Fito & Fitipaldis… Cada vez cadáver
Por Mariano Muniesa*. LQSomos.
Fito continúa siendo un contador de historias, un narrador de vivencias, un poeta eléctrico que sigue preguntándose para que querer un rey teniendo a mano un bufón (“Cada vez cadáver”)
Fito Cabrales: un cadáver bien parecido
De Fito Cabrales, muchos años antes no solo de que se convirtiera en la estrella del rock estatal que es hoy, sino incluso mucho antes de que Platero y Tu asaltasen los cielos del estrellato de nuestro rock, se definió, quien sabe si dirigiéndose a alguien en concreto –yo apostaría que sí, aunque nunca se lo ha preguntado en persona- como “aquel colgao que tocaba por Bilbao”. Hoy, en una canción perteneciente a su nuevo disco “Cada vez cadáver”, que de hecho me parece de las mejores, por no decir la mejor, “A morir cantando”, pone en boca de quien se dirige a él, que “es un tipo extraordinario, de lo más común”. Y la conclusión es que aunque haya casi 30 años de diferencia entre ambos autorretratos, creo que Fito sigue encajando en los dos perfiles.
Fito acaba de poner en circulación hace escasamente unas días su nuevo disco y lo cierto es que después de varias escuchas, creo que pocas dudas pueden caber acerca de que de nuevo, ha vuelto a acertar. Por un lado, y como por otra parte creo que cabía esperar, en este disco reconocemos a ese Fito cuya voz, cuyas letras, cuya poesía y cuyo espíritu, caótico y sincero, irónico y crítico a partes iguales, ya son un bagaje del que pienso que aunque quisiera, ya no se podría desprender.
Por encima de la estrella de rock, por encima del éxito multitudinario y multimillonario, Fito continúa siendo a mi entender un contador de historias, un narrador de vivencias, un poeta eléctrico que sigue preguntándose para que querer un rey teniendo a mano un bufón (“Cada vez cadáver”), que confiesa que quiere ser feliz simplemente porque hoy es hoy, aunque tenga que llevarse a rastras un pobre corazón (“Fantasmas”) y que, como a muchos nos sucede, aunque Fito tenga la habilidad de poder hacerlo con su personal y peculiar estilo a medio camino entre Bob Dylan, Bruce Springsteen y Rosendo, no tiene problema en reconocerle a esa persona que todos y todas añoramos que siempre que necesitamos de ella, es cuando no está (“Si me ves así”).
El Fito que se nos desvela en ‘Cada vez cadáver’ en sus letras sigue siendo esencialmente sincero, transparente, consigue –deliberadamente o no- la complicidad de sus oyentes y seguidores y una vez más entiendo que logra tocar esa tecla especial, esa fibra sensible, esos recuerdos, pesadillas, sueños a medio soñar, emociones y vivencias que a todos nos tocan de cerca de una u otra forma. Esa capacidad poética de escribir textos y canciones que han llegado tan dentro a millones de personas y que han sido, a mi entender tan importantes como la propia musicalidad de sus canciones el factor determinante de su éxito, vuelve a ponerse de manifiesto en este disco y además, de manera sencilla, directa y coloquial, sin retruécanos, circunloquios o laberintos. Historias cotidianas y cartas de amor, desamor o indiferencia en forma de canción habitan los surcos de este disco a través de diferentes estilos, lenguajes y propuestas, que ahora me dispongo a comentar.
“Cada vez cadáver” es un disco que contraria –y lógicamente- a como había venido siendo habitual hasta hace algunos años, no es excesivamente largo: 10 canciones. Dada por inevitable e irreversible la recesión del CD como formato básico a favor de la reproducción en streaming e incluso del vinilo, Fito ha optado por entregarnos un disco en el que se cumple aquello de que “lo bueno si breve, dos veces bueno”. Diez cortes en los que da rienda suelta a toda su creatividad, no solamente ya en lo letrístico, como hemos apuntado, sino en lo musical, pues a lo largo de la escucha de este trabajo es posible apreciar como Fito se mueve en diferentes estilos musicales como pez en el agua.
Si en el tema que abre este álbum, “Cada vez cadáver”, su sonoridad nos recuerda tanto al sonido americana como al hard rock clásico sureño estadounidense matizado y llevado a un terreno semi-baladístico, en “Fantasmas”, la sección de viento, el ritmo de la canción y la melodía tiene un rollo que yo me atrevería a definir como un country-rock atravesado por las guitarras y el perfume de los Stones y de Tom Petty & The Heartbreakers. No falta el guiño a su primera época, a sus primeros discos e incluso si se quiere a los Platero y Tu tardíos en “A Quemarropa”, una balada desgarrada y que adquiere tonos de dureza casi heavy en “Las palabras arden”, e igualmente un magnífico medio tiempo blues con unos saxos de locura llamado “Si me ves así”.
En la parte final del disco nos encontramos con otras de las mejores canciones de este trabajo: primero una pieza de una originalidad y una calidad extraordinaria como es “Quiero gritar”, que empieza como si fuera un grupo funky de los 70, para que las guitarras vayan llevando la canción a un standard hard rock con guiños muy claros a AC/DC que bien podrían haber grabado los M-Clan de los comienzos y en la que incluso, creo que Fito suena cantando muy similar al propio Carlos Tarque. Y en esa misma línea, no tardamos en encontrarnos a Fito emulando a sus admirados AC/DC en la fabulosa “En el barro” antes de acabar con otro intenso y maravilloso blues como “A morir cantando” y el cruce entre country rock y ranchera de “Transporte”.
Creo con toda sinceridad que estamos ante un disco que indudablemente llegará a ser de los más vendidos, aclamados y celebrados de este 2021 en el rock estatal, y no lo será por el bombardeo publicitario o el marketing agresivo que probablemente tendremos que soportar. Lo será, o al menos así lo espero sinceramente, por la calidad, la honestidad y la sinceridad de unas historias a las que un maravilloso colgao de Bilbo sabe poner música con una genialidad innegable a todas luces. Se lo digo con toda sinceridad, pueden creerme.
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