sucede a continuación, como en una representación teatral de Julian Beck”. “Morrison estaba completamente borracho y había dos postes en la esquina del escenario que tenían luces”, recordó más tarde el veterano crítico musical de San Francisco Joel Selvin. “Estaba balanceándose alrededor de uno de ellos. Un minuto estaba allí, al otro, no estaba. Se cayó del escenario a la altura de unos 15 pies, pero regresó y terminó la canción como si nada hubiera pasado”. En cuanto a Captain Beefheart, éste sufrió una especie de “bad trip” – un ataque de pánico por alucinaciones terroríficas fruto de consumir ácido en mal estado- en plena actuación, y por tanto, en lo musical su set acabó en desastre, aunque a mucha gente que también estaba viendo “su” propio concierto bajo los efectos del ácido, no pareció importarles demasiado.
Esta gran fiesta fue celebrada por los asistentes y aclamada en la prensa local como un gran éxito. El San Francisco Chronicle lo describió como “sonido salvaje y colores salvajes, paracaidistas y espectáculos secundarios, hippies extraños de Haight-Ashbury y chicos con camisetas de los Rolling Stones, parejas besándose… había algo para todos”. Una semana después, se celebraría el Festival de Monterey… pero esa historia ya se la conté. ¿Lo recuerdan?
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