Fiesta irracional

Fiesta irracional

Cuando la fiesta nacional/ yo me quedo en la cama igual/ que la música militar/ nunca me pudo levantar…” (*)

Otro año más, el Estado Español se regodea y festeja su Día de la Fiesta Nacional con un aparatoso desfile militar que invita a pensar más en amenazas, muerte y destrucción que en interculturalidad, libertad y solidaridad.

Es tan mareante y cansina esta demostración “imperial” que incluso hasta sus defensores más acérrimos la califican como “el coñazo del desfile”. Un coñazo que sólo sirve para aumentar gastos en tiempos de crisis (¿o todavía no se puede hablar de crisis, Señor Zapatero?), el lucimiento del rey -tan pequeño en su esperpéntico papel-  y el lloriqueo por un “imperio sangriento” que se esfumó definitivamente, a golpes de machetazos para la zafra del azúcar, el año 1898, en Cuba.

Pero nada, estos nostálgicos de aquello de “por el imperio hacia Dios” siguen jugando a los soldaditos e invitan a su juego a otros ejércitos (OTAN) amigos; amigos tan poco recomendables para eso que llaman “la paz” como el ejército de los EE.UU.

Y como yo soy un ingenuo compulsivo, me pregunto ingenuamente: Si hay que tener un Día de la Fiesta Nacional ¿por qué no se hace, por ejemplo, un día 20 de noviembre? Recordemos que en esa fecha de 1975 el pueblo español comenzó a romper las cadenas de la dictadura franquista y se entreabrió un poco la puerta de la libertad y la democracia… pero sólo un poco, eh.

Pues no señor. Hay que seguir “caminando por rutas imperiales” recordando el genocidio cometido no solamente contra los pueblos autóctonos americanos, sino contra otros pueblos como es el caso de las Islas Canarias, invadidas y masacradas y que en la actualidad significan el último vestigio del colonialismo español.

“Del mar los vieron llegar mis hermanos emplumados/ eran los hombres barbados de la profecía esperada…”

No voy a profundizar demasiado en los terribles hechos que comenzaron a partir de un fatídico día 12 de octubre de 1492 (hace 516 años) y que aún, en nuestros días, siguen teniendo nefastos efectos “colaterales” en los pueblos invadidos. No soy historiador pero sí que no puedo remediar ser un “curioso impertinente”. Por ello, tan sólo quiero dejar constancia de algunos datos y consecuencias de aquella “hazaña” que, año tras año, se conmemora con indecente cinismo y tergiversación de la historia; y lo hacen bajo rimbombantes lemas como “Día de la Raza” o “Día de la Hispanidad” (en la actualidad estos “reclamos” ya no se utilizan) y al que los Movimientos Indígenas se refieren como “Día Nacional de la Resistencia Indígena”.

Y es que hablamos de invasión, de conquista por la fuerza de las armas y el crucifijo, de destrucción, genocidio, saqueo y esclavitud para los supervivientes. Todo ello generó una reacción de resistencia y lucha por la dignidad y la libertad.
¡Atis Tirma! (Tierra Libre), gritarían los aborígenes canarios al tiempo que se arrojaban al fondo de los barrancos prefiriendo la muerte  antes que caer esclavos de los españoles…

Y hablamos también del papel de primer orden que jugó la iglesia católica en el genocidio y la destrucción de culturas en aquel “Nuevo Mundo”. Otra vez la iglesia en su esencia, señor, señor… Otra vez al lado de la intolerancia, el asesinato, las hogueras y los Autos de fe de la Inquisición. Por mucho que les pese a los fundamentalistas católicos que siguen pululando en nuestros días.

“Se oyó la voz del monarca de que el dios había llegado/ y les abrimos la puerta por temor a lo ignorado…”

Tal fue el carácter del exterminio que se festeja el día 12 de octubre, que un fraile dominico español y nada sospechoso de ser desleal con la corona española, Fray Bartolomé de Las Casas, teólogo y cronista, relataba de la siguiente manera la matanza y conquista de “La Española”, actual isla de Santo Domingo (Republica Dominicana y Haití) por parte de los mercenarios de Cristóbal Colón:

“Entraban los españoles en los poblados y no dejaban niños, ni viejos, ni mujeres preñadas que no desbarrigaran e hicieran pedazos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría a un indio por medio o le cortaba la cabeza de un tajo. Arrancaban a las criaturitas del pecho de sus madres y las lanzaban contra las piedras. A los hombres les cortaban las manos. A otros los amarraban con paja seca y los quemaban vivos. Y les clavaban una estaca en la boca para que no se oyeran los gritos. Para mantener a los perros amaestrados en matar, traían muchos indios en cadenas y los mordían y los destrozaban y tenían carnicería pública de carene humana… Yo soy testigo de todo esto y de otras maneras de crueldad nunca vistas ni oídas”.
(“Brevísima Relación de la Destrucción de Las Indias”. Fray Bartolomé de Las Casas).

“Iban montados en bestias como demonios del mal/ Iban con fuego en las manos y cubiertos de metal./ Sólo el valor de unos cuantos les opuso resistencia/ Y al mirar correr la sangre se llenaron de vergüenza.”

Quinientos dieciséis años de conquista se celebraban este 12 de octubre. En este día del “Coñazo del Desfile”. Desfile vergonzoso de un imperio con pies de barro que nunca ha pedido perdón. Al menos la iglesia tuvo el “detalle” de hacerlo en 2000; reconoció su participación en el genocidio. ¿Algún día el Borbón pedirá ese perdón o mandará callar a quien se lo exija.

Nunca, en ningún libro escolar, se escribió y se obligó a estudiar el significado de tanta barbarie. Nadie, ningún Gobierno, ninguna institución pública. Nunca. Nadie, habló del verdadero significado que tiene el 12 de octubre. Pocos saben que en los 150 primeros años de conquista, 17.000 toneladas de plata y 200 toneladas de oro arribaron a  España abriendo las puertas a la Revolución Industrial y al desarrollo capitalista europeo.

Nunca, nadie, dijo que después de 100 años de conquista, de los 70.000.000 de indígenas que existían sólo quedaban unos escasos 3.500.000. Nadie habló de los indígenas que fueron sometidos al trabajo esclavo, de la aniquilación de su cultura y creencias ni de los centenares de miles de muertos por enfermedades infecciosas que desconocían.

Y es que todo tiene su lógica. Y dentro de esa lógica no es lógico pedir perdón cuando la labor de rapiña continúa. Cuando se pasó de un colonialismo sustentado por la violencia a otro colonialismo económico donde sigue el imperio  “cambiando oro por cuentas de vidrio”, donde se siguen apropiando, sobre todo, de sus recursos energéticos y naturales, donde el mercado está tomado por empresas como BBVA, Santander Central Hispano (SCH), Telefónica, Cepsa, Repsol, Dragados, Iberdrola, etc.

Claro que no tiene lógica pedir perdón. Pero sí que la tiene seguir celebrando ese día con su “coñazo de desfile” porque, estos ladrones de ahora, son los hijos de Cristóbal Colón; se permiten el lujo de mandar callar a los gobernantes legítimos y permiten que los vástagos de la “Madre Patria” (más bien, madrastra) sigan muriendo de abandono y pobreza, de olvido, miseria y dolor.

“Hoy, en pleno siglo veinte nos siguen llegando rubios/ Y les abrimos la casa y les llamamos amigos./ Pero si llega cansado un indio de andar la sierra/ Lo humillamos y lo vemos como extraño por su tierra.”(**)

LQSRemix

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