Febrero es algo más que…

Febrero es algo más que…

Febrero es algo más que…

Es una pena que ya no vivan aquellos viejos y justamente coléricos poetas antifascistas: Pablo Neruda, Miguel Hernández, Alberti, León Felipe, Garfias, Hikmet… que en el pasado escribían hermosos y demoledores poemas pidiendo castigo para los tiranos, para los déspotas, para los que traicionaban y asesinaban a la patria.

Castigo para los que arrancaron la vida al anciano y a la anciana que, aterrorizados y deslumbrados por las explosiones, cuando se asomaron a la puerta de su humilde  “jaíma”, allí mismo se encontraron cara a cara con la mismísima muerte.
Castigo para la soldadesca marroquí que violó reiteradamente a la joven embarazada.
Castigo para los que firmaron los Acuerdos de Madrid y más tarde se lavaron las manos.
Para el monarca alauita de Rabat que dio la orden de invasión, allí donde se encuentre, pido castigo.
Para los generales que  obedecieron las órdenes, pido castigo.
Para los Kissinger de Washington y los Giscard d’Estaing de París que bendijeron a los camiones y a las multitudes de la Marcha Verde, pido castigo.

¡Malditos!, ¡malditos!, ¡todos malditos! Que la maldición de todos los pueblos de la tierra os persiga por los confines del Infierno, allí donde se pudren las almas de los generales fascistas que un día también sacrificaron a mi pueblo, junto a las de los generales y las de los jueces que violaron las más elementales leyes en la Alemania de Hitler, en el Paraguay de Strosner, en el Chile de Pinochet, en la Argentina de Videla, en el Portugal de Salazar y Caetano, en la Italia de Mussolini, en la Nicaragua de Somoza, en la Grecia de los coroneles, allí donde los verdugos del pueblo palestino, del pueblo iraquí y kurdo, del pueblo armenio se “sancochan” eternamente.

Maldición eterna para vosotros también, los Yomani, los Habib El Kentawi, los Brahim Hammad, los Hassan uld Dirhan, los Ijalihenna uld Rachid de El Aaiún, que amasasteis vuestras fortunas sobre la sangre sagrada y sobre la sagrada tierra de vuestros antepasados, sobre ese mismo pueblo que hoy se yergue investido de toda la dignidad que le otorga la resistencia frente al imperialismo criminal.

Castigo para los que torturaron, para los que incendiaron los pobres enseres y envenenaron las aguas de los pozos.
Castigo también para el rey que juró defender aquella tierra con hasta la última gota de sangre española.

Y vosotros, los fabricantes de armas, los que os nutrís como los buitres  de la sangre de los pueblos en guerra, vendiendo las artes de matar a los tiranos, llámense estos Trujillo, Mohamed o Idi Amín Dadá; los que exportáis la muerte desde los puertos de España, de EEUU y Francia a otros lugares de la tierra: que la visión dantesca de las humildes “jaimas” y de los pacientes dromedarios y las cabras, huyendo aterrorizados y envueltos en llamas por el desierto, sea la última visión que tengáis en la hora postrera de vuestra miserable existencia. Que el olor a fósforo blanco y a NAPALM que abrasara los cuerpos de los jóvenes amantes que en la hora sagrada del descanso bebían de las fuentes del amor sea el eterno sudario que cubra vuestra memoria.
         
Que nadie escape al castigo: ni el soldado raso que conducía el carro blindado que en esa hora quebró para siempre la paz del desierto ni el que llevó la muerte en la caja de los camiones que transportaban la munición.

Castigo para los que calzaban las botas que derramaron el “cuscús” y vertieron el té de la hospitalidad sobre la arena y para aquellos que quemaron las “jaimas” de los “frig y la carne de los adolescentes que acarreaban el agua de los pozos y la de los “chiuf” que conversaban a la sombra de la “talha”.
Salpicadas están desde entonces con la sangre de los inocentes y la sangre de vuestros héroes guerrilleros, las piedras de las ciudades santas de Güera, arrasada por la tropa de Multar uld Dadá y las piedras y los caminos que conducen a Tifaritis, a Smara, a Echedeiría, a Farsia y a Mahbes, lugares que no olvidarán jamás ni la vesania ni el nombre de Ahmed Dlimi y sus tropas.

Se calcinaron sus tierras, y ardieron  las “melfas”, se sacrificaron muchos de sus mejores hijos y se esparcieron los rebaños, se quebraron los vasos, la loza  y los escasos muebles, pero los hijos de Sidahamed y de Erguibat, la familia de los Lebser y los Muedem, harán con su pueblo, bajo las banderas de sus héroes, los mártires del Frente POLISARIO, el resto del camino que les señalaron BRAHIM GALI, EL WALI MUSTAFÁ SAYED y BASIR MOHAMED BASIRI.    
 
¡¡Hasta la victoria!!         ¡¡ Salud, pueblo heroico!!

En el XXXIII aniversario de la proclamación de independencia de la REPÚBLICA ÁRABE SAHARAUI DEMOCRÁTICA
                                                                                                      
¡¡Viva la República!!

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